Thursday, October 05, 2006

Por que si a la izquierda socialdemocrata?

¿Por qué sí a la izquierda socialdemócrata?

En junio de 2003 se publicaron unos papeles titulados: ¿Por qué no a la
izquierda socialdemócrata?

La intención en aquel momento era dar nuestra versión frente al
creciente y sincero asombro de numerosos socialdemócratas europeos –el
asombro de la derecha habría sido por razones inversas– ante el hecho de
que ningún miembro de lo que denominamos Lista Progresista Cubana fue
alcanzado por la ola represiva de la llamada Primavera Negra de 2003.

Aquella versión, tan válida como cualquier otra, pero fundada en la
observación y conocimiento del terreno, se basaba en dos consideraciones
obvias, resumidas así, y citamos: “Las autoridades se empeñaron en
justificar su represión, al más alto costo político, en términos de
seguridad nacional… Según esta justificación,… los 75 activistas pro
derechos humanos y periodistas independientes presos estaban conspirando
con poderes extranjeros –estadounidenses en este caso– para
desestabilizar y derrocar al gobierno. ¿Es cierto esto? Según la
evidencia pública, no. Lo que pone al descubierto las profundas
motivaciones de este blitzkreig (guerra relámpago) político”.

Ella continuaba: “En esta vuelta, en este rodeo aparente por los Estados
Unidos, el gobierno cubano perdió, definitivamente, la ruta que lleva al
grosero derribo de las puertas de la izquierda socialdemócrata. Opuesta
al embargo, crítica permanente de la concepción política norteamericana
hacia Cuba y otras partes del mundo, y alejada de la Oficina de
Intereses de los Estados Unidos en nuestro país –y de sus incursiones
diplomáticas poco ortodoxas– la alternativa socialdemócrata habría sido
reprimida y James Cason, jefe (en aquel entonces) de la Oficina de
Intereses de los Estados Unidos, no sería mundialmente famoso.”

La segunda consideración se explicaba de este modo: “La izquierda
socialdemócrata ha optado tradicional e invariablemente por el diálogo
político como principio, concepto y estrategia de la transición
democrática. Esto nos ha mantenido más dentro de la realidad que dentro
de la virtualidad del cambio político en Cuba… el diálogo es la antesala
del cambio institucional. Sin diálogo entre las partes no se dan el
reconocimiento y clima de confianza necesarios para elegir entre
alternativas. Cuba no es una democracia; pretendemos que lo sea. Y a una
democracia no se llega a través de súbitas elecciones libres. Las
elecciones libres se producen en países que han dado, o tienen ya
afianzados, otros pasos preliminares: uno fundamental, por ejemplo: que
los adversarios no se traten como enemigos irreconciliables”. Una
propuesta que seguimos creyendo inapelable por los sistemas represivos.

Pero, nos preguntábamos en otra parte del texto: “…, y después de esta
oleada represiva,… ¿Cuál será el próximo pretexto que utilizará un
régimen de pretextos como el cubano para enjuiciar y encarcelar al resto
de la oposición, incluida la izquierda socialdemócrata? Porque como
siempre nos recuerda el director del Centro de Estudios del Socialismo
Democrático en Cuba, (Dimas C. Castellanos, ahora también Coordinador
del proyecto Nuevo País), la naturaleza totalitaria del régimen no
ofrece garantía alguna para impedir el salto continuo desde la seguridad
nacional como pretexto externo hacia la seguridad frente a la opinión
ajena como excusa doméstica”.

Y concluían así aquellos papeles: “La tensión actual –que ha supuesto
la prisión injusta y severa para 75 pacíficos luchadores pro democracia
y la desarticulación, esperamos que provisional, de muchas alternativas
en Cuba– se puede entender también por la letal combinación entre la
arrogancia totalitaria del nacionalismo en el poder y la arrogancia
geopolítica del gobierno norteamericano. La izquierda socialdemócrata
ha escapado, por ahora, a las consecuencias más destructivas de esta
tensión. Pero no a la represión misma. La arrogancia totalitaria sigue
tratando de convencernos, con prácticas conocidas, de que estamos
equivocados”.

En octubre de 2006, tres años después, ha llegado el momento de cerrar
esa ronda de convencimiento, mediante prácticas terroristas, conocidas y
detestables, en torno a toda la oposición, incluyendo ahora también a la
izquierda socialdemócrata.

Según el principio económico de preferencia revelada, que explica los
motivos del consumidor a partir de sus acciones, llegó la hora para las
autoridades de decir a los cubanos y al mundo, a través de sus actos,
que no les interesa para nada su compromiso formal con los principios
que animan el Consejo de Derechos Humanos del que forman parte:
simplemente van a repudiar, golpear, detener, enjuiciar y condenar
severamente a la comunidad pro democracia en Cuba, por querer la
democracia y el respeto de los derechos humanos para su país: todo lo
que precisamente el Consejo de Derechos Humanos deberá promover en todos
los países del mundo.

La sólida barrera que debe distinguir entre acciones políticas
racionales e irracionales se rompe a favor de las segundas: ahora las
autoridades cubanas dicen alto, claro y sin máscaras: hemos condenado a
un hombre a 28 años de privación de libertad por exigir cambios
democráticos, y vamos a llegar hasta el límite de la vida misma, no
importa quién sea, si lo creemos necesario. De tal modo, la exclusión y
discriminación de un grupo de seres humanos, no por lo que hacen contra
la civilización sino por lo que hacen en su favor y como parte legítima
de ella, se entroniza como conducta de un Estado “humanitario”.

