Sociedad
Capitalizando la indigencia
Con la nueva campaña para restituir los viejos electrodomésticos, el gobierno trata de imponer una visión esquemática y caprichosa del bienestar.
Leonardo Calvo Cárdenas, Ciudad de La Habana
viernes 20 de enero de 2006
Una de las campañas que con notable impacto social impulsan las autoridades cubanas a lo largo de todo el país, es un censo para registrar el estado y proporción de la tenencia de efectos electrodomésticos, así como la posterior venta y recambio de estos necesarios enseres a toda la población.
La nueva escalada populista cumple el doble objetivo de afianzar los controles sociales y proveer con los nuevos equipos a las muchas familias afectadas por los desquiciamientos económicos de los últimos tres lustros. No se debe olvidar que con la desaparición de la Unión Soviética y la dolarización de la sociedad, sólo los cubanos que cuentan con acceso a considerables montos de divisas convertibles han podido, en alguna medida, reciclar el ya obsoleto parque electrodoméstico.
Después de muchos años de sufrir la escasez, la obsolescencia de los equipos disponibles, los exorbitantes precios del mercado dolarizado, las eventuales restricciones a la venta e importación de algunos equipos específicos, e incluso, la dolarización de los servicios de reparación, el alto liderazgo del país parece haberse dado cuenta que los equipos nuevos son mucho más ahorrativos y eficientes y pretende ganar el favor del pueblo llenando, desde arriba, los vacíos que tanto han complicado la vida de los cubanos en general.
Al igual que las dinámicas mercantilistas que se especializan en crear o inducir necesidades o hábitos para luego vender, el gobierno cubano ha llevado a la máxima expresión la "técnica" de generar carencias y necesidades a través de la desproporción entre el poder adquisitivo y el costo de la vida, la desvalorización del trabajo y las consabidas restricciones administrativas.
A este escenario propicio entra el "gobierno benefactor" para distribuir, cuando así lo estima, todo lo que cree que necesitamos, en el momento y la proporción que lo aprecia conveniente. Como siempre, sin tener en cuenta los criterios de la sociedad, ni los intereses particulares de los ciudadanos, tratando de imponer una especie de uniformidad igualitarista sin precedentes en la historia conocida del hemisferio occidental.
Subversión de referentes
Con esta nueva campaña, que aprovecha las necesidades y carencias acumuladas y demuestra total desprecio por los intereses y libertad de opción de los ciudadanos, las autoridades cubanas tratan de imponer una visión estrecha, esquemática y caprichosa del bienestar.
No es un descubrimiento que una de las principales funciones del Estado es proveer y garantizar la vida decorosa y el bienestar mínimo a los sectores menos protegidos y capacitados de la sociedad y que su reto fundamental es lograr que exista el menor número de desamparados posible y que cada vez más ciudadanos sean solventes y capaces de cubrir sus necesidades de acuerdo con sus gustos e intereses particulares.
En una suerte de trasnochada subversión de referentes, la fortaleza del Estado cubano radica en que haya más desamparados e insolventes, lo que le permite lucrar políticamente en esa distorsionada manera que tiene de "cumplir" la función de proveer y redistribuir.
Está claro que, dadas las condiciones socioeconómicas del país, la distribución en marcha dará a muchas familias un acceso, hasta ahora impensado, a estos enseres domésticos, pero el bienestar no se reduce a la simple posesión de objetos específicos. De hecho, se puede encontrar a una innumerable cantidad de compatriotas cuyas necesidades y aspiraciones materiales rebasan lo estipulado en este nuevo programa de repartición. Del mismo modo que un considerable número de familias están financieramente imposibilitadas de enfrentar los costos de esta nueva oferta gubernamental.
Esta nueva campaña sazonada del acostumbrado andamiaje propagandístico viene a reafirmar la capacidad de dirigismo voluntarista que adorna al gobierno de la Isla. Lo que sí parece seguro, es que con este nuevo programa las autoridades cubanas no van a recuperar la credibilidad y el terreno perdidos en el favor del pueblo. Ni los cubanos "de a pie" la libertad y los espacios que necesitan para ser protagonistas de su historia y responsables de su bienestar.
