Sunday, September 24, 2006

Hitler y Castro

Hitler y Castro
2006-09-21
Ramón Humberto Colás

Cuarenta y seis años después, los cubanos continuamos preguntándonos
cómo pudo suceder que una nación de hombres como Félix Varela, José
Martí, Luz y Caballero, Juan Gualberto Gómez, Antonio Maceo y tanto
otros, pudieran abrazar una ideología como el comunismo. Es la misma
interrogante que hoy muchos en Alemania se hacen después de más sesenta
años del fin del nazismo.

La gran potencia del pensamiento, la filosofía, las letras y los grandes
poetas generó a Adolfo Hitler y la mayor de las antillas con un largo
historial de lucha por los valores humanos a Fidel Castro.

El grado de crueldad de Hitler es considerado insuperable para muchos.
Sin embargo, otros consideran que la proyección del mal provocado a
diferentes naciones del mundo por gobernantes como Slobodan Milosevich
en Yugoslavia, Ceausescu en Rumania, Idi Amin en Uganda, José Stalin en
la desaparecida Unión Soviética, Sadan Husein en Irak y Castro en Cuba
entre otros, se iguala al dictador alemán por la intencionalidad del
daño ocasionado.

Todos fundamentaron sus modelos en la degradación de la persona humana y
del adversario político. La similitud entre todos esos personajes
siniestros radica además, en la evidencia de una perturbación mental, el
apego al acto criminal, la obsesión por permanecer en el poder, la
creencia en un conjunto de ideas magnánimas que supuestamente
beneficiarían al pueblo y la justificación que hacen de sus eventos crueles.

El castrismo en Cuba y el ideal nazi en Alemania tienen una cercanía tan
evidente que parecen ser idénticos o uno calco del otro. Ambos se
originan en el auge de la lucha ideológica y en el intento de superar el
pasado histórico de cada uno en sus respectivos países. Hitler hipnotizó
a los alemanes con un discurso retorcido por la agudeza de sus
argumentos y por la creencia de una superioridad aria, que predestinaba
al pueblo alemán a ocupar el sitial de mayor dignidad en el mundo.

Castro, fascinado por trascender en la historia, encontró en el marxismo
el espacio ideal donde acomodar sus ambiciones de poder. Enquistado en
un discurso similar al de Hitler por sus aspavientos, entonación y
mímica, el gobernante cubano se presenta como el paladín de los pobres y
el Mesías de nuestros tiempos, capaz de liderar a un mundo concebido por
la hegemonía de la ideología comunista.

Si bien, el nazismo intentó hacer de la nación alemana una nueva
expresión de la cultura, el modelo cubano bajo Castro ha considerado
convertir a Cuba en una sociedad gloriosa y dependiente de una autonomía
sujeta a su ideario personal. También los nazis quisieron crear un
hombre nuevo, tal como promueve el totalitarismo cubano. Este debía ser
obediente y atesorar la fidelidad al máximo líder y a la revolución por
encima de todo, de manera tal que llegara a sustituir el humanismo por
el menosprecio hacia la piedad, cuando de defender los supuestos valores
del sistema se trate.

El odio, la persecución y el aniquilamiento por parte de Castro a sus
adversarios políticos, recuerda el desamparo del pueblo judío ante los
hostigamientos nazis. Los actores de esos crímenes tenían alma de
patibularios confesos y accedían a obedecer con la mayor frialdad
cualquier orden bajada del Tercer Reich o del palacio de la Revolución.
Ahí están las imágenes del horrendo crimen contra los pueblos europeos
ocupados por los fascistas alemanes. También el castrismo tiene su lado
oscuro. En 1959 fueron masacrados decenas de personas en Santiago de
Cuba y sepultadas en una fosa común dando inicio a múltiples ejecuciones
sumarias a lo largo del país.

Los hitlerianos idearon una forma de matar con eficiencia. Los
castristas también. Los primeros llegaron a experimentar con seres
humanos hasta degradarlos al nivel de un animal de laboratorio. En Cuba,
los condenados al pelotón de fusilamiento, son llevados antes de morir a
una clínica para extraerles la mayor cantidad posible de sangre, que una
vez convertida en plasma y otros derivados, son comercializados en un
mercado de lujo aportando jugosas ganancias para Fidel Castro.

Hitler y Castro son personajes abominables y petardistas. Ambos
condenaron a sus pueblos a la aventura y la vileza. Al odio y a la
adulación. Al crimen y a la estafa. Condenaron a los hombres buenos
rodeándose de seres humanos sin esa condición. Esculpieron el mal con
precisión e hipnotizaron la inteligencia de los eruditos, convirtieron
la intriga, la simulación y el miedo en un arma letal de control y poder.

Intentaron adueñarse de la historia y empezaron a escribirla a partir de
ellos mismos. Negaron la moral y el escrúpulo. Transformaron la farsa en
argumento de sus partidos. El bien en un signo mínimo de su perversidad
y el odio en un termómetro contagioso para condenar al chiquero a la
virtud y la vergüenza.

Si la Alemania de Goethe y la Cuba de Varela engendraron dos seres
execrables como Hitler y Castro fue porque no se prestó atención a la
fatuidad de sus ideas y a la caricatura de su malevolencia. Porque el
hechizo nubló la racionalidad de ambos pueblos hasta dejarlos en el
nivel de la conciencia sumisa frente a la fogosidad de dos psicópatas.
Porque muchos, fascinados, creyeron alguna vez que para ser mejores
debían dejar su suerte en manos de un superhombre, capaz de
administrarles la voluntad, decidir por sus vidas e interceder por sus
mentes.

Castro y Hitler son el resultado de un espacio anémico en la historia.
Su desmedida actuación se encarnó por un lamentable error de la
inteligencia de los dos pueblos.

Los alemanes han corregido el pasado y hoy son una locomotora del
desarrollo democrático, político, económico y social en toda Europa.
Aunque no han dejado de mirar atrás, se sienten apenados por el daño
causado a otras naciones y pueblos vecinos. Hoy se han planteado un
“nunca más” y parecen dispuestos a conseguirlo.

Cuba, por su parte, permanece empantanada en la aventura y el odio de
una clase gobernante que la desprecia y a pesar de vivir de su miseria,
la condena al peor de los castigos y a morir defendiendo la
esquizofrenia de un sistema frugal y dinástico.

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=7042

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