Thursday, December 14, 2006

La lógica "Pinochetista" en la Defensa de la Dictadura Cubana

La lógica "Pinochetista" en la Defensa de la Dictadura Cubana
2006-12-13 www.cadal.org
Gabriel C. Salvia

Mientras en la tarde del 10 de diciembre de 2006 moría en Santiago de
Chile el dictador chileno Augusto Pinochet, en La Habana seguía
internado con diagnóstico secreto el dictador cubano Fidel Castro. Ambos
dictadores, además de tener en común la violación a los derechos
humanos, comparten entre sus seguidores la idea de que el fin justifica
los medios.

En los dos casos se desprecian las libertades democráticas
fundamentales, cuya represión representa para sus defensores un "detalle
menor" ante algo mucho más importante como "combatir al comunismo y
garantizar las libertades económicas" en el caso de Pinochet o "combatir
al imperialismo y asegurar los derechos sociales" en el caso de Fidel
Castro. Así, los extremos se tocan y utilizando la misma lógica los
termina uniendo su desprecio por los derechos fundamentales.

El caso de la "lógica pinochetista"

Además de ser una de las tantas dictaduras militares de América Latina
que llegó al poder a través de un golpe de estado para "evitar el
comunismo", el caso del "pinochetismo" es el ejemplo emblemático de la
implementación de reformas económicas de mercado bajo la supresión de
libertades civiles y políticas, y por tal motivo se lo ha calificado de
"fascismo de mercado". Por eso, el "pinochetismo" es más que una
dictadura y representa el atajo de la derecha anti-democrática para
promover políticas de mercado. Así, el pragmatismo del "pinochetismo"
puede verse actualmente en China o Singapur, por lo cual algunos
referentes del "fascismo de mercado" llegan a sentenciar que "en China
hay más libertad que en Francia", pues para ellos la libertad se
circunscribe a lo económico.

También el "pinochetismo" encierra la teoría de que las reformas de
mercado requieren de mano dura, o sea de una dictadura, pues su
implementación es dificultosa en una democracia donde los grupos
afectados ejercen una presión muy grande para mantener sus privilegios y
evitar así privatizaciones o desregulaciones de su sector.

Curiosamente, la "lógica pinochetista" es también aplicada en la
actualidad por los gobiernos "progresistas" de América Latina en su
política exterior con China. Efectivamente, los gobiernos de la
Concertación chilena, de Kirchner en la Argentina y de Lula en Brasil,
priorizan el intercambio comercial con la dictadura China sin mostrar
ningún tipo de consideración por la violación de los Derechos Humanos en
el gigante asiático.

La "lógica pinochetista" aplicada a Cuba

Aunque nadie se atrevería a justificar las atrocidades del
nacionalsocialismo de Hitler en Alemania, ya sea argumentando que la
construcción de autopistas garantizó el "pleno empleo" o que sus
diabólicos experimentos produjeron en algunos casos a avances en la
medicina, en el caso de la defensa de la revolución cubana de Fidel
Castro se utiliza una lógica similar a la del "pinochetismo". Para los
defensores del castrismo la supresión de las libertades civiles y
políticas, más las económicas y sindicales, son cuestiones secundarias
que se justifican por algo más importante para el Estado como garantizar
los derechos sociales y -como toda dictadura- agregarle el componente
orwelliano de la amenaza externa. Este es el lugar común en la defensa o
justificación de la larga dictadura de los hermanos Castro, al cual
apelan desde los fanáticos castristas; pasando por los periodistas,
artistas y deportistas frívolos; y las personas más desinformadas que
simplemente repiten desde su comodidad las frases hechas de la
propaganda cubana.

Lo cierto es que muchos de quienes viven en Cuba apelan a cualquier
recurso para salir de su país, arriesgando incluso sus propias vidas, lo
cual evidencia que prefieren la libertad y la incertidumbre económica de
las democracias en lugar de la represión y los "logros de la
revolución". Igualmente, está claro que quienes desde América Latina
emigran buscando un destino en el cual tengan una mejor calidad de vida,
en estos casos no es precisamente a Cuba adonde se van a radicar. En
ambos casos, el "voto con los pies" es un dato por demás elocuente
frente a los resultados de la revolución cubana.

La cultura democrática

En definitiva, lo que demuestra la lógica del pinochetismo y del
castrismo es un desprecio hacia las libertades democráticas
fundamentales, donde el fin justifica los medios, y en ambos casos se
trata de vidas humanas. Eso sí, tanto la "lógica pinochetista" de la
derecha ultra-conservadora, como la misma lógica de la izquierda
fascista y anti-democrática que defiende fanáticamente a la dictadura de
los hermanos Castro, son un reflejo de lo poco consolidados que están
los valores democráticos en América Latina. Y eso es lo más preocupante
de ambas dictaduras: el legado represivo en que se basan sus políticas
económicas o sociales y que por derecha e izquierda encuentra a una gran
cantidad de seguidores que coinciden en su desprecio a los valores
democráticos que representan un gran avance de la libertad y de la
convivencia política.

