Monday, February 09, 2009

Repercusión por carta del padre José Conrado

Repercusión por carta del padre José Conrado

El sacerdote católico José Conrado Rodríguez Alegre, de la parroquia
Santa Teresita del Niño Jesús en la Arquidiócesis de Santiago de Cuba,
ha escrito y hecho pública esta Carta Abierta al General de Ejército
Raúl Castro Ruz

SANTIAGO DE CUBA, Febrero 7, 2009 (Juan C. Hernandez, APLO) La misiva
dirigida al General Raúl Castro, actual presidente de Cuba, ha tenido
una gran repercusión20entre la comunidad católica santiaguera, que de
una forma u otra ha tenido acceso al texto.

La veracidad de los planteamientos y de sus argumentos, son el reflejo
del sentir de los pobladores en general, sería de gran utilidad que la
misma pudiera llegar de forma masiva a la población, que vería reflejada
en ella sus propias preocupaciones. Es como el pueblo hablando por medio
de nuestro sacerdote insigne.

Carta abierta al General de Ejército Raúl Castro Ruz
Presidente de la República de Cuba.
Santiago de Cuba, jueves, 05 de febrero de 2009

Estimado Señor Presidente:


Hace quince años me atreví a escribirle al entonces jefe del Estado
cubano, Doctor Fidel Castro Ruz, por aquel entonces Presidente de
nuestro país. La gravedad de aquