Sociedad
Otro secreto de Estado
Si el dengue es un flagelo que el gobierno combate sin cuartel, ¿por qué
evita llamarlo por su nombre?
Federico Fornés, Ciudad de La Habana
martes 10 de octubre de 2006 6:00:00
Ni la doctora Lea Guido, representante en Cuba de la Organización
Panamericana de la Salud, sabe cuán grave es la epidemia de dengue en la
Isla. "En agosto nosotros recibimos una nota del ministro de Salud en la
que se planteaban casos de dengue en Cuba, incluso casos de dengue
hemorrágico", dijo a la agencia EFE y validó la estrategia local para
combatir al agente trasmisor, el mosquito aedes aegypti, de origen africano.
La misiva del doctor José Balaguer es la única confirmación oficial de
que el país sufre una epidemia, pero los cubanos están de espaldas a tal
noticia y sólo pueden disponer de conjeturas, disparatadas a veces.
En su edición dominical, el periódico Tribuna de La Habana se fue por la
tangente. "Cien y 300 pesos (4-12 dólares), y la obligación de
abstenerse de continuar con dicha conducta, son aún sanciones muy
tímidas cuando se tiene en cuenta que en tales descuidos puede írsenos
la vida", se quejó el rotativo al pedir sanciones más severas para los
responsables de criaderos vectoriales.
Las especulaciones en la calle son pluviosas y no encuentran
desmentidos. Se cifra en cerca de treinta las personas fallecidas por el
dengue, mientras los enfermos podrían haber rebasado los cincuenta mil.
Seis de las catorce provincias del país estarían infestadas.
"Con Fidel 'guardado' y la Cumbre en movimiento no quisieron poner más
nerviosa a la gente. De todas formas todo el mundo sabe que hay dengue",
opina el mesero de una cafetería habanera. Limpia con un trapo el
mostrador. Las moscas, escasas, levantan vuelo.
Me cuenta que un primo suyo estuvo ingresado en La Covadonga, uno de los
grandes hospitales de la capital. "Era impresionante ver todas aquellas
camas con mosquiteros grisosos, colgados con palos de lo que fuera. Eran
salas y salas llenas de enfermos".
"Ahora lo que necesitamos es ver en qué momento estamos (…), si (la
enfermedad) ha llegado a su meseta, si está bajando, y eso es lo que
estamos esperando que seguramente el país nos lo pasará en el momento
adecuado", señaló la doctora Lea Guido.
Celestino Díaz apenas logra dormir después del alba. Es custodio de un
almacén de víveres en La Habana y termina de madrugada, pero el ruido de
los aviones, al amanecer, lo arranca de la almohada, irremediablemente.
"Me tienen los nervios destrozados", dice con una pizca de malhumor.
"Comprendo que hay que hacerlo… acabar con el mosquito, creo que el
gobierno hace todo lo que puede", agrega ya más relejado.
Como miles, Celestino despierta al son de las avionetas. Vuelan a tan
baja altura, que puede leerse sin dificultad la matrícula en su
fuselaje. Esparcen un humo blanco y pestilente que es insecticida. Pero
si no son las fumigadoras aéreas, entonces será el ronroneo de las
motomochilas quien quite el sueño o el humo irritante de aspersores
montados en camiones.
Un asunto de seguridad nacional
Todo forma parte de una urgente estrategia para reducir al mínimo la
población del mosquito aedes aegypti, que según las autoridades
sanitarias no es endémico en la Isla.
La situación es grave y se maneja como un asunto de seguridad nacional.
Días atrás la prensa entregó cobertura de una reunión del presidente en
funciones de Cuba, Raúl Castro, quien afirmó que es una "prioridad" de
la dirección del país la campaña antivectorial.
El jefe de las Fuerzas Armadas dijo que la cruzada es seguida paso a
paso desde su convalecencia por el comandante Fidel Castro, cuya salud
mantiene el estatus de secreto de Estado.
Una reunión similar anterior, encabezada por el vicepresidente Carlos
Lage, había fijado la meta: "disminuir la infección del aedes aegypti,
casi llevarlo a cero".
