La nueva cruzada de Castro
CÉSAR GONZÁLEZ-CALERO • CORRESPONSAL
El Universal
Domingo 04 de diciembre de 2005
Internacional, página 11
El presidente cubano se ha propuesto acabar con la corrupción en todas sus versiones, corregir los errores del sistema y frenar al auge social de los "nuevos ricos"
LA HABANA.- El vendedor mira con el rabillo del ojo a uno y otro lado de la calle, hace un leve gesto con la cabeza al comprador y ambos se dirigen a un local cercano al mercado, donde se realiza la operación; uno cuenta el dinero, el otro inspecciona la mercancía y ganan de nuevo la calle, tomando rumbos dispares. Se acaba de cerrar con éxito la venta de cuatro libras de tomates, cinco libras de cebollas y un saco de papas, pero la escena (repetida a diario en La Habana) cobra tintes de transacción de estupefacientes.
En la Cuba del siglo XXI, el mercado negro abarca casi todo, desde un paquete de camarones a una antena parabólica. Pero las horas de los tomates clandestinos están contadas. El presidente cubano, Fidel Castro, ha dado un puñetazo en la mesa y se ha propuesto acabar con la corrupción en todas sus versiones, corregir los "muchos errores" del sistema y poner freno al auge social de los denominados "nuevos ricos", aquellos que han conseguido mejorar su nivel de vida al socaire del dólar.
Fue en marzo de 1968 cuando Castro, con una economía a punto de colapsar, dio un golpe de timón y lanzó la "Gran Ofensiva Revolucionaria" que apagó los rescoldos del comercio privado.
Treinta y siete años después, y tras la tímida y obligada apertura económica de mediados de los 90, Castro, a sus 79 años, parece empeñado en llevar a cabo una nueva ofensiva que preserve los principios del régimen.
Para anunciar su nueva cruzada, ha elegido el mismo escenario que en 1968: la Universidad de La Habana. Entonces habló de "aquellos que no trabajan, los holgazanes, los parásitos, los privilegiados y cierto tipo de explotador que todavía queda en nuestro país". El pasado 17 de noviembre prometió detener "las fuentes de financiación de los nuevos ricos". En el discurso del 68, se mostró furibundo contra los que vendían hot dogs y se preguntó cómo diablos podía haber todavía 955 bares abiertos en La Habana. Hoy, a Castro le preocupa que aún quede un centenar de paladares (restaurantes privados) en la capital (de los 600 que existían en los 90).
Según el presidente cubano, la nueva ofensiva no ha hecho más que empezar, a la espera de un "huracán de fuerza 5". De momento, los primeros nubladitos que anteceden al ciclón se han llevado por delante a los expendedores de gasolina (que al parecer tenían montado un tinglado de miles de dólares), a los directivos del puerto de La Habana, y a más de un intermediario y transportista de los agromercados, donde los campesinos venden sus excedentes (después de entregar la cuota pertinente al Estado) bajo la ley de la oferta y la demanda. Mirando los pronósticos meteorológicos, están ya los dueños de paladares, empleados de tiendas en divisas, arrendadores de viviendas, propietarios de talleres clandestinos, choferes de taxis sin licencia, jineteras , buscavidas y todo aquel que se esté "enriqueciendo" más de la cuenta.
En su penúltima cruzada para "blindar" un modelo que desea que se prolongue tras su desaparición y que, a su juicio, corre el riesgo de la "autodestrucción", Castro ha movilizado a una infantería de jóvenes trabajadores sociales, llegados desde las provincias orientales, para inventariar a pie de obra todas las "desviaciones" que ha generado el propio sistema.
