Posted on Sun, Aug. 06, 2006
Cuba: La hora del cambio
ANDRES REYNALDO
El Nuevo Herald
Horas después de haber comparecido en pleno vigor en la legendaria
ciudad oriental de Bayamo para celebrar el 53er. aniversario del asalto
al Cuartel Moncada, el gobernante cubano Fidel Castro caía enfermo de
gravedad y cedía apresuradamente el poder a su hermano y obvio sucesor
Raúl Castro.
Cualquiera que sea el desenlace de la crisis, la mayor en la historia de
una dictadura de casi medio siglo, esta es la escueta información
fidedigna que puede dar pie a un análisis. El eficaz hermetismo de las
autoridades cubanas y la proliferación de rumores tanto en la isla como
en el exilio, unido al desconocimiento de determinantes factores
históricos, sociales y políticos por parte de los medios de noticias
internacionales, difuminan los hechos y entorpecen las perspectivas.
Hasta la noche del sábado, la versión más coherente de lo ocurrido sigue
siendo el documento titulado Proclama del Comandante en Jefe al Pueblo
de Cuba, firmado al parecer del mismo puño y letra de Castro a las 6:22
p.m. del 31 de julio, y dado a conocer poco más tarde en televisión por
Carlos Valenciaga, Miembro del Consejo de Estado y Jefe de Despacho del
Comandante en Jefe.
''Con motivo del enorme esfuerzo realizado para visitar la ciudad
argentina de Córdoba, participar en la Reunión del MERCOSUR, en la
clausura de la Cumbre de los Pueblos en la histórica Universidad de
Córdoba y en la visita a Altagracia, la ciudad donde vivió el Che en su
infancia y unido a esto asistir de inmediato a la conmemoración del 53
aniversario del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de
Céspedes, el 26 de julio de 1953, en las provincias de Granma y Holguín,
días y noches de trabajo continuo sin apenas dormir dieron lugar a que
mi salud, que ha resistido todas las pruebas, se sometiera a un estrés
extremo y se quebrantara'', dice el documento.
``Esto me provocó una crisis intestinal aguda con sangramiento sostenido
que me obligó a enfrentar una complicada operación quirúrgica. Todos los
detalles de este accidente de salud constan en las radiografías,
endoscopías y materiales filmados. La operación me obliga a permanecer
varias semanas de reposo, alejado de mis responsabilidades y cargos''.
A continuación, Castro delega en Raúl sus omnímodas funciones de Primer
Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC),
Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y
Presidente del Consejo de Estado y del Gobierno de la República de Cuba.
Le sigue la delegación de sensibles misiones en las áreas de salud,
educación, energía y administración en los miembros del Buró Político
del PCC, José Ramón Machado Ventura, Esteban Lazo Hernández, José Ramón
Balaguer, Ministro de Salud Pública, y Carlos Lage Dávila, Secretario
del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros; así como en Francisco
Soberón Valdés, Ministro Presidente del Banco Central de Cuba, y Felipe
Pérez Roque, Ministro de Relaciones Exteriores.
La magnitud de la gravedad de Castro puede medirse en la citada proclama
por el aplazamiento de los festejos por sus 80 años y la tácita admisión
de que no participará en la reunión Cumbre del Movimiento de Países No
Alineados, que se celebrará en La Habana. Ambas actividades venían a
coronar simultáneamente su larga trayectoria con sendas oportunidades de
reafirmar una trabajada imagen nacional e internacional.
Las fiestas programadas en las fechas alrededor del 13 de agosto iban a
ser un minucioso ejercicio de reconocimiento popular a su liderazgo.
Desde los primeros meses de este año, la prensa oficial y las
organizaciones de masas venían instrumentando una campaña destinada a
exaltar sus sacrificios como velador de la soberanía, sus dotes como
estadista y su amor por el pueblo. A pesar de que, tal como Castro suele
alardear, en la isla no hay una sola estatua suya, los tintes del culto
a su personalidad se han intensificado a partir de la década de 1980 a
extremos sólo vistos en los períodos finales de Stalin y el norcoreano
Kim Il Sun.
