BENIGNO NIETO
La última injuria
Después de los funerales de Castro, ¿qué pasará? ¿Qué harán los cubanos
cuando ese papá descomunal desaparezca de sus vidas? Tantos muertos y
vidas arruinadas ¿para qué? Cuando pasen las fanfarrias del entierro,
los cubanos despertarán de una pesadilla de medio siglo, con el corazón
vacío y una vergonzosa sensación de ridículo. Después de décadas de
socialismo o muerte, ¿no resulta irrisorio volver al capitalismo, ahora
sin sindicatos y sin libertad?
Una señal de que Fidel se está muriendo son las ceremonias de despedida
que han montado con videos y fotos nostálgicas. Tratan de resucitar el
memorial de sus glorias, para justificar la tiranía que se va, y la que
viene, y disfrazar una revolución que culmina como el mayor fraude
histórico jamás contado. Fidel Castro, como Zapata y Sandino, se
trasmutará como símbolo de una izquierda condenada a la imbecilidad. Con
un gesto teatral (julio de 1956), Fidel se montó en la escena sobre una
pila de cadáveres. Medio siglo después muere el taumaturgo que tuvo a
los cubanos atrincherados 47 años, esperando una falsa invasión yanqui.
Medio siglo de teatro alucinante, cuyo capítulo final es parodia
shakesperiana: la revolución es una sombra que pasa, un actor que se
pavonea y agita sobre la escena, un cuento narrado por un idiota con
gran aparato, y que nada significa.
Recientemente murió Pinochet, otra ignominia. ¿Pero cuál fue más mortal
y destructivo? Pinochet, con sus 3 mil muertos, o Castro, con 30 mil
muertos. Los 40 mil años del presidio político cubano (sin paralelo en
la historia de América), contra unos centenares de años de Pinochet. La
dictadura castrista cumplirá 48 años (otro record americano), contra los
17 de Pinochet. Toda comparación desfavorece a Castro. Que deja en
ruinas una nación antes próspera. Que impone como su sucesor al hermano
y un Partido Comunista que ejerce una represión policial totalitaria. En
cambio Pinochet salió del poder hace ya 16 años, luego de aceptar un
referéndum, dejando una economía próspera y una nación en el camino de
la democracia y la libertad.
El exilio cubano y el exilio chileno son símbolos de la ambivalencia
hipócrita de las izquierdas. Para el exilio cubano todas las calumnias.
Para el chileno, los honores y las becas. Los chilenos escupen sobre la
tumba de Pinochet, y los medios aplauden. Los cubanos bailamos por la
muerte de Castro, y los medios nos condenan.
Dos dictaduras no paralelas, que se erigen en lección para los nuevos
dictadores. Muérete en el poder y te colmarán de honras, porque si lo
entregas, te van perseguir y juzgar en vida por tus crímenes, y
escupirán en tu funeral.
El exilio de Miami pronto sufrirá la última injuria: la beatificación de
Fidel Castro. Cierren los ojos y tápense los oídos. En La Habana
planifican las pompas fúnebres del siglo, un supremo espectáculo de la
cursilería latinoamericana. Lo escenificaran presidentes, intelectuales
y artistas de esa izquierda renacida, con Hugo Chávez de prima donna. En
el séquito irán Evo, Correa, Ortega. Nadie querrá perderse el show.
¿Asistirán Lula da Silva, Kirchner, Tabaré Vázquez, Bachelet? ¿Se
persignará Chávez solemnemente ante el cadáver? ¿Lo proclamará el divino
precursor del socialismo del siglo XXI y la reencarnación de la luz de
Martí y la espada de Bolívar? Es previsible que, en arrebato
garcíamarquiano, se jacte de que, justo antes de expirar, Fidel se comió
una vaca entera y doscientos mangos. (Y añada que, de haber sido
invadida Cuba, Fidel hubiera matado con un pedo a todos los soldaditos
del imperio).
¿Qué pasará? ¿Veremos acaso al niño Elián besando el féretro del tirano?
¿Saldrá el espíritu de Guillén con sus maracas estalinistas: ¡Fidel!/
¡Gran Capitán! / ¡Que te proteja Changó / y te cuide Yemayá! ¿Quién nos
salvará de esa cursilería atroz? ¿Estará esa isla afrocaribeña
condenada, por su carnalidad frenética, a bailar bembé y montar al
muerto? Un especialista asegura que lo más arduo, si es verdad que a
Fidel lo hicieron santo en el vientre de Lina, sería celebrar el ituto
(el imprescindible ritual al santero que abandona el reino de este
mundo). Papá Fidel será adorado como hijo de Aggayú, le pondrán velas y
ofrendas en un altar.
De ese tamaño es la superchería.
¡Yo me alejaré de ese teatro del horror! Compraré unas gafas oscuras, y
me enterraré con Neisy en la arena de South Beach. Y entonces rogaré por
un valiente que rompa en Cuba la solemnidad del funeral y le tire una
trompetilla sonora al cadáver que se despide.
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