Además, ha subido los salarios a 2 millones de trabajadores y se ha propuesto un ahorro energético incrementando la tarifa eléctrica. "Esto lo va a arreglar la Revolución, y de qué manera", dijo Castro hace dos semanas. ¿O fue en 1968?
http://www2.eluniversal.com.mx/pls/impreso/noticia.html?id_nota=37827&tabla=Internacional
El Universal
Domingo 04 de diciembre de 2005
Internacional, página 11
El presidente cubano se ha propuesto acabar con la corrupción en todas sus versiones, corregir los errores del sistema y frenar al auge social de los "nuevos ricos"
LA HABANA.- El vendedor mira con el rabillo del ojo a uno y otro lado de la calle, hace un leve gesto con la cabeza al comprador y ambos se dirigen a un local cercano al mercado, donde se realiza la operación; uno cuenta el dinero, el otro inspecciona la mercancía y ganan de nuevo la calle, tomando rumbos dispares. Se acaba de cerrar con éxito la venta de cuatro libras de tomates, cinco libras de cebollas y un saco de papas, pero la escena (repetida a diario en La Habana) cobra tintes de transacción de estupefacientes.
En la Cuba del siglo XXI, el mercado negro abarca casi todo, desde un paquete de camarones a una antena parabólica. Pero las horas de los tomates clandestinos están contadas. El presidente cubano, Fidel Castro, ha dado un puñetazo en la mesa y se ha propuesto acabar con la corrupción en todas sus versiones, corregir los "muchos errores" del sistema y poner freno al auge social de los denominados "nuevos ricos", aquellos que han conseguido mejorar su nivel de vida al socaire del dólar.
Fue en marzo de 1968 cuando Castro, con una economía a punto de colapsar, dio un golpe de timón y lanzó la "Gran Ofensiva Revolucionaria" que apagó los rescoldos del comercio privado.
Treinta y siete años después, y tras la tímida y obligada apertura económica de mediados de los 90, Castro, a sus 79 años, parece empeñado en llevar a cabo una nueva ofensiva que preserve los principios del régimen.
Para anunciar su nueva cruzada, ha elegido el mismo escenario que en 1968: la Universidad de La Habana. Entonces habló de "aquellos que no trabajan, los holgazanes, los parásitos, los privilegiados y cierto tipo de explotador que todavía queda en nuestro país". El pasado 17 de noviembre prometió detener "las fuentes de financiación de los nuevos ricos". En el discurso del 68, se mostró furibundo contra los que vendían hot dogs y se preguntó cómo diablos podía haber todavía 955 bares abiertos en La Habana. Hoy, a Castro le preocupa que aún quede un centenar de paladares (restaurantes privados) en la capital (de los 600 que existían en los 90).
Según el presidente cubano, la nueva ofensiva no ha hecho más que empezar, a la espera de un "huracán de fuerza 5". De momento, los primeros nubladitos que anteceden al ciclón se han llevado por delante a los expendedores de gasolina (que al parecer tenían montado un tinglado de miles de dólares), a los directivos del puerto de La Habana, y a más de un intermediario y transportista de los agromercados, donde los campesinos venden sus excedentes (después de entregar la cuota pertinente al Estado) bajo la ley de la oferta y la demanda. Mirando los pronósticos meteorológicos, están ya los dueños de paladares, empleados de tiendas en divisas, arrendadores de viviendas, propietarios de talleres clandestinos, choferes de taxis sin licencia, jineteras , buscavidas y todo aquel que se esté "enriqueciendo" más de la cuenta.
En su penúltima cruzada para "blindar" un modelo que desea que se prolongue tras su desaparición y que, a su juicio, corre el riesgo de la "autodestrucción", Castro ha movilizado a una infantería de jóvenes trabajadores sociales, llegados desde las provincias orientales, para inventariar a pie de obra todas las "desviaciones" que ha generado el propio sistema.
Además, ha subido los salarios a 2 millones de trabajadores y se ha propuesto un ahorro energético incrementando la tarifa eléctrica. "Esto lo va a arreglar la Revolución, y de qué manera", dijo Castro hace dos semanas. ¿O fue en 1968?
http://www2.eluniversal.com.mx/pls/impreso/noticia.html?id_nota=37827&tabla=Internacional
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