La Cumbre de los No Alineados, a su vez, era el escenario propicio para
potenciar su figura de máximo patriarca de la revolución mundial. La
presidencia del movimiento durante los próximos tres años implicaba,
además, una ansiada revancha. En septiembre de 1979, a los 53 años y
con casi dos décadas en el poder, había recibido en La Habana a los
líderes de esta organización de países pobres y en desarrollo; entre
ellos, uno de sus fundadores, el presidente yugoeslavo Joseph Broz Tito.
El momento no podía ser mejor para culminar sus aspiraciones como guía
del Tercer Mundo. Pero todo se le vino a tierra el siguiente 25 de
diciembre cuando el 40mo. Cuerpo de Ejército de la Unión Soviética
invadió Afganistán. Su incondicional fidelidad a Moscú lo enajenó de las
filas de un cónclave inspirado, fundamentalmente, en el anticolonialismo
y la independencia ante los principales poderes.
Hipótesis y dudas
En los regímenes totalitarios, la salud del líder supremo, más que un
secreto de Estado, es un instrumento de dominio. Históricamente, los
gobernantes comunistas han gozado de una excelente salud hasta el mismo
día de su muerte. Apenas dos semanas antes, Eugenio Selman, médico
personal de Castro, le vaticinaba una formidable longevidad de al menos
120 años.
Las especulaciones sobre los males de Castro han sido múltiples y
contradictorias. A partir de mediados de la década de 1990 se ha hecho
patente su creciente deterioro físico. En ocasiones, también se ha
percibido una disminución de sus facultades mentales. Nada
extraordinario, por cierto, en un hombre de su edad, expuesto durante
casi toda su vida adulta a un excesivo estrés. Poco esperado, sin
embargo, en alguien que durante 47 años ha contado con una diaria,
meticulosa y calificada atención médica. La ambigüedad llegaba a rondar
el enigma cuando, un día después de verlo perder el hilo de sus palabras
bajo una insoslayable fatiga, se mantenía vigoroso y preciso durante
horas en un discurso atiborrado de nombres y estadísticas.
Cáncer del colón, mal de Parkinson, el corazón, los pulmones, la
presión, la tiroides. . . Todavía no ha llegado la hora en que podamos
comparar la hoja clínica especulativa con la hoja clínica real. No
obstante, con la escasa información ofrecida por las autoridades
cubanas, varios especialistas consultados esta semana por El Nuevo
Herald coinciden en que una intervención quirúrgica causada por
hemorragias intestinales implica una seria condición preexistente, abre
una letal ventana a complicaciones post-operatorias y puede dejar una
secuela irreversible en una persona de esa edad.
En su proclama, Castro recuerda que su salud ''ha resistido todas las
pruebas''. Su rúbrica y la fecha en el documento muestran un trazo
inclinado e irregular, pero aún así claro y reconocible. Como fe del
carácter accidental de la emergencia cita radiografías, endoscopías y
materiales filmados. Ricardo Alarcón, Presidente de la Asamblea Nacional
del Poder Popular, declaró que estuvo junto a él en la tarde del 31 de
julio y que se hallaba en condición estable. En la Mesa Redonda
televisada el 1ro. de agosto, se leyó un mensaje suyo de más de 200
palabras, donde indica que se encuentra ''perfectamente bien'' de ánimo.
El viernes, desde Guatemala, Balaguer aseguró que se estaba
``recuperando satisfactoriamente''.
De ahí se infiere que conserva la lucidez, la capacidad de escribir y la
voluntad de recuperación. O sea, de acuerdo con los datos de las fuentes
oficiales, Castro está mal pero no tan mal. Se comprende que la
protección de sus facultades simbólicas impide mostrarlo con tubos en la
nariz, demacrado y sin su acostumbrado tinte color castaño en la barba y
el cabello. Pero, ¿qué tal una breve alocución radial que disipe los
rumores y refuerce la firmeza revolucionaria de su angustiado pueblo?
Asimismo, la obligación de atenernos celosamente a los hechos no
invalida la certeza de que, si hubiera muerto, sus sucesores hubieran
puesto en escena un drama similar al que hasta ahora estamos viendo.
Pudiera contemplarse la posibilidad de que la proclama y el mensaje
leído en la Mesa Redonda sean falsificaciones, y que las declaraciones
de Alarcón y Balaguer obedezcan a una maniobra de desinformación, a
juzgar por la trayectoria de un régimen tradicionalmente proclive a
manipular la verdad, tanto más si concierne a Castro. Sin embargo, su
probada experiencia en las artes desinformadoras hace pensar que
apelarían a procedimientos menos burdos, que no comprometieran la futura
credibilidad de sus gestores.
Noche de fiesta
Para Miami, que desde 1959 ha sido la cuna de los movimientos
anticastristas y el núcleo de todo esfuerzo para denunciar los
atropellos de la dictadura, había llegado su más esperada hora.
Apenas conocerse la noticia de la cesión de poderes, la Calle Ocho de
Miami y vías aledañas se hicieron cauce de una ola de júbilo. Caravanas
de automóviles, con exiliados agitando banderas, desfilaron hasta
avanzada la madrugada. Desde entonces, hay una permanente presencia de
cubanoamericanos, en su mayoría jóvenes, en el tramo entre las avenidas
27 y 32, con su epicentro en el restaurante Versailles.
Las organizaciones del exilio, que carecen de influencia directa en los
acontecimientos de la isla, han hecho a través de la semana diversos
llamados a repudiar los términos de la sucesión. La Fundación Nacional
Cubano Americana convocó a una rebelión militar en la isla, acompañada
de una campaña de resistencia civil. Más realista, el Movimiento
Democracia instó al gobierno de Estados Unidos a levantar las
limitaciones en los contactos familiares a ambas orillas del Estrecho de
la Florida. Independientemente de que algunas estrategias propuestas
carecen de medios y coyunturas, la tónica general ha recaído sobre la
disposición de los exiliados a brindar ayuda humanitaria a sus
compatriotas en la isla.
La Casa Blanca reaccionó de manera equilibrada, en el marco de su
habitual política hacia Cuba en el transcurso de administraciones
demócratas y republicanas. Señal de que en los momentos críticos acaso
prefiere guiarse por sus fuentes diplomáticas y de inteligencia en la
isla antes que por los políticos y líderes cubanoamericanos, a veces
aparatosamente divorciados de la realidad insular. Según declaraciones
del portavoz del Departamento de Estado, Sean McCormack, su gobierno no
contaba con otra información de los hechos diferente a la ofrecida por
las autoridades cubanas.
El jueves, desde Texas, el presidente George W. Bush, afirmó: ``En este
momento de incertidumbre algo es seguro: Estados Unidos se halla
totalmente comprometido en el apoyo a las aspiraciones de democracia y
libertad del pueblo cubano''.
Añadió que su administración estaba preparada para apoyar al país
económicamente y que ''tomará nota'' de quienes traten de impedir las
acciones de los cubanos en la isla en busca de la democracia.
Un día después, el portavoz de la Casa Blanca, Tony Snow, calificó de
absurdos los temores propagados por las autoridades de la isla respecto
a una invasión norteamericana aprovechando la convalescencia de Castro.
''Los cubanos van a determinar su destino, del cual han sido privados
durante la dictadura de Fidel Castro, y esperamos que serán capaces de
disfrutar las libertades que claramente desean'', dijo Snow.
