DIÁLOGO CON WASHINGTON O CON LOS CUBANOS
Los malos hábitos del General Castro
Por Frank Calzon
Fidel y Raúl Castro
En el año 1901, el Senador por Conneticut Orville Platt, auspició una
enmienda que confería a los Estados Unidos el derecho de intervenir en
los asuntos internos de Cuba. El presidente Franklin Delano Roosevelt
derogó la infame enmienda Platt en 1934, pero aun hoy los políticos
cubanos tratan instintivamente de implicar a Washington en los asuntos
de la isla. Hace unos días, 72 años después de la derogación de la
enmienda Platt cuando casi nadie recuerda la dichosa enmienda, el
hermano de Fidel y presidente en funciones, General Raúl Castro ha
vuelto a mirar hacia el Norte.
En un ambiente de incertidumbre sobre el futuro del país y del régimen,
el general-presidente ha declarado por segunda vez en los últimos cuatro
meses que está dispuesto a sentarse a negociar con el gobierno
norteamericano. Y es que no es fácil abandonar los malos hábitos. Cuba
atraviesa la peor crisis económica, social y política de su historia.
Después de varios meses incapacitado, parece difícil que Fidel Castro
regrese a tomar las riendas del poder y el General Raúl trata de
posicionarse para mejor poder afrontar la crisis de la desaparición de
Fidel. El impacto de una Cuba sin Fidel es muy grande en la isla. Hugo
Chávez, no Raúl, es el obvio heredero del Comandante a nivel continental.
Sea lo que sea, las declaraciones de Raul son bienvenidas: es mejor
intercambiar palabras con el adversario que recurrir a las balas; pero
el General yerra al elegir a Washington como su interlocutor. Después de
47 años de represión, Raúl debería abrir las negociaciones con los
cubanos en la isla, no con Washington, con el objetivo de transformar
Cuba en un estado democrático y reconstruir su economía.
Esto nos lleva a 2002 y 2003 cuando más de 20.000 cubanos, con el deseo
de comenzar ese diálogo, firmaron una petición que presentaron al
parlamento cubano reclamando un plebiscito sobre el futuro del país;
pero a pesar de la Constitución Socialista en vigor, que establece la
necesidad de su consideración,. Fidel Castro no le permitió discutir el
asunto al parlamento del país.
Los años no perdonan y la generación que derrocó la dictadura de Batista
en los años 50 se acerca a su final y, a pesar de las expectativas de
Fidel Castro, la historia no le tiene un gran aprecio ni a él ni a su
legado. Para los oficiales más jóvenes, la guerrilla contra Batista es
historia pasada; algo similar ocurre con los jóvenes funcionarios del
régimen y los dirigentes del partido comunistas (alguno de los cuales
han podido viajar al extranjero) y esperan más de la vida que miseria y
una guerra sin fin.
Dentro de Cuba existen además voces valientes de la oposición
democrática que, en la cárcel o "disfrutando" de una precaria libertad,
sueñan con que se hagan realidad algunas de las promesas hechas por el
joven Fidel en 1959: imperio de la ley, no más prisioneros políticos,
honestidad en el gobierno, justicia social y libertad de pensamiento, de
expresión, de reunión, para viajar al extranjero y para establecer
negocios. También se piden otras libertades como la de no participar en
las manifestaciones de apoyo al régimen; la de disentir de las
decisiones unánimes que expulsan a los estudiantes que se atreven a
pensar por si mismos de las escuelas; la de no participar en las
jornadas de trabajo "voluntario"; en resumen, el derecho a decir que no
al gobierno.
La capacidad y el ingenio de los cubanos son encomiables. Así ha quedado
demostrado por su éxito económico en Estados Unidos, que se debe tanto a
su trabajo como al ambiente de libertad en el que han podido vivir. Como
resultado, la comunidad cubana en el extranjero es un gran activo para
el futuro de la isla. A principios de los años sesenta, Fidel Castro
afirmó que los cubanos que huían de la isla nunca serían bien recibidos
y los calificó de gusanos, traidores y cosas peores. Hoy, los casi dos
millones de cubanos que se encuentran en el exilio, constituyen la
fuente más importante de ayuda humanitaria que llega a la isla. Sin
embargo, sus remesas podrían tener un impacto todavía mayor en la
economía cubana si, como ocurre en México o El Salvador, los cubanos
tuvieran libertad para crear sus propios negocios para utilizar esas
remesas en actividades económicas privadas en la isla. Esas libertades
económicas, que constituyen el motor del progreso en Estados Unidos y
más recientemente en China, se le permiten a los extranjeros, pero le
son negadas sistemáticamente a los cubanos.
Esa sed de libertad, a la que el ex presidente Vaclav Havel se refería
como "vivir en verdad", es universal. Hoy, con la eterna gratitud de los
cubanos, Havel dirige el Comité Internacional para Promover la
Democracia en Cuba. Las mesas de discusión que llevaron la libertad a
Checoslovaquia, al resto de los países de Europa Central, a Chile o a
Sudáfrica fueron constituidas por los propios ciudadanos de esos países.
La oferta de abrir el diálogo con Washington es una vieja fórmula para
evitar la negociación de los propios cubanos para definir el futuro.
Ya en el tratado de París, los Estados Unidos se prestaron a negociar
con España el futuro de Cuba. En esa ocasión los cubanos estuvieron
ausentes; pero los tiempos cambian y esta vez Washington le ha dicho al
General-Presidente que debe comenzar por dejar hablar a los cubanos.
Frank Calzon es el director ejecutivo del Centro para Cuba Libre en
Washington, D.C.
http://exteriores.libertaddigital.com/articulo.php/1276232703
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