Perdida la batalla ideológica con los Estados Unidos, –por el simple
hecho de que estos han sabido explotar con todo su poder la carencia
fundamental del régimen cubano: tratar con respeto la específica
dignidad de cada ser humano, y esto a pesar de que la presidencia
imperial de Bush ha perdido la batalla geopolítica y carece de
legitimidad como juez en materia de derechos humanos– las autoridades
de la Isla pierden además la batalla ideológica en la izquierda, al ser
incapaces de sostener un debate abierto y sereno, desde los valores que
deben identificar a los progresistas, y al convertir a humildes
militantes del Partido Comunista en Guardianes de la Puerta: hombres y
mujeres que deben impedir a toda costa, apostados ante nuestras casas en
un desafío a la paz y la tolerancia, la circulación libre de las ideas
que se supone defienden. Semejante instrumentalización policial de una
organización ideológica es la señal más clara de la ausencia de ideas y
del exceso de hormonas… mal empleadas.

¿Por qué ahora, a diferencia de tres años atrás, sí se reprime con
fuerza a la izquierda socialdemócrata?

Hay dos razones claras: la primera es que se agotan el tiempo y el
repertorio de pretextos que un Estado racional “puede” emplear,
disueltos ya los vestigios de la Guerra Fría, para negar el ejercicio de
las libertades a sus ciudadanos. La comunidad internacional está cada
vez más sensibilizada, –con independencia del signo ideológico,
religioso, político o cultural de sus actores– con el derecho de los
ciudadanos, y menos con el derecho de los Estados. No hay nación, sea
del primer, segundo o tercer mundos, que no vaya respondiendo
positivamente –con sus propios tiempos y ritmos, en un camino
escabroso– a los fuertes reclamos de diversidad, pluralidad y
autorreconocimiento de sus ciudadanos.

El gobierno cubano, por el contrario, invierte cada vez más estas
sensibilidades y cierra el camino a las reformas, a los reformistas, a
la posibilidad abierta, comprobada y constructiva de interlocución para
la que hemos estado y estamos dispuestos –con todo el riesgo que
entraña–, y a la discusión urgente de un proyecto de nación que demandan
una parte significativa de la élite ilustrada del país y los ciudadanos,
votando con sus pies. En este progrom de intenciones definitivas contra
la diversidad, la izquierda democrática es víctima, junto al pluralismo
público de la sociedad, de ese exceso “hormonal” de Estado.

La segunda razón es que, una vez culminados los coyunturales ensayos
reformistas, el gobierno no tiene cómo enfrentar en el espacio público a
una izquierda socialdemócrata y a una corriente progresista que se
articula en torno a ella, y que son portadoras de un programa dotado de
propuestas atractivas, con un sentido estratégico de país, defensoras
reales de la independencia y soberanía de Cuba, abiertas a la
interracialidad profunda de nuestra cultura y que cuentan cada vez más
con visibilidad y apoyos internos y externos. Las autoridades parecen no
saber lo que quieren, más allá de retener indefinidamente el poder;
tampoco tienen un proyecto serio de país. Sí saben lo que no quieren:
unos demócratas y una izquierda democrática que, sin la perfección que
pretenden –y jamás logran– los Estados totalitarios, se consolida en la
sociedad y en el imaginario político de la Isla.

Pero fuera de todo ropaje, el gobierno cubano no asimila bien que la
izquierda socialdemócrata esté logrando enterrar dos equívocos poco
saludables para los cubanos, que han sido inculcados desde el poder a lo
largo de décadas: que la democratización de Cuba debe pasar por
Washington y que la defensa coherente de nuestra soberanía y dignidad
nacionales se conserva intacta solo en el Palacio de la Revolución.

Desde el año 2004, cuando se fundó la revista digital Consenso y en
represalia le fueron arrebatados los libros –luego devueltos– al
Portavoz del Arco Progresista, pasando por los actos de repudio que
sufrimos, las amenazas a líderes de la Lista Progresista Cubana, el
sabotaje y la obstrucción de encuentros regulares y reuniones, hasta la
muy reciente amenaza a activistas y líderes de esta concertación
comprometidos con la Acción Urgente Contra La Violencia, –a través de la
cual estamos obteniendo firmas de ciudadanos sensibilizados contra este
flagelo global–, el mensaje del gobierno cubano al mundo, lo cual
incluye a la izquierda, cualquiera sea su matiz, es el siguiente:

Somos la representación social y política de una verdad absoluta, no
admitiremos, por tanto, a los demócratas y a una izquierda democrática
dentro de la Isla, ni aceptaremos el diálogo razonable que esta propone
con el supuesto objetivo de encontrar salidas honorables y convenientes
para todos, dentro de la independencia y soberanía de Cuba. Nuestro
propósito es claro: destruirles y desacreditarles hasta lograr su total
erradicación. La izquierda, que “triunfó” en 1959, solo puede ser, y es,
comunista. El reloj empieza a correr, definitivamente.

Pero la izquierda democrática cubana también tiene un mensaje al mundo y
a la izquierda en todos sus matices:

Somos ciudadanos cubanos y ciudadanos del mundo, creemos en la libertad,
la democracia, la solidaridad, la equidad, la fraternidad y los derechos
humanos. Firmes en estas creencias, hacemos y haremos uso del derecho,
–consustancial a todo ciudadano responsable y a toda izquierda
auténtica– de imaginar un mejor futuro para nosotros y nuestros hijos;
pero necesitamos su solidaridad urgente. La solución final propuesta por
el gobierno de Cuba puede cumplirse definitivamente.


3 de Octubre de 2006

Manuel Cuesta Morúa
Portavoz

http://www.miscelaneasdecuba.net/media/word/LaIzquierdaSocDAP.doc

No comments: