Todos los hombres del Comandante
Juan González Febles
LA HABANA, Cuba - Diciembre (www.cubanet.org) - Servir al Comandante, más que oficio, es profesión de fe. Se gana tanto como sirviendo al Diablo, y se pierde en proporción adecuada. Son muchos los hombres que le han servido con lealtad. Entre ellos están los que lo han hecho embriagados de patriotismo, con la esperanza y el corazón puestos en la idea y no en el hombre. Estos se extinguieron mucho tiempo ha.
Quedan los que consagran su servicio al hombre, éstos son los hombres del Comandante. Son personas con hábito castrense y castrista. Preparados para la bala, pero también para el insulto y el escarnio público. Algunos han llegado a ser abofeteados. La norma es que los caídos en desgracia se humillen. Pero los hay que rompen diques. Como el otrora poderoso empresario de construcciones civiles que retó al Comandante a liarse a puñetazos y acabó ocupándose de la basura en un oscuro municipio habanero.
Entre los castristas hubo y hay gente digna. Uno de ellos fue el ex canciller Robaina. ¡Quien lo diría! Robaina, bautizado por su pueblo de bromistas como "pulovito" o como "Salsero Mayor", por insistir en ser quien era y por ende, vestirse y pensar como le dictaba su cabecita, fue digno en su caída. Hoy, trabaja envuelto en la atmósfera fluvial del contaminado río Almendares. Se ocupa de problemas resueltos y asuntos sin importancia. Comparte estas responsabilidades con otro ex ministro en desgracia.
Otro de los hombres del Comandante en desgracia es el célebre José Luis Padrón. Este fue uno de los golden boys del antiguo Ministerio del Interior. Compartió castings con Antonio de La Guardia, el condotiero chileno Carlos Alfonso ("Guatón", Max Marambio) y toda aquella ilustre banda de forajidos. Luego de ser humillado, perdió además a su hija adolescente en un oscuro incidente vinculado a su defenestración.
Dicen los que le conocen que permanece fiel a su Comandante. Sin comentarios.
Todo parece indicar que servir a Fidel Castro es un asunto muy escabroso. Como apuntamos al principio, equivale a servir al Diablo. Al final se pasa la cuenta y el saldo suele ser desfavorable para los servidores.
¿Qué me dicen de José Abrantes? El pobre tipo murió en una mazmorra idéntica a las que usaba contra los enemigos del poder que ostentaba. Sufrió el trato profesional que contribuyó a perfeccionar. Fue defendido por el mismo Comité Cubano Pro Derechos Humanos que combatió en sus días triunfales de ministro castrista. Dio a sus semejantes un ejemplo fáctico de cómo funciona la Ley de Karma. Murió abandonado, traicionado y solo.
Otro ejemplo clásico es el del Comandante de la Revolución Ramiro Valdés. No perdió la vida y conserva los oropeles oficiales. Sólo perdió la confianza de sus antiguos subordinados del Ministerio del Interior. También la autoestima. No pudo o no quiso interceder por sus hombres cuando éstos cayeron en desgracia en 1989. Hoy es un cadáver político entorchado en quien nadie cree y de quien nadie espera algo.
Ni tan siquiera la familia escapa a este fatum. El otrora súper ministro Marcos Portal fue chivo expiatorio en la última crisis energética. Luego de "resuelta" la crisis, la electricidad ha quedado en veremos. Seguimos a oscuras, las tarifas se incrementan y Doña Yadira no da la luz.
Siempre existen las excepciones que confirman la regla. Una muy significativa es el general de cuerpo Abelardo Colomé Ibarra -Furry para los suyos. En 1989 -según fuentes muy confiables- rehusó presidir el Tribunal que juzgaría a su colega de armas Arnaldo Ochoa. Alegó que el general Ochoa salvó su vida en una de las empresas internacionalistas en que participaron juntos siendo jóvenes. A pesar de este gesto, sin duda alguna valiente e hidalgo, conservó su lugar en la corte. No conozco hasta el presente otro caso con estas características. Mis respetos, general.
La otra cara de la moneda, la tenemos en el también general Ulises Rosales del Toro. Este pobre hombre puso su fidelidad al Comandante por encima del agradecimiento al camarada que también salvó su vida. En su momento presidió el tribunal que segó la vida de Ochoa, La Guardia y los otros infortunados.
Recientemente fue humillado e insultado en público por el Comandante. Debe asumir, entre otras cosas, el desastre azucarero. Luego regresará al regazo protector del número 2. Mejor hubiera sido no salir nunca de allí, ¿verdad, Ulises? ¡Qué le vamos a hacer! Así paga el Diablo.
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