Esa misma tarde, en un mensaje difundido por Radio y TV Martí, la
secretaria de Estado, Condoleezza Rice, señaló que Estados Unidos
alienta a todas las naciones democráticas a juntarse para pedir la
liberación de los prisioneros políticos, la restauración de las
libertades fundamentales y una transición que conduzca rápidamente a
elecciones multipartidistas.
``Estaremos con ustedes para garantizar sus derechos, o sea, hablar como
quieran, pensar como les agrada, practicar una religión como lo de
seen, y elegir a sus dirigentes, libre y equitativamente en elecciones
democráticas'', agregó Rice. ``Estados Unidos respeta sus aspiraciones
como ciudadanos soberanos''.
Por último, instó a los cubanos a no abandonar la isla y actuar ''por un
cambio positivo'', reflejando una vez más el temor de Washington a que
un período de inestabilidad origine una incontrolable estampida migratoria.
Mirar y callar
En La Habana, a su vez, reinó una expectante calma. Al tiempo que los
medios de difusión oficiales dedicaban constantes espacios a Raúl, en la
calle los ciudadanos se preguntaban por qué no habría aparecido todavía.
En verdad, su ausencia es percibida en varios sectores como un signo de
innecesaria inestabilidad. Una noción notablemente peligrosa en
sociedades como la cubana, donde cada expresión de la vida pública (y a
veces también de la privada) está sometida a las leyes escritas y no
escritas del gobierno.
Conscientes de que la situación conforma innumerables riesgos para la
disidencia, los líderes opositores han tratado de mostrar un bajo
perfil. Martha Beatriz Roque, presidenta del Instituto Cubano de
Economistas Independientes, y Oswaldo Payá, líder del Movimiento
Cristiano Liberación, por citar a dos de los más activos y conocidos,
han enfatizado la fragilidad de esta hora y contemplan que pudieran
estar a las puertas de una etapa de intensificada vigilancia y mayor
represión por parte de las autoridades.
La nota más aguda la dio el viernes Eloy Gutiérrez Menoyo, quien
encabeza la organización socialdemócrata Cambio Cubano, con un extenso y
punzante comunicado que aboga por urgentes reformas en el país.
''La nueva coyuntura de la sucesión anunciada -- transitoria o
permanente -- no debe concebirse como una continuación del status quo,
este largo y fatigoso drama que vivimos los cubanos, sino como una hora
-- grande y propicia -- para iniciar, de manera tan gradual como
acelerada, un proceso de cambios profundos y audaces enfilados a
fomentar la creación y ampliación de espacios legales para las opiniones
y actividades divergentes'', indicó.
Menoyo, ex comandante guerrillero que cumplió 22 años de prisión por
oponerse a Castro a principios de la década de 1960, fue liberado en
1987 tras una larga campaña internacional. Radicado en Miami, regresó a
Cuba en el verano del 2004. Desde entonces ha residido en la isla sin
que se le concedan los apropiados documentos nacionales. Sin haber
confrontado directamente a las autoridades hasta el momento, Menoyo ha
reclamado en vano un espacio de oposición legal. En ocasiones, sus
críticas a la disidencia interna, el exilio de Miami y las políticas
hacia Cuba de Bush le han acarreado acusaciones de colaboracionismo.
''Reintegrado o no Fidel al quehacer político, sostenida o disminuida su
presencia tutelar, el gobierno ya debe concebir esta situación como una
oportunidad para abrir puertas a otros tiempos, para hacer de lo
coyuntural una beneficiosa y honda reflexión proactiva, y para traducir
con visión y dinamismo las señales de lo imprevisto'', destacó Menoyo.
``Deliberado o no -- y esto es algo que desconocemos -- este momento
puede convertirse en un llamado a la imaginación''.
La Conferencia de Obispos Católicos de Cuba dio a conocer una carta a
sus fieles, exhortándolos a rezar por la salud de Castro y el buen
desempeño de la gestión de Raúl. La piadosa invitación de los obispos
causó desagrado en círculos católicos del exilio y la isla. De su
espíritu se desprende la creciente preocupación de la Iglesia nacional
ante los componentes sociales y políticos que pudieran desembocar en la
violencia y el caos. La carta será leída hoy en todas las parroquias
cubanas.
