Friday, December 15, 2006

Cultura suicida

Posted on Fri, Dec. 15, 2006

Cultura suicida
ADOLFO RIVERO CARO

Si los cubanos siguen el ejemplo de los chilenos, dentro de veinte años
Cuba será un país capitalista y próspero, pero la Plaza de la Revolución
será un gran monumento en memoria de Fidel Castro. No es de extrañar.
Muchos chilenos denuncian violentamente la dictadura de Pinochet, pero a
ninguno se le ocurre cambiar sus lineamientos económicos. Se le odia
pero se le sigue. Y también se hace al revés: se elogia mucho al
personaje, pero se hace todo lo contrario de lo que aconsejaba. A Mao
Tse-tung se le venera oficialmente, pero a nadie se le ocurre seguirlo.
En el mundo de hoy, estas fórmulas contradictorias ganan una creciente
aceptación. Reflejan una desconexión entre la ideología y la práctica:
se rinde homenaje a los campeones del desastre.

Estimular la iniciativa individual, el libre mercado y la libre empresa
es lo único que efectivamente ha disminuido la pobreza. Y los grandes
ejemplos de los últimos veinte años son Irlanda, China y la India.
¿Irlanda? Sí. Todos sabemos que, tradicionalmente, Irlanda era uno de
los países más pobres de Europa. Impulsados por el hambre, hambre
física, literal, cientos de miles de irlandeses tuvieron que emigrar a
Estados Unidos. De lo que no estamos bien informados, sin embargo, es
que en los últimos 20 años el gobierno irlandés hizo un fuerte viraje
hacia una derecha moderna. ¿Cuáles fueron los resultados? ¡Que Irlanda
es el país más rico de Europa después de Luxemburgo! ¿Lo sabían mis
lectores? ¿No? ¿Y cómo es posible que un fenómeno tan importante para
nosotros no haya recibido publicidad en América Latina? ¿Por qué no hay
masivas peregrinaciones a Irlanda para investigar las razones de su
extraordinaria transformación? ¿Será acaso porque representa el éxito de
la liberalización? Si yo fuera Felipe Calderón, tendría comisiones de
alto nivel en Dublín estudiando la experiencia irlandesa.

Hay casos todavía más extraños. Como que la mayor expansión capitalista
que hay en el mundo se esté produciendo bajo una dictadura comunista. Es
el caso de China, que todos los años manda 80,000 jóvenes a estudiar en
los Estados Unidos. En realidad, una de las pocas economías que mantiene
una severa ortodoxia anticapitalista es la de Corea del Norte, donde
millones de personas han muerto literalmente de hambre en los últimos
años. Y, por favor, que nadie le eche la culpa a ningún embargo
americano. Estados Unidos les manda alimentos. Los norcoreanos, al igual
que los cubanos, manufacturan su propia miseria.

En gran medida, la intelectualidad occidental vive desfasada. Sigue
atrapada en la percepción del mundo de la Primera Guerra Mundial y de la
''gran depresión''. Es un trauma que no se ha superado. El progreso
científico técnico en la segunda mitad del siglo XIX fue tan
extraordinario que mucha gente lo convirtió en un fenómeno independiente
de la sociedad que lo hacía posible. En Estados Unidos se inventó desde
el teléfono hasta la luz eléctrica. Era difícil creer que una sociedad
motivada por el afán de ganancia hiciera posible esos maravillosos
descubrimientos. De ahí la popularidad de Marx. Según él, bastaba con
que una supuesta clase obrera le arrancara a la burguesía los medios de
producción. Esto iba a elevar verticalmente el nivel de productividad
social, incluyendo la creación artística, intelectual y científica. No
era más que una utopía. Quien tomaba el poder no era ningún
proletariado, sino un grupo de pandilleros políticos. La expropiación de
los empresarios y la prohibición de trabajar en beneficio propio no sólo
destruia la estructura productiva de la sociedad, sino que degradaba
moral e intelectualmente a sus ciudadanos. La utopía anticapitalista,
sin embargo, iba a mantener su poder de seducción.

En Estados Unidos, y en todo el mundo desarrollado, no hay mejor negocio
intelectual que el anticapitalismo. Ahora se ha convertido en una
crítica de toda la civilización occidental. Creer en su superioridad es
ser ''eurocéntrico''. Hay que ser multiculturalista. Hay que decir que
la cultura de los indios putumayos, los talibanes o los islamofascistas
es tan válida como la nuestra. Lo demás es racismo. Eso es lo que se
enseña en nuestras universidades. Es por eso que Reuters se niega a
calificar a los islamofascistas de terroristas. Para Reuters son
simplemente ''militantes''. O por lo que los periodistas no pueden ser
patriotas porque el patriotismo impide la objetividad. O por lo que no
se debe decir ''felices pascuas'' sino ''felices fiestas'' porque el
cristianismo puede ofender a alguien.

Para seguir la moda del mundo académico, de Hollywood y de los grandes
medios de comunicación hay que ser un acerbo crítico de la sociedad
americana y de sus costumbres. Pero cuidado con criticar a los
musulmanes. Eso puede ser peligroso. Es mejor posar de rebelde
ofendiendo a los cristianos o a los empresarios. ¿A dónde nos llevará
esto? No lo sé. Por el camino de la moribunda Europa, probablemente, que
será musulmana dentro de veinte años. Nadie mata una civilización. Las
civilizaciones se suicidan.

www.neoliberalismo.com

http://www.miami.com/mld/elnuevo/news/opinion/16241814.htm

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