A diferencia de cualquier tipo de dictaduras, en democracia las
políticas públicas con mayor o menor intervención del Estado se aprueban
por consenso y pueden ser modificadas a través de los cambios de
gobierno que se producen en las elecciones libres y competitivas. Son
políticas muchas veces lentas, necesariamente graduales, cuyos logros
económicos y sociales se consolidan en el mediano y largo plazo con
alternancia en el poder. Entender esto es desarrollar una cultura
democrática, lo cual todavía representa un gran desafío para el futuro
de América Latina.

Pinochet, Castro y la "ceguera ideológica"

A pesar de utilizar las dictaduras de Pinochet y Castro la misma lógica
represiva, no han recibido la misma consideración de parte de la
comunidad democrática internacional. Efectivamente, mientras resulta muy
generalizado el rechazo internacional al dictador chileno Augusto
Pinochet, no sucede lo mismo con Fidel Castro, cuya dictadura lleva casi
medio siglo y como en las monarquías absolutas el poder se traspasa
hereditariamente. Y precisamente, uno de los motivos que ha mantenido en
pie a la larga dictadura cubana es la complacencia internacional, en
algunos casos debido a la "ceguera ideológica" por la cual se condena a
un dictador de "derecha" como Pinochet, pero no se hace lo propio y se
trata de justificar lo injustificable ante un dictador como Fidel Castro
por la coincidencia con sus políticas "anti-imperialistas".

Un ejemplo de lo anterior es el poco apoyo y la falta de solidaridad
internacional que tuvo el "Proyecto Varela", una iniciativa similar a la
que en Chile permitió terminar con la dictadura de Pinochet.
Efectivamente, al igual que en Chile, la Constitución cubana contenía un
artículo que permitía la convocatoria a un referéndum si se reunían como
mínimo diez mil firmas. Oswaldo Payá Sardiñas, principal promotor del
"Proyecto Varela", reunió once mil veinte firmas que presentó ante la
Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba pidiendo apertura política y
económica. Sin embargo, su iniciativa nunca fue considerada y la
dictadura cubana respondió con un simulacro de referéndum convocado en
cuatro días donde se modificaba el artículo al que recurrió Oswaldo Payá
y se declaraba "irreversible a la revolución". A su vez, la dictadura
castrista lanzó en marzo del 2003 una ola represiva contra opositores
pacíficos, principalmente dirigida a promotores del "Proyecto Varela",
los cuales llegaron a recibir hasta veintiocho años de prisión.

Cualquier tipo de dictadura es condenable, pero la complacencia
internacional hacia cierto tipo de dictaduras, como es el caso de la de
Fidel Castro en Cuba, demuestra que aún en los países democráticos se
mantiene un resabio autoritario al avalar a este tipo de regímenes
primitivos. Al respecto, el periodista Robert Cox, un héroe en la
defensa de los derechos humanos en Argentina, se planteaba lo siguiente
en el prólogo del libro "Otra grieta en la pared", de Fernando Ruiz,
publicado en el año 2003: "En mi trabajo para la Sociedad Interamericana
de Prensa, dos veces como presidente de la Comisión de Libertad de
Prensa y como presidente de la Sociedad entre 2001 y 2002, he encontrado
más similitudes que diferencias entre gobiernos de la derecha llamados
autoritarios y regímenes totalitarios de la izquierda.

Cuando estuve en Cuba, reconocí las mismas técnicas de las fuerzas de
represión en contra de los disidentes que en el Chile de Pinochet o en
la Argentina de Videla. Pero hay una enorme diferencia de percepción.
Los horrores cometidos bajo Pinochet y Videla son universalmente
reconocidos y condenados. Pero la dictadura de cuarenta y cuatro años es
celebrada y Fidel Castro puede deleitarse con la admiración recibida en
Buenos Aires durante su estadía en ocasión de la asunción del presidente
argentino Néstor Kirchner. Muchas veces me he preguntado por qué Castro
no es abominado como lo es Pinochet, teniendo, en mi opinión, muchísimo
en común. Aun aquellos que impulsan la causa de los derechos humanos y
se identifican con estas ideas ven al régimen castrista desde una
perspectiva distinta, desde otro punto de vista".

Una respuesta al planteo de Cox sería que la condena a Pinochet y la
complacencia con Castro demuestran la ausencia de una honesta defensa de
los derechos humanos cuando ambos dictadores comparten la misma lógica
represiva. Lamentablemente, ejemplos de personas como Cox no abundan en
América Latina, porque en cada caso son víctimas de lo que el periodista
definió como "ceguera ideológica".

Gabriel C. Salvia es Presidente del Centro para la Apertura y el
Desarrollo de América Latina (CADAL).

Miembro de la Red Interamericana para la Democracia y del Network of
Democracy Research Institutes

centro@cadal.org

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=8120

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