Lage, ahora más visible como integrante del gabinete de crisis presidido
por Raúl, enfatizó en que se deben atacar las causas, como la falta de
higiene, y no sólo combatir el mosquito con fumigaciones. "Cuba
—aseguró— ha sido el único país que ha logrado controlar por largo
período al mosquito aedes aegypti. Es el único país que puede hacerlo
ahora".
Sin embargo, las crisis son reiterativas y devoran millones de dólares
del tesoro. Cuba, junto a Chile y Uruguay son los únicos países
latinoamericanos donde el dengue no es endémico, pero de 1977 a 2002 la
Isla sufrió cuatro epidemias y un pequeño brote.
La más reciente ocurrió entre junio de 2001 y marzo de 2002, con 14.524
casos, 81 de dengue hemorrágico, de los cuales fallecieron tres, todos
en la capital de la república, según un estudio especializado.
En 1977 abarcó todo el país, mientras que en 1981 se registró en la Isla
la primera epidemia de dengue hemorrágico en América, con más de 300.000
enfermos graves o muy graves y 158 fallecidos, de ellos 101 niños, según
cifras de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Las autoridades cubanas acusaron entonces a Estados Unidos de haber
introducido la enfermedad en la Isla como parte de una guerra biológica
que contiene otros episodios también dramáticos y dolorosos. La razón
esgrimida y harto plausible es que la variante hemorrágica estaba
ausente en ese año en todo el entorno hemisférico.
En 1997 se localizó en la oriental Santiago de Cuba otra epidemia,
mientras que en septiembre de 2000 hubo un brote en La Habana con 138
casos de dengue.
Según el Ministerio de Salud Pública de China, el dengue es una seria
enfermedad infecciosa que mata a 25.000 personas e infecta a más de 100
millones cada año en regiones tropicales y subtropicales del mundo.
Todavía no hay una vacuna disponible.
China es una de las naciones infectadas con el virus. También hay
reportes recientes de India y Panamá.
Más casos y causas
Esta vez, la alta prevalencia de dengue tendría entre sus factores
desencadenantes el frenético trasiego de viajeros latinoamericanos y
caribeños llegados a la Isla para ser beneficiados por la Misión
Milagro, un programa tutelado por Cuba y Venezuela para salvar de la
ceguera a millones de ciudadanos pobres.
"No los ponen en cuarentena, como hacían con los cubanos que regresaban
de África. Tampoco a los jóvenes que vienen a estudiar Medicina les
hacen exámenes", estima una costurera que trabaja en un taller de
confecciones escolares. "Se corre que también hay brotes de malaria".
Fuentes médicas consultadas desmintieron esto último. "Hasta ahora no
han indicado prueba de gota gruesa de sangre", asegura un epidemiólogo
comunitario. "Además, la sintomatología del dengue y la malaria, aunque
son parecidas, ofrecen datos diferentes que te permiten un diagnóstico
adecuado".
A finales de 2004 había zonas de riesgo de transmisión del paludismo en
107 países y territorios, y unos 3.200 millones de personas vivían en
zonas de peligro de la enfermedad que puede ser trasmitida por el
mosquito anopheles albimanus, presente en Cuba. En 1967 la Isla fue
declarada libre de paludismo.
"Casi todos los días me han visitado. El médico de familia, los
trabajadores de la campaña, los muchachitos del ejército y todos
preguntan lo mismo. Si hay personas con fiebre, si tengo tanques o la
cisterna destapados y hasta si me ocupo de vasos espirituales", refiere
un ama de casa de la barriada de Marianao, cuya vecina de patio contiguo
está ingresada por dengue.
Su casa, con árboles frutales, ha sido fumigada dos veces por semana. Se
trata de una mezcla de petróleo con insecticida —malathion en algunos
casos— que obliga tapar los alimentos y enseres domésticos.
"Me sacaron una semana del trabajo. No pude decir que no", manifiesta el
barman de un club nocturno del Vedado. La bazuka que carga expele
todavía una pequeña lengua de fuego al terminar la fumigación. Suda a
mares. En su oreja derecha reposa una ramita de vencedor. ¿Un amuleto?,
pregunto a modo de despedida. "Dicen eso", responde, y carga nuevamente
la bazuka. El humo escapa por las ventanas cerradas.
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