Decorar en Cuba, una aventura frustrante
Amueblar y decorar una vivienda en Cuba resulta una verdadera odisea,
sobre todo para quienes dependen exclusivamente del salario estatal
jueves, julio 9, 2015 | Ernesto Pérez Chang
LA HABANA, Cuba. -Adquirir una vivienda en Cuba resulta una verdadera
odisea. Amoblarla y decorarla es como la segunda parte de la misma
desventura, sobre todo para quienes dependen exclusivamente del salario
estatal. En la calle, la mayoría de las personas entrevistadas sobre
este aspecto, que pudiera parecer superfluo, coinciden en que no hay
márgenes de libertad para la elección de los objetos y muebles que usan
a diario, casi siempre alejados de sus verdaderos gustos estéticos y
necesidades.
Una mirada rápida a las vidrieras y anaqueles en las tiendas cubanas
revela que, a pesar de ser un país donde más de la mitad de la población
vive con menos de un dólar diario, el adorno más barato puede costar el
equivalente a la décima parte de los ingresos de una familia, mientras
que adquirir una cama, un juego de sala o de comedor en el mercado negro
(donde resulta más económico) supone reunir, de manera íntegra, los
salarios de varios años de trabajo para el Estado.
"¿Qué voy a comprar con el salario?", "si no tengo para comer, ¿cómo voy
a gastar dinero en adornitos y muebles nuevos?", "si tuviera dinero,
primero repararía la casa", "yo espero a que me regalen el día de las
madres, o en mi cumpleaños. No puedo gastar en adornos", "para qué tanto
adorno si a la hora de comer la cosa se pone bien fea", "cuando me sobra
un dólar, entonces compro un adorno pero casi nunca me sobra", "cuando
puedo, me llevo los adornos y muebles del trabajo", "uso los mismos
adornos y muebles que heredé de mi madre, y ella, a su vez, los heredó
de la suya", "gracias a que teníamos adornos y muebles buenos antes de
la revolución", son algunas de las respuestas que obtuvimos.
Delia Araujo, una vecina de mi barrio, ya muy anciana y actualmente
vendedora callejera, me cuenta cómo, con los años, ella y su esposo se
fueron deshaciendo de adornos y muebles que habían adquirido antes de
1959 y durante los años 60.
Ellos no eran un matrimonio de ricos, pero ella trabajaba como maestra y
su marido era mecánico de la Ambar Motors. Ganaban bien, aunque no
representaba mucho, pero les alcanzó para alquilar un apartamento
pequeño en la Víbora y comprar las cosas esenciales. En los inicios de
la revolución adquirieron adornos en unos locales a los que llamaban
Recuperación de Valores: "eran las cosas que el gobierno sacaba de las
casas y mansiones de la gente que se iba para el Norte [Estados Unidos].
Vajillas de porcelana, búcaros, lámparas bellísimas, compramos hasta un
tocadiscos, todo era de uso. Como se iban apurados dejaban todas las
cosas atrás, hasta las ropas. Todo eso se vendía en Recuperación de
Valores", comenta Delia, que además recuerda lo que sucedió años después
con esos mismos objetos: "Allí [en Recuperación de Valores] compré
cantidad de adornos de porcelana y muebles. Fueron los que después
tuvimos que vender. […] En los 70 comenzaron las ofensas contra la gente
que tenía gustos burgueses, y en el edificio había muchos extremistas,
todavía los hay pero están solapados. Mucha gente escondió las vajillas,
las lámparas buenas o se deshizo de las cosas. La gente botaba los
adornos de Navidad. Ahora yo veo a la gente poniendo lucecitas y cosas
de Navidad pero en aquella época nadie se atrevía a poner un arbolito.
Era una época complicada y lo peor es que uno se acostumbra. Mi esposo,
como se metió en el Partido y en cosas de esas, tuvo que esconder una
parte de los adornos, las copas, lo más llamativo, pero yo las vendí a
escondidas de él, y en los 90 sí vendimos todo lo demás para poder
comer, como hizo mucha gente".
Quienes no tuvieron la suerte de heredar o de comprar en el pasado, o la
osadía de conservar los objetos a pesar de los prejuicios instituidos
oficialmente o de la imperiosidad de subsistir, han tenido que remediar
la situación de diversos modos o renunciar a embellecer su entorno privado.
Incluso para quienes gozan de considerables ingresos ―debido a las
remesas que reciben de sus familiares en el extranjero o a las ganancias
que les generan los negocios particulares u otras formas lícitas o
ilícitas de obtener dinero en relativa abundancia―, decorar y amoblar
con cierto buen gusto se convierte en una tarea frustrante o imposible.
Alina, vendedora de adornos de yeso, nos habla de los gustos de sus
clientes:
"Vendo estas cosas porque de algo tengo que vivir pero no dejo de
reconocer que no son muy bonitos. Aun así, la gente los compra porque es
lo que pueden comprar pero, además, se han acostumbrado. La gente adapta
sus gustos a lo que pueden. Conozco gente que creció entre adornos de
yeso y, actualmente, aunque tienen dinero, siguen adornando con adornos
de yeso, no los ven feos, el gusto se les ha deformado. Si eres
miserable, no puedes ver la miseria ni aunque la tengas en las mismas
narices. Eso mismo pasa con el gusto, si no tienes otra referencia que
no sea lo que hay en las tiendas, si no viajas y miras otras cosas, no
aprendes. […] con las novelas y las películas la gente ha ido cambiando
pero si no tienen dinero, nada se puede hacer".
En los últimos tiempos, la celebración de Ferias de Artesanía y la
apertura de tiendas vinculadas a la cultura, han hecho pensar que existe
una voluntad por parte del gobierno para incentivar el buen gusto entre
las personas, sin embargo, en las tiendas del grupo ARTEX, una empresa
comercial vinculada al Fondo Cubano de Bienes Culturales, las ofertas
están dirigidas al turismo y, en consecuencia, los precios resultan
abusivos. Su propio discurso promocional es insultante e hipócrita, al
suponer que sus productos son asequibles para una mayoría sin poder
adquisitivo.
En los años 80, desde la prensa escrita y la televisión, algunas
instituciones culturales y grupos de artistas intentaron reeducar el
gusto estético de las personas, sin embargo, las carencias materiales
hicieron difícil la tarea. A esa pequeña apertura o tolerancia
"ideológica" sobrevino muy pronto, a finales de esa misma década, una
nueva oleada de prohibiciones en lo que fue conocido como período de
"rectificación de errores y tendencias negativas" que dio al traste con
espacios televisivos y revistas que brindaban amplios espacios a debatir
sobre temas como el diseño, la decoración y la moda, que nuevamente
fueron culpados de frívolos, nocivos y desplazados por una vuelta al
ideologismo intransigente de los años 70, donde gusto y refinamiento
podían llegar a ser sinónimos de contrarrevolución. Una buena parte de
ese discurso se ha conservado en los argumentos que usan algunos
guardianes ideológicos para atacar expresiones de apertura informativa
como el "paquete semanal" o el acceso ilimitado a Internet.
Durante años, el gobierno se encargó de asociar el buen gusto con
actitudes que tachaban de "burguesas" y, mientras reservaba el lujo para
los más altos dirigentes, impuso, entre la gente del pueblo un modelo de
humildad "revolucionaria" relacionada con esa idea de "hombre nuevo"
alejado de cualquier otro asunto que no fuera la fidelidad a la
revolución y a sus líderes principales. Fue tan temprano como los años
60 que las fotos de Fidel, Camilo y Ernesto Guevara comenzaron a colgar
de las paredes de los hogares y se establecieron como de uso obligatorio
en lugares públicos, incluso en hoteles, bares y comercios de todo tipo.
En todas las instituciones, tanto militares como civiles, la uniformidad
aniquiló a la diversidad y los entornos se transformaron en espacios
para moldear la mente del individuo según las pautas trazadas por el
gobierno. En ese sentido, en las escuelas y universidades los muros de
las aulas sirvieron de soporte a inmensos murales con escenas de la
llamada "epopeya revolucionaria", en una estética entre el realismo
socialista y la alegoría romántica, una especie de esperpento estético
que aún nos afecta en la actualidad a la entrada de agromercados,
empresas estatales y hasta en nuestros propios hogares.
Source: Decorar en Cuba, una aventura frustrante | Cubanet -
http://www.cubanet.org/actualidad-destacados/decorar-en-cuba-una-aventura-frustrante/
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