POLITICA
Los fantasmas del comunismo
Luis Cino
LA HABANA, Cuba - Octubre (www.cubanet.org) - No me gusta ver los
fantasmas de Torquemada y Mc Carthy con la lupa de Sherlock Holmes
rondar por los predios de la libertad. En algunas publicaciones del
exilio se está descalificando a ciertos opositores acusándolos de
enrumbar por el camino rojo. A algunos se les intenta vetar echando mano
al argumento de que alguna vez fueron simpatizantes del régimen. Contra
otros desempolvan su pertenencia a la Juventud del Partido Socialista
Popular. Los demás simplemente resultan de un matiz demasiado rosado
para el gusto de sus críticos.
No veo la utilidad de que, justo ahora, cuando más se precisa la unidad
de todos frente a la dictadura, se ponga de moda espantar el fantasma
del comunismo rebatiendo criterios de personas comprometidas con la
causa de la democracia. Es como invocar a los espíritus de Beria y Stalin.
No es bueno hurgar en las llagas. En Cuba, si se habla de complicidades
con el desastre, cuesta encontrar quien pueda lanzar la primera piedra.
Además, a estas alturas del castrismo y en un mundo donde se difumina y
se relativiza la distancia entre la izquierda y la derecha, va
resultando anacrónico hablar de comunistas. Peor aún es proyectar el
anticomunismo de los tiempos de la Guerra Fría a un futuro de democracia.
Luego de 47 años de una dictadura que no renuncia a los préstamos
tomados del marxismo-leninismo, es lógico que haya prejuicios contra
todo lo que recuerde, siquiera remotamente, al comunismo. Desde que en
1925, Carlos Baliño, Julio A. Mella y Fabio Grobart tuvieron la
ocurrencia de fundar la versión tropical del Partido Bolchevique, los
comunistas cubanos tuvieron la peculiar característica de equivocarse,
contradecirse y estar del lado errado de la raya la mayoría de las veces.
Su historia es triste; pactaron con Machado el fin de la huelga general
en agosto de 1933. Recorrieron el Camino de Yenan en brazos de Batista.
Tildaron de putchista y aventurera la insurgencia fidelista y luego se
uncieron al carro triunfante de la revolución para acabar defenestrados.
La primera de las purgas contra el Partido Socialista Popular fue en
abril de 1962. El encarcelamiento de Aníbal Escalante y varios de sus
camaradas fue el remate de una jugada sucia y cruel. Significó el fin de
un partido errático y confuso, atado corto a Moscú, pero en el que
siempre hubo debate y respeto por las disidencias. En sus filas había
más socialdemócratas repugnados por la matanza de Budapest que
estalinistas convencidos.
Los dirigentes del PSP eran hombres infinitamente más decentes que los
autotitulados comunistas que les sucedieron y todavía nos desgobiernan.
Cuando en 1980 los cubanos no salíamos del asombro y el horror ante el
espectáculo vil de los mítines de repudio, al veterano líder comunista
Blas Roca la indignación no le hizo fallar la puntería al calificarlos:
"Esto es fascismo".
Antes de 1959, la vieja guardia comunista respetó las reglas del juego
democrático y participó de modo decisivo en la Asamblea Constituyente de
1940. Sus trapisondas y reculateos políticos no fueron muy diferentes de
los de los auténticos, abecedarios u ortodoxos.
No creo que la prolongada experiencia totalitaria cuando termine deje a
los cubanos muy alejados de un centro próximo a la izquierda. La
política cubana siempre careció de una derecha coherente y responsable.
Jorge Mañach, Márquez Sterling y Cosme de la Torriente fueron notables
por su excepcionalidad.
En el espectro político posterior a 1933, siempre primó un imaginario de
izquierda, socialdemócrata. Hasta Batista en 1940, a la cabeza de la
Coalición Socialista Democrática, se preciaba de serlo. La Unión
Revolucionaria Comunista estaba en la coalición. Le ayudó a ganar la
presidencia y le facilitó dos ministros sin cartera en su gabinete.
También Ramón Grau "cuadró la caja" con el PSP en la unión
auténtico-socialista.
Los comunistas, a partir de 1933, no fueron vistos como excrecencias
monstruosas. Ahora sí, conozco muchos compatriotas que se ofenden si
alguien por broma los llama comunistas. Ahora mismo, en Cuba, los
comunistas, retóricos y escasos de teoría, están, si acaso, en el Comité
Central. No hay muchos más. Los que aspiren a la revancha anticomunista
pasarán tanto trabajo en hallarlos como Tartarín de Tarascón cuando
buscaba leones que cazar.
No obstante, la mayoría de los cubanos, disidentes incluidos, se
muestran recelosos con el mercado salvaje, abogan por algún grado de
intervención estatal en la economía y desean preservar y mejorar las
actuales políticas sociales. Inevitablemente, el futuro tendrá que
contar con esas visiones. No imagino una democracia post castrista sin
las voces de Vladimiro Roca, Elizardo Sánchez Santacruz o Manuel Cuesta
Morúa.
Para la futura república será tan necesaria una derecha consistente y
creíble como una izquierda democrática y responsable.
Cuentan que en una ocasión un colega comunista del hemiciclo bromeó con
Orestes Ferrara acerca del burro del Partido Demócrata norteamericano en
el pasador de su corbata. "Lindo pasador, ¿es un retrato de familia,
senador?". "No", contestó socarrón Ferrara, "es un espejo". Los
añorantes de la Guerra Fría que cazan comunistas entre los que hoy
luchan por la democracia corren el riesgo de verse en ese espejo.
http://www.cubanet.org/CNews/y06/oct06/27a8.htm
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