POLITICA
Un enemigo externo necesario
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, Cuba - Septiembre (www.cubanet.org) - Muchos académicos,
políticos y periodistas extranjeros, cuando nos visitan, no dejan de
preguntarnos cómo es posible que en Cuba, un país occidental, se haya
podido mantener un régimen totalitario durante ya casi 50 años, sin que
todavía se vislumbre su término.
Este cuestionamiento siempre ha resultado difícil de responder, aunque
está claro que en ello han incidido elementos internos y externos
favorecedores de esta triste situación. En el plano doméstico, la
ruptura del proceso constitucional en 1952 por la tiranía de Fulgencio
Batista creó un estado de desesperación en la población. Esto, bien
aprovechado por políticos jóvenes, indudablemente muy hábiles, les
permitió convertirse en árbitros absolutos de los destinos nacionales,
bajo promesas de un futuro mejor para el pueblo, lo cual promovió un
amplio sentimiento de gratitud y fe en esas personas, resultante en un
enorme capital político que sirvió para fines muy distintos
No puede olvidarse que el pueblo cubano había sufrido muchas
frustraciones, como fue la no plasmación en hechos concretos de la
Constitución de 1940 y la falta de honestidad de algunos políticos que
en ciertos momentos habían concitado muchas esperanzas.
Paralelamente a esos factores internos, esbozados aquí sintéticamente, y
de los cuales se podría hablar mucho más, el proceso iniciado en 1959
coincidió en el plano internacional con la división del mundo en dos
bloques antagónicos, inmersos en la llamada Guerra Fría, lo que también
fue utilizado ingeniosamente por los dirigentes de la revolución cubana
mediante la alianza con la Unión Soviética y sus seguidores,
consiguiendo un enorme financiamiento que por su magnitud sobrepasó con
creces los volúmenes otorgados por el Plan Marshall de Estados Unidos a
la mayoría de los países europeos terminada la Segunda Guerra Mundial.
El apoyo material cesó a finales de los años 1980, como se sabe, al
producirse los cambios políticos en el bloqueo soviético. Desde hace
unos años ha sido sustituido por la poderosa subvención de Venezuela.
Sin embargo, las ayudas provenientes del exterior no se han limitado a
esos países. Habría que agregar la invalorable colaboración con el
totalitarismo de las administraciones de Estados Unidos en el plano
político durante decenios. Una actuación que en todo momento ha estado
en contradicción con la política que en otras regiones siempre ha
ejecutado la gran nación del norte, por ejemplo el apoyo brindado a la
Östpolitik de Willi Brandt, Canciller alemán, o las políticas de
apertura seguidas hacia China y Vietnam, todas resultantes en avances
hacia reformas y cambios en beneficio de sus pueblos.
¿Cómo pudiera explicarse el desafortunado hacer político para los
cubanos, de una nación que más que una potencia militar y económica ha
sido faro de democracia y libertad para todos los pueblos, con
personalidades como Lincoln, Wilson y Franklin Delano Roosevelt, quienes
promovieron con sabiduría no sólo el progreso de su país, sino del
mundo? Quizás la respuesta sea que lamentablemente los destinos de
nuestro país han pasado a ser una cuestión de política interna de los
Estados Unidos a causa de la actuación de compatriotas que, aunque bien
intencionados, se encuentran distantes de las realidades que vivimos en
Cuba.
El Dr. Jorge A. Sanguinetty publicó un artículo en el Diario las
Américas titulado Ayudan a Castro y no lo saben, en el cual el conocido
pensador cubano, nada dado a posiciones extremas, brinda las claves de
esta absurda situación con varios ejemplos que muestran hechos que
sirvieron de coartada al totalitarismo para prolongar su estancia en el
poder.
No es un secreto para nadie que muchas iniciativas tomadas por las
administraciones norteamericanos en los años 1990 a instancias de
sectores del exilio sirvieron de cobertura a los elementos más duros del
régimen para cultivar el nacionalismo, aplastar a los elementos que
dentro del gobierno abogaban por reformas, para frenar e incluso dar
marcha atrás a algunos tímidos cambios realizados y fomentar el terror.
En adición a los obstáculos puestos a Concilio Cubano en 1996 y los
continuados ataques contra el Proyecto Varela, que sirvieron en cierta
manera para dividir a la oposición cubana, citados por Sanguinetty,
pudiera añadirse las presiones que llevaron al presidente William
Clinton a firmar la Ley Helms-Burton, denominada por muchos como la Ley
Helms-Castro, y una serie de estridencias, cuyo punto culminante para
beneficio del gobierno de La Habana fue el caso del niño balsero Elián
González, que ayudó al totalitarismo a recuperarse de los golpes
ideológicos sufridos durante el Período Especial, llevando el
chauvinismo a su cúspide.
Coincido con Sanguinetty en que los segmentos del exilio involucrados en
estas prácticas "no llegaron a vivir bajo un verdadero régimen
totalitario; lo que saben del mismo, lo saben teórica o indirectamente
y, por lo tanto, carecen de una comprensión cabal de cómo se vive en
Cuba. Desconocen que el país que dejaron ya no existe".
Yo agregaría que además, muchas de estas personas, muy influyentes, pero
no una mayoría, están muy golpeadas por haber perdido sus propiedades,
por haber sido maltratados, algunos por haber cumplido años de prisión o
perdido familiares cercanos, todo lo cual favorece, comprensiblemente,
la obnubilación del pensamiento. Eso es muy humano y conduce a cometer
errores, pero se necesita mantener el corazón ardiente y la mente bien
fría para adoptar las mejores decisiones.
Creemos que la inmensa mayoría de estas personas son buenos cubanos,
aunque profundamente equivocados desde nuestra modesta opinión. No
obstante, no seríamos sinceros si dijéramos que también en el exilio hay
un reducido número de personas a quienes lo menos que interesa es un
cambio democrático en Cuba y, que al igual que los cabezas calientes de
La Habana, desean vivir en este ambiente de confrontación del cual sacan
pingües ganancias.
Ellos son quienes calumnian sin recato alguno a los que luchamos dentro
de Cuba, que pasamos por la cárcel y estamos dispuestos a regresar a
ella, o a realizar cualquier otro sacrificio en aras de la
democratización de nuestra Patria y la reconciliación nacional, mientras
ellos se dedican a fomentar el odio y darle argumentos al totalitarismo
con hechos algunas veces execrables, no sólo condenados por la opinión
pública internacional, sino por el pueblo cubano, lo cual de ningún modo
beneficia nuestros nobles objetivos.
Por suerte las personas que así actúan en el exilio son menos cada día.
Los cambios en el alma y la mente no sólo se producen en el interior de
nuestro archipiélago; prueba de esto es la creación de Consenso Cubano y
los Pilares para un Consenso Cubano, donde se llama a la reconciliación
de todos los hermanos, demostrando con hechos la grandeza de quienes
sufren y anhelan el retorno a nuestro hogar común.
Hoy, que podrían estar creándose las posibilidades de un reencuentro
nacional por encima de ideologías, debemos examinar nuestras posiciones
y dirigirlas hacia políticas más eficientes que tomen en consideración
las experiencias que dieron por resultado la libertad y la democracia
para otros pueblos, sobre la base de las condiciones concretas de
nuestro país.
La firmeza de principios y la flexibilidad en determinados momentos,
como demuestra la historia, no son excluyentes. Ha llegado el momento de
no continuar brindando al totalitarismo la coartada del enemigo externo.
http://www.cubanet.org/CNews/y06/sep06/21a8.htm
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