SOCIEDAD
Ciber sentimental
Shelyn Rojas
LA HABANA, Cuba - Septiembre (www.cubanet.org) - Se topó con su nombre
en una revista Cubanet, en una gasolinera de Miami. El es periodista
independiente y firma desde La Habana con nombre, apellido y dirección
electrónica. Sólo faltaba su rostro. Hacía 26 años que no sabía nada de él.
La invadió la nostalgia. Sin muchas esperanzas, decidió que le
escribiría. Y lo hizo. Ella creyó necesario explicarle con lujo de
detalles quién era. Aquella rubia pecosa de La Güinera que allá por los
70 había sido algo más que su amiga. Mencionó calles, playas y
hospitales y le insinuó algo acerca de sucesos desagradables. Preguntó
si no recordaba las tardes y las noches oyendo los discos de Led
Zeppelin y Roberto Carlos en su vieja casa de puntal alto de la Víbora.
Quiso saber además si todavía, allá por su tierra, a esto se le sigue
llamando "gorrión".
El descubrió su mensaje en su buzón electrónico en una embajada europea
y solidaria con la libertad. Desde allí envía sus trabajos al exterior.
Sólo así puede hacerlo. En Cuba, la red de redes también es otra
prohibición totalitaria.
Mi colega y amigo perdió el balance. No esperaba que el ayer le saltara
encima como un gato salvaje desde la pantalla de un ordenador. Lo vi
teclear la respuesta enseguida, apenas sin pensar. Las manos le
temblaban y tenía los ojos aguados. El, que nada toma en serio, un tipo
de pelo en pecho y espalda, endurecido a palos por la vida.
Le dijo que cómo pensaba que la podía haber olvidado. Le confesó, por si
no lo sabía, cuán importante había sido en aquel tiempo en su vida. No
creyó necesario hablar de campamentos militares, hospitales y cárceles.
Para qué. Ella acudía, siempre optimista, para devolverle la esperanza.
La sigue imaginando así. Llegando con sus rizos mojados por la lluvia.
Salpicada de pecas. La pepilla más linda y codiciada del grupo. Nunca
aceptará que pueda haber engordado y que el tinte oculte sus canas. Que
su piel ya no huela a manzana. Que tenga una voz distinta.
Claro que recordaba los discos que oían. También los de Mc Cartney y
Santana. Y el piano de Isaac, loca de carroza y buen amigo. Siempre ella
pedía algo de Michel Legrand o aquello que tocaba Sam, una y otra vez, a
petición de Bogart, en Casablanca.
El sólo lamentó que todo terminara mal. Eran demasiado jóvenes. Una
gastada explicación para estos casos, pero a veces es verdad. Unos besos
en una piscina cuando nadie los miraba. Tragos y desavenencias mientras
Héctor Téllez, en la jukebox de Las Cañitas, se desgañitaba pidiendo que
lo buscaran en las noches de frío y soledad. Un intento de infidelidad
en su luna de miel. Fueron torpes intentos de arreglar las cosas. Como
todo lo que él hacía en aquella época y a veces en ésta también. No hubo
despedidas. El Mariel no dio tiempo para más. Ella se fue y él se quedó.
Le respondió que sí, por acá a eso se le sigue llamando "gorrión", y
duele todavía más. El mensaje terminaba con un beso sideral y una espera
desesperada de respuesta.
Lo siento por mi colega. No es probable que esta historia tenga un final
feliz. Los finales felices en el amor no existen. Menos aún si tienen
como telón de fondo prohibiciones, exilios y dictaduras.
Shelyn2005@hotmail.com
http://www.cubanet.org/CNews/y06/sep06/05a7.htm
No comments:
Post a Comment