Un absurdo ataque al cardenal Ortega
MIRIAM LEIVA
La recepción del 2 de julio, por la fiesta nacional de la Independencia
de Estados Unidos, tenía una connotación especial este año en la
residencia norteamericana en Cuba. La nutrida y diversa concurrencia era
tan inusual allí como la espontánea alegría, indudablemente estimulada
por el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y la próxima
apertura de las embajadas en Washington y La Habana, acorde con la
atmósfera distendida y las oportunidades que los cubanos imaginan según
sus necesidades y aspiraciones. Época de ilusiones y posibilidades,
inimaginable seis meses antes.
La atmósfera no estaba caldeada por la tensión habitual, emanada de las
amenazas y prohibiciones gubernamentales contra cualquiera que
correspondiera a una invitación de la Sección de Intereses de Estados
Unidos y, sobre todo, que alternara con la gran cantidad de disidentes y
opositores presentes en esta ocasión tan especial. Mi andar ligero, al
unísono con la plácida sensación, se paralizó al chocar la vista con el
rostro encarnado del cardenal Jaime Ortega. Me impresionó verlo
sorprendido tratando de responder convincentemente a 2 hombres y 2
mujeres vestidos de blanco que lo increpaban con severidad. Sentí
desasosiego, estábamos a pocos pasos de distancia, en aquellos
interminables segundos escuché sus palabras, me debatí entre argumentar
que no era ni la forma ni el lugar, pues la manera como era abordado
daba una desagradable impresión. Pensé que se trataba de opositores con
proceder contraproducente para toda la oposición y los presos políticos,
cuya existencia se reclama en estos momentos. Para ser respetados, hay
que respetar. La vida y obra del Cardenal, más allá de su rango
eclesiástico, así como el lugar y la celebración inédita demandaban
respeto, a no ser que se procurara dañar a todos, principalmente a
quienes se decía defender. Luego supe que eran Egberto Ángel Escobedo,
miembro de la Asociación de Presos y Expresos Políticos; José Díaz
Silva, presidente del Movimiento Opositor para una Nueva República,
Leticia Ramos y María Labrada, Damas de Blanco. La participación en ese
suceso de Antonio González Rodiles y Ángel Moya se ha publicado. Un rato
antes, junto a otras personas, distribuían un proyecto de Ley de
Amnistía y la convocatoria a una conferencia de prensa en la mañana del
día siguiente.
Casualmente, el 1 de julio yo había encontrado en un lugar a Moya, que
dijo iba para la casa de González Rodiles en Miramar, donde estaban
unificando las tres listas de presos políticos existentes para demostrar
al Cardenal su existencia. Comenté que era aconsejable pedir una
entrevista al Cardenal para entregársela y argumentarla. Jamás habría
imaginado que él participaría en aquel absurdo incidente, utilizado para
una campaña en los medios. Muchas veces su esposa, Berta Soler, se
reunió con el Cardenal cuando él y los otros integrantes de los 75
estaban presos; me pregunto si no sabe la solidaridad de los integrantes
de la Iglesia Católica de Cuba (monjas, curas, obispos, laicos,
creyentes en todo el país), y que por gestiones de Jaime Ortega, con su
respaldo, fueron excarcelados.
"…Yo mismo sentí la solidaridad cuando estuve preso, la única
organización interna del país que se pronunció a favor de nosotros, los
presos del grupo de los 75, fue la Iglesia Católica Cubana, la única que
le abrió las puertas a nuestras esposas, a nuestros familiares cuando
nos iban a ver a las prisiones en el interior del país, les daban
alojamiento y demás, en Santiago de Cuba y donde quiera. Fue la Iglesia
Católica también quien le abrió las puertas a las Damas de Blanco en la
Iglesia Santa Rita. Y esas son cosas que hay que recordar,
independientemente de que también hay cosas de antes, de posiciones muy
dignas, con mucha serenidad, con mucha responsabilidad, sin un espíritu
agresivo pero diciendo las cosas con claridad". Oscar Espinosa Chepe.
(Progreso Semanal, 4 de junio de 2012, reproducido en la revista Espacio
Laical, Año 8, No. 3/2012 y www.espaciolaical@arzhabana.co.cu).
Por su parte, González Rodiles se mudó a México en 1992; regresó a Cuba
en 1994; se graduó de Licenciatura en Física por la Universidad de La
Habana en 1998; retornó a México, donde en el 2002 obtuvo el título de
Candidato a Doctor en Ciencias Físicas (UNAM); en el 2003 se trasladó a
Tallahassee y en la Universidad Estatal de la Florida obtuvo el Master
en Matemáticas en el 2005; volvió a La Habana en el 2007. En julio de
2010, fundó el proyecto Estado de Sats. Con su elevado nivel intelectual
y aspiración de democracia en Cuba, se esperaría que aconsejara una
reunión y diálogo, en lugar de utilizar un método que recuerda los
mítines de repudio que él mismo ha sufrido.
Conocí a Escobedo Morales cuando exponía sus criterios en una
conferencia impartida por Orlando Márquez, colaborador del Cardenal,
auspiciada por la revista Espacio Laical, a comienzos de 2012 (Revista
Espacio Laical, Año 8 No. 3/2012). Allí comentó su participación en uno
de los primeros cursos de CubaEmprende, realizado en el Centro Cultural
Félix Varela, donde precisamente se efectuaba aquella conferencia, sin
discriminación a él por ser un expreso político. Por tanto, conoce como
acercarse, entregar la lista de los prisioneros políticos y expresar sus
opiniones.
Me pregunto si realmente desean clarificar la situación y excarcelar a
sufridos cubanos, o promueven la continuación de una campaña contra el
cardenal Jaime Ortega y obstruir el proceso en curso entre Estados
Unidos y Cuba. Evidentemente atentan contra su propio prestigio. No
parece que meditaron sobre el atentado que estaban cometiendo contra la
salud y la vida del cardenal Ortega, quien es un cubano de la tercera edad.
Periodista independiente cubana
Source: MIRIAM LEIVA: Un absurdo ataque al cardenal Ortega | El Nuevo
Herald El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/article26865901.html
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