La reacción oficial al ofrecimiento de apoyo norteamericano para
emprender una transición fue articulada el viernes por el Ministro de
Cultura, Abel Prieto, quien precisó que el mensaje carece de significado
para los cubanos de la isla y que más bien está dirigido a alentar ``las
provocaciones que se están gestando en Miami''.
Prieto reconoció que la enfermedad de Castro había sido un ''shock'' y
afirmó que ``en su momento Raúl aparecerá''.
El hermano fiel
Tras la muerte del comandante Camilo Cienfuegos, en octubre de 1959,
Raúl quedó como indisputable sucesor de Castro.
Desde entonces, su condición de heredero natural no ha sido puesta en
duda. Su posición en la jerarquía del régimen así lo atestigua: general
de ejército (el mayor grado después de Comandante en Jefe), Ministro de
las FAR, Segundo Secretario del Comité Central de PCC y Primer
Vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros. Si Castro
falleciera (o hubiera fallecido) de manera repentina, la sucesión estaba
claramente definida e institucionalmente encauzada desde hace más de 40
años.
Las FAR han sido quizás el único organismo estatal del castrismo que ha
funcionado con eficiencia administrativa y disciplina. De hecho, opera
como un estado dentro del estado con sus propias estructuras de
servicios y gestión económica. Sus cuadros, con un nivel de instrucción
a la altura de un ejército del primer mundo, han podido dirigir por
igual una remota guerra en Africa o exitosas corporaciones de turismo.
La mayor crisis entre los militares fue el Caso Ochoa, en 1989, cuando
el general de brigada Arnaldo Ochoa y otros oficiales fueron fusilados
bajo cargos de narcotráfico. Luego de este proceso, carente de garantías
e impulsado por aparentes móviles políticos, hubo una extensa depuración
de los mandos altos e intermedios en las FAR y el Ministerio del
Interior (MININT). Es sumamente improbable que, 17 años después, al cabo
de una paciente y profunda labor política y de contrainteligencia, el
fantasma de Ochoa signifique un peligro para Raúl.
Los escenarios de una rebelión militar, a mi juicio, son novelescos.
Antes, podríamos ver algún grado de espontánea agitación entre la
población, atribulada por la escasez, el aumento de las desigualdades y
la incapacidad del gobierno para responder tanto a sus urgencias
materiales como a su legítima sed de horizonte.
Castro ha sido un perpetuo factor desestabilizador de la economía de la
isla. La racionalidad de las instituciones y los especialistas ha sido
sacrificada una y otra vez al programa político y, en particular, a la
lógica del perpetuamiento en el poder y la proyección exterior del
liderazgo. Pudiera ser que un equipo sucesor, sin el lastre de un
estéril protagonismo en la arena internacional, desarrollara una nueva
dinámica económica, en el marco de las reformas vistas en China o
Vietnam. Pero ya este ángulo de la especulación corre el riesgo de
descender a la astrología.
El sábado, a cinco días del anuncio de la sucesión, Raúl seguía sin
aparecer en público ni enviar mensaje alguno al país. Hora tras hora, el
compás de espera va transformándose en vacío de poder. Doce años atrás,
La Habana protagonizó su más violenta protesta contra el castrismo. En
el Malecón, los vientos de la depresión tropical Chris han vuelto a
empujar las olas sobre el decrépito muro. En estos meses de verano, el
atardecer frente al mar suele ser un espectáculo que alivia, aunque sea
por un instante, las repetidas penuarias de los habaneros. Hay algo que
podemos asegurar a salvo de todo error: Castro no podrá verlo.
http://www.miami.com/mld/elnuevo/news/world/cuba/15208695.htm
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