FIDELINA
Shelyn Rojas
Bitácora Cubana, 23 de octubre de 2006 - La Habana
Nació en Centro Habana, bajo el signo Leo. Un 13 de agosto. El mismo
día que el gobernante, pero en 1959. En honor a éste, sus progenitores
la bautizaron Miriam Fidelina.
En el apartamento de sus padres, desde un cuadro en la pared, dominaba
la sala la figura del gobernante. Se educó descalza, bajo el rojo y
negro del 26, las notas de la internacional.
Cuando tuvo la edad requerida para pertenecer a las Fuerzas Armadas
Revolucionarias (FAR) se alistó voluntariamente. Pasó su preparatoria en
las Milicias de Tropas Territoriales (MTT). El día de su iniciación en
las FAR, junto a varias como ella, el ómnibus donde eran trasladadas
para el centro militar La Cabaña, sufrió un accidente. Tres fueron
reportadas graves, entre ellas Fidelina. Las lesiones a causa del
accidente no le permitirían realizar sus sueños. El dictamen médico así
lo notificaba.
Al verse en el hospital Calixto García, abandonada por todos los
instructores de las MTT, insistió en que quería ser militar.
Alteró los papeles médicos para incorporase en el servicio militar para
mujeres. "Había dado todo por la revolución". Pero no pudo, el dictamen
médico era válido e inalterable.
Para independizarse de su familia se metió en un cuarto, en un solar de
Atares, en el municipio Cerro.
La habitación apenas medía tres metros cuadrados, sin baño ni cocina. La
puerta y las ventanas estaban desbaratadas, pero ella era feliz.
Dos vecinas del solar no querían que Fidelina viviera allí. Las razones
que exponían era que ella era una desafecta. Estas vecinas tenían
influencias en la reforma urbana y nunca le legalizaron el cuarto a
Fidelina.
Vendía viandas y frutas en una carretilla por las avenidas y con eso
resolvía algo de dinero para malamente comer y vestir.
Cuenta Fidelina, llorando, que nunca fue a las calles de prostitución de
Monte y Cienfuegos. Pero conoció a un canadiense, que más tarde fue su
hermano y amigo, le envió más de dos mil dólares para que pudiese
comprarse, por la bolsa negra, un apartamento.
Una noche que Fidelina se ausentó del cuarto, le robaron el dinero y
todo lo poco que tenía. Cuando apareció el dinero, en la estación de la
Policía Nacional Revolucionaria (PNR), le devolvieron la mitad. Hizo lo
imposible por recuperar todo su dinero. Incluso acusó a la propia PNR.
En los tribunales no ganó. El poder es de ellos, de nadie más y la razón
también. Fue retenida en los calabozos de la estación policíaca por una
semana. Una noche mientras dormía entre la pestilencia y el calor, en el
piso, la despertó la mordida de una rata. Gritaba desesperada y
aterrada. Cuando apareció el guardia, le suplicó sangrando que la
llevaran al hospital. Este se negó.
A los dos días, cuando fue puesta en libertad, se personó en el hospital
y fue inyectada para prevenir la leptospirosis.
Nuevamente fue acusada y llevada a prisión. Esta vez por dos años, bajo
el supuesto delito de peligrosidad.
Al salir de la prisión, aún tenía esperanzas de un nuevo comienzo.
Regresó al cuarto donde había vivido por más de ocho años. Estaba
ocupado por un sobrino de la vecina de al lado. Recurrió a la delegada
del Poder Popular.
La delegada al verla la reconoció por Miriam, la presa. Omitió el
Fidelina. Le ratificó que al cuarto no podía regresar. Fue a ver al jefe
de sector y a otras organizaciones pertinentes. Quería recuperar su
cuarto. Todo fue en vano.
Fidelina duerme en el parque central de la ciudad. Vigilada por la luna
y las estrellas. Escondida de las autoridades, cose zapatos viejos que
les compra a los "buzos" de la ciudad. Los vende a precios bajos y con
eso subsiste.
Comenta Fidelina que no creía que a tantos años de revolución, existiera
el desalojo. Mucho menos ir presa por falsos testimonios. Al salir de
prisión, las autoridades, le prometieron que le darían oportunidades de
reintegrarse a la sociedad. Le han cerrado las puertas.
Exige que la llamen por su primer nombre: Miriam. Ya no quiere ser
Fidelina. Ahora busca afanosamente una forma de hacer oposición al gobierno.
Fidelina calza zapatos rotos y de su infancia sólo queda el color negro.
Ya no recuerda la internacional. Cuando visita la casa de sus padres,
mira con desprecio el retrato desgastado que aún domina la sala.
http://www.bitacoracubana.com/desdecuba/portada2.php?id=3152
No comments:
Post a Comment