Publicado el lunes, 08.26.13
Dos Cubas
ALEJANDRO ARMENGOL
La noticia apareció la pasada semana, con el regreso de los escolares de
Miami a las aulas. Miles de niños residentes en esta ciudad habían
pasado parte o la totalidad de sus vacaciones en Cuba.
La cifra puede resultar imprecisa, pero el dato no es anecdótico. No se
trata de una familia aquí y otra allá. Las agencias de viaje tienen
información sobre un aumento del número de niños viajando solos a la
isla. Por requerimientos federales, estos pequeños requieren atención
especial y han tenido que aumentar, en algunos vuelos, el número de
azafatas.
Tampoco se trata de un fenómeno reciente y hay testimonios de años
anteriores, que indican que los padres han preferido que sus hijos vayan
de visita a Cuba, con tíos y abuelos, mientras ellos disfrutan de un par
de meses de mayor privacidad y tiempo disponible para la pareja.
Las ventajas enunciadas siempre han sido las mismas: menor costo, mayor
seguridad y la posibilidad de compartir con familiares en la isla, de
acuerdo a un reportaje de Rui Ferreira en el diario español El Mundo.
Se puede argumentar y discutir sobre estas ventajas, pero lo que queda
claro es que se trata de una nueva opción que en buena medida sirve de
ejemplo a la hora de caracterizar la realidad de la comunidad cubana en
Miami: las fronteras entre esta ciudad y la isla son cada vez más porosas.
A esto se une el hecho de que la cantidad de cubanos que han dejado su
país se incrementó con fuerza en los últimos años. El éxodo ha alcanzado
niveles no vistos desde 1994, cuando decenas de miles se lanzaron al mar
en balsas.
Con el Departamento de Estado extendiendo la duración de la mayoría de
las visas de visitantes para los cubanos de seis meses a cinco años
–permitiéndoles por lo tanto realizar múltiples viajes a este país en
ese período– y la flexibilización llevada a cabo en enero por el régimen
cubano, con un alivio importante a las restricciones para que sus
ciudadanos viajen al extranjero, se han introducido cambios en la
política migratoria de ambos países, que podrían ser utilizados para
facilitarle a los cubanos no solamente los viajes, sino el poder
quedarse a trabajar en Estados Unidos por un tiempo y volver a la isla
cuando quieran.
En los últimos cinco años, los cubanos han estado emigrando a un
promedio anual de 39,000 personas, el promedio más alto en un periodo
similar desde los primeros años de la llegada de Fidel Castro al poder.
Este éxodo masivo y silencioso está conformando un nuevo panorama en el
exilio, donde los conceptos de temporalidad e indefinición de fronteras
cobran nuevos significados e importancia.
Por supuesto que esa brigada de respuesta rápida que mantienen algunos
cubanos que viven en Estados Unidos ya ha redoblado la petición de que
se debe revisar las solicitudes de residencia y naturalización de esos
padres y colocarlos en listas para ser deportados. Si la estulticia no
fuera tan enorme entre quienes así comentan, deberían ser considerados
simplemente malvados –¿y por qué no?, lo son–, al igual que es malvada e
idiota la respuesta rencorosa de quien le echa la culpa de todo a la
actual administración y suspira por un próximo presidente de Estados
Unidos que reduzca al mínimo o elimine viajes y remesas.
Entre la ira estéril y el reclamo plañidero se debaten quienes quieren
imponer una categoría de exiliados que, para empezar, ellos no
practican, ya que se limitan al comentario refrigerado y la algarabía
soez. La Ley de Ajuste Cubano no es una medida destinada al otorgamiento
de asilo político. Quienes se han beneficiado con ella pueden escoger si
viajan a Moldavia o a Cuba después de un año y un día de residir aquí.
Es simplemente una elección personal. Lo demás es cuestión de conseguir
visa.
Hay una Cuba a la que viajan con frecuencia quienes residen en Miami.
Hay otra, de la que han comenzando a llegar –también con frecuencia en
aumento– los disidentes y opositores. Ambas son válidas y destacar una
por encima de la otra es en buena medida una decisión de cada quien.
Como un ritual característico de esta ciudad, estos disidentes y
opositores visitan estaciones de radio y televisión, hacen declaraciones
a la prensa escrita. Llama la atención que en lo fundamental destaquen
"lo que les hacen" –es decir, la represión que sufren– y no "lo que
hacen", porque en esto último los resultados continúan siendo pobres,
por no decir nulos.
Mucha represión, es cierto, pero también desinterés y abulia
generalizados en la población cubana, que sigue apostando por la partida
como la mejor opción para un regreso temporal que permite el paso de
humillado a exaltado. Y así transcurre la vida para la comunidad cubana
en Miami: mientras unos se entretienen oyendo a los disidentes, otros
simplemente preparan las maletas aquí y allá.
Source: "ALEJANDRO ARMENGOL: Dos Cubas - Opinión - ElNuevoHerald.com" -
http://www.elnuevoherald.com/2013/08/26/v-fullstory/1550539/alejandro-armengol-dos-cubas.html
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