Cuento de censoficción
Raúl Soroa
LA HABANA, Cuba - Diciembre (www.cubanet.org) - Un nuevo cuento de ficción acaba de salir a la luz en Cuba. Su título: "Censo de población y viviendas del 2002", editado por el Consejo de Estado. Con tres años de retraso acaba de ser presentado el nuevo título. El autor, uno de los más destacados creadores de la fábula en la Isla, aseguró que "los resultados validan los logros de la Revolución".
La trama se desarrolla en un país imaginario. En una isla llamada Cuba, que poco tiene que ver con la conocida tierra del Caribe, el 99.8% de los habitantes viven en viviendas particulares, no existe hacinamiento ni cuarterías ni barbacoas, ni esos terribles albergues donde se concentran las víctimas de los cuantiosos derrumbes de edificaciones de la ciudad de La Habana, y que poco tienen que envidiarle a "Ciudad de Dios", en Brasil. No, en ese país ficticio el promedio de personas por unidades de alojamiento es de 3.16.
En ese país figurado por el escritor José Luis Rodríguez la población creció 1.454,138 habitantes, y las unidades de alojamiento 1.165,854, lo que da una relación de 1.5 habitantes por módulo de residencia. Como puede apreciarse, en esa tierra, seguramente gobernada por personas sabias y preocupadas por su pueblo, a diferencia del país real ubicado en el Caribe, se han construido miles de edificaciones y se ha solucionado el problema de la vivienda.
En el texto presentado a la consideración de los lectores, se afirma que en ese país el 66% de la población es blanca, el 10% negros y el 24% mestizos. Seguro el prosista es un admirador del liberalismo ilustrado cubano de siglos pasados, que soñaban con blanquear a Cuba, porque en el país real una parte importante de la población está integrada por mestizos. Eso se puede apreciar a simple vista, como se puede estimar la presencia significativa de la población negra. Sin detenernos a criticar las tendencias ideológicas del productor del citado texto y de su editor principal y acólitos, éste padece de una especie de negrofobia o racismo, lo que sale a relucir en el cuadro poblacional que pinta en su idealizada comunidad.
En la narración objeto de análisis se pinta una sociedad con bajos índices de desempleo, donde la tasa es de un 3%. Nada que ver, y aquí la diferencia es sustancial, con la cantidad de personas que deambulan todo el día sin oficio ni beneficio por pueblos y ciudades de la Isla, donde según estudios de economistas como Tomás Muñoz el desempleo alcanza el 29% de la población.
Este nuevo texto se inscribe dentro de un género muy en boga en Cuba desde hace 46 años: la ficción política, que ha dado a la luz subgéneros como la cienciaficción, la educaficción, la deportificción, la socialficción, etc.
Proviene, en buena medida, del llamado realismo socialista, que como todos saben nada tuvo de real. Es heredera de la picaresca, sin la grandeza del Lazarillo o de Gargantúa y Pantagruel, de las novelas de caballería, sin asomarse a Quijote, de las novelas rosa y las tiras cómicas, sin alcanzar la popularidad de éstas. En fin, es fruto de determinadas circunstancias históricas, como apuntaría un conocido crítico cubano de cuyo nombre es mejor no acordarse.
La escritura ha sido acogida con asombro por los lectores, que no dejan de admirarse de la gran capacidad imaginativa de José Luis Rodríguez. Sin embargo, la crítica especializada sospecha que se trata de una impostura total, que detrás incluso del supuesto autor se esconde otra persona.
En la literatura universal abundan casos como ése. Incluso hay quien sostiene que Shakespeare no es el autor de esos grandes dramas y comedias firmados con su nombre. Este investigador cree, en particular, en la autoría de Shakespeare, pero sospecha seriamente que en el caso que nos ocupa, tiendo en cuenta el estilo, la habilidad en la creación de ambientes artificiales, la firmeza con que sustenta los mayores desatinos, la palabra tendenciosa y falaz, cree apreciar la mano de un farsante harto conocido.
De todas formas, firme quien firme el nuevo libro, que se mueve en el mundo de la farsa y que despierta en los lectores una sonrisa que poco a poco se torna ya, en algunos casos, en franca carcajada, éste pasará a la historia de la literatura cubana como una obra más de la gran ficción nacional protagonizada por ese demonio de la tragicomedia y la farsa tan conocido por todos.
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