Monday, September 11, 2006

Las casonas del barrio alto

SOCIEDAD
Las casonas del barrio alto

Luís Cino

LA HABANA, Cuba - Septiembre (www.cubanet.org) - Para Pete Seeger, el
padre de los folkloristas norteamericanos, el éxito, la suerte y los
aciertos siempre fueron relativos.

Las canciones más solicitadas de su repertorio, inspiradas tanto en el
Eclesiastés como en la obra de Mijail Sholojov o canciones del folklore
africano, norteamericano y caribeño, han sido éxitos para otros
intérpretes, como The Byrds, Joan Baez o Trini López.

En 1961, en un campamento de las montañas Catskills, Seeger conoció a
Héctor Angulo, un joven cubano exiliado. Angulo musicalizaba algunos de
los Versos Sencillos de José Martí con los acordes de la Guantanamera.
Era una vieja tonada de Joseíto Fernández, que en un tiempo sirvió en la
radio cubana para cantar sucesos de la crónica roja.

Pete Seeger quedó impresionado por el efecto dulce y amargo de la
combinación. La incorporó a su repertorio, con los versos de Martí
cantados en inglés, y convirtió la Guantanamera en un éxito pop
internacional.

La izquierda mundial tomó la Guantanamera como uno de sus himnos de
solidaridad con la entonces joven revolución de Fidel Castro. Fue una de
las ofrendas musicales de Seeger a la canción protesta.

La otra fue Little Boxes (Los cajoncitos). La compuso Malvina Reynolds
en 1963. La cantautora se inspiró para escribirla en las interminables
filas de casitas idénticas en los suburbios de San Francisco. Todas como
pequeños cajones. Según Seeger "la maquinaria nos dice a todos,
capitalistas o comunistas, que si queremos casas baratas, las aceptemos
como ellos las hacen: rectangulares".

La canción fue un éxito en muchos países. En la Unión Soviética, a
mediados de los 60, fue muy popular su versión en ruso, "Dachki dachki".
En Latinoamérica, Cuba incluida, fue más conocida, casi una década
después, en la versión del cantautor chileno Víctor Jara.

Jara la tituló "Las casitas del barrio alto" y era una irónica crónica
sobre la vida en los barrios aristocráticos de Santiago de Chile, por
aquellos días convertidos en un hervidero de conspiraciones contra el
gobierno socialista de Salvador Allende y la Unidad Popular.

Los tiempos de la canción protesta pasaron, pero quién quita que suceda
un milagro y algún cantautor cubano de la novísima trova, mezcla de
rockero y contestatario tímido, haga otra versión de la canción.

Si la va a titular "Los cajoncitos", ahí están para inspirarlo Alamar,
San Agustín, Reparto Eléctrico y otras decenas de feos e incómodos
barrios de micro brigadas repartidos por todo el país. Sus humildes
moradores tuvieron que esperar años, trabajando como esclavos, doce
horas diarias y dos domingos al mes, amén de las horas voluntarias, para
que el gobierno les concediera la gracia de habitarlas. Son los mismos
cajoncitos que florecieron bajo el socialismo real en Moscú, Varsovia o
Bucarest

Si el título va a ser "Las casitas del barrio alto" entonces la historia
es otra.

Se equivocó Seeger, se equivocaba. La maquinaria no dice precisamente lo
mismo a capitalistas y comunistas. El cantor de protesta olvidó que bajo
el comunismo, algunos son más iguales que otros.

Basta caminar por las calles de nuestros barrios altos, Miramar,
Cubanacán, Biltmore, y observar sus casonas. Las heredaron de la
burguesía derrotada o sencillamente las tomaron por asalto. A punta de
pistola o metralleta.

Los barrios residenciales de la nueva clase, convertidos en zonas
congeladas para el resto de los mortales, contrastan con el resto de la
ciudad. En ellos no se acumula la basura, no hay salideros de aguas
albañales, el césped es atendido y las fachadas recién pintadas. Por sus
calles circulan carros modernos, la gente viste ropas de marca y su piel
no es cetrina.

Las casas, amplias y con jardines cuidados, están protegidas por
elevadas cercas, para que nadie atisbe en sus vidas privilegiadas con
aire acondicionado.

Nada es perfecto. En algunas casas de Miramar o Nuevo Vedado (los otros
barrios son inaccesibles) viven elementos extraños. Se nota en el
deterioro de las viviendas. Las habitan rezagados del pasado y otros
advenedizos. Son las moscas en la leche, cuidadosamente vigiladas para
que no cometan indisciplinas sociales u otras conductas impropias de las
que tanto disgustan a la nueva clase.

Con ellos no hay tregua. La élite combativa está dispuesta a morir, como
dijo otro cantautor, "por la gloria que se ha vivido". Sus casonas y
privilegios son también parte de esa gloria y no la menos importante.

Si el cantautor que se disponga a componer la nueva versión de "Las
casitas del barrio alto" vive en un suburbio como el mío y alguna vez se
ha sentido como un piojo deambulando por las calles de Miramar, de
seguro necesitará poco más para activar su musa.

Sólo doy la idea. No me hago responsable de las consecuencias para el
cantor.

http://www.cubanet.org/CNews/y06/sep06/11a7.htm

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