Capitalizando la indigencia
Con la nueva campaña para restituir los viejos electrodomésticos, el gobierno trata de imponer una visión esquemática y caprichosa del bienestar.
Leonardo Calvo Cárdenas, Ciudad de La Habana
viernes 20 de enero de 2006
Una de las campañas que con notable impacto social impulsan las autoridades cubanas a lo largo de todo el país, es un censo para registrar el estado y proporción de la tenencia de efectos electrodomésticos, así como la posterior venta y recambio de estos necesarios enseres a toda la población.
La nueva escalada populista cumple el doble objetivo de afianzar los controles sociales y proveer con los nuevos equipos a las muchas familias afectadas por los desquiciamientos económicos de los últimos tres lustros. No se debe olvidar que con la desaparición de la Unión Soviética y la dolarización de la sociedad, sólo los cubanos que cuentan con acceso a considerables montos de divisas convertibles han podido, en alguna medida, reciclar el ya obsoleto parque electrodoméstico.
Después de muchos años de sufrir la escasez, la obsolescencia de los equipos disponibles, los exorbitantes precios del mercado dolarizado, las eventuales restricciones a la venta e importación de algunos equipos específicos, e incluso, la dolarización de los servicios de reparación, el alto liderazgo del país parece haberse dado cuenta que los equipos nuevos son mucho más ahorrativos y eficientes y pretende ganar el favor del pueblo llenando, desde arriba, los vacíos que tanto han complicado la vida de los cubanos en general.
Al igual que las dinámicas mercantilistas que se especializan en crear o inducir necesidades o hábitos para luego vender, el gobierno cubano ha llevado a la máxima expresión la "técnica" de generar carencias y necesidades a través de la desproporción entre el poder adquisitivo y el costo de la vida, la desvalorización del trabajo y las consabidas restricciones administrativas.
A este escenario propicio entra el "gobierno benefactor" para distribuir, cuando así lo estima, todo lo que cree que necesitamos, en el momento y la proporción que lo aprecia conveniente. Como siempre, sin tener en cuenta los criterios de la sociedad, ni los intereses particulares de los ciudadanos, tratando de imponer una especie de uniformidad igualitarista sin precedentes en la historia conocida del hemisferio occidental.
Subversión de referentes
Con esta nueva campaña, que aprovecha las necesidades y carencias acumuladas y demuestra total desprecio por los intereses y libertad de opción de los ciudadanos, las autoridades cubanas tratan de imponer una visión estrecha, esquemática y caprichosa del bienestar.
No es un descubrimiento que una de las principales funciones del Estado es proveer y garantizar la vida decorosa y el bienestar mínimo a los sectores menos protegidos y capacitados de la sociedad y que su reto fundamental es lograr que exista el menor número de desamparados posible y que cada vez más ciudadanos sean solventes y capaces de cubrir sus necesidades de acuerdo con sus gustos e intereses particulares.
En una suerte de trasnochada subversión de referentes, la fortaleza del Estado cubano radica en que haya más desamparados e insolventes, lo que le permite lucrar políticamente en esa distorsionada manera que tiene de "cumplir" la función de proveer y redistribuir.
Está claro que, dadas las condiciones socioeconómicas del país, la distribución en marcha dará a muchas familias un acceso, hasta ahora impensado, a estos enseres domésticos, pero el bienestar no se reduce a la simple posesión de objetos específicos. De hecho, se puede encontrar a una innumerable cantidad de compatriotas cuyas necesidades y aspiraciones materiales rebasan lo estipulado en este nuevo programa de repartición. Del mismo modo que un considerable número de familias están financieramente imposibilitadas de enfrentar los costos de esta nueva oferta gubernamental.
Esta nueva campaña sazonada del acostumbrado andamiaje propagandístico viene a reafirmar la capacidad de dirigismo voluntarista que adorna al gobierno de la Isla. Lo que sí parece seguro, es que con este nuevo programa las autoridades cubanas no van a recuperar la credibilidad y el terreno perdidos en el favor del pueblo. Ni los cubanos "de a pie" la libertad y los espacios que necesitan para ser protagonistas de su historia y responsables de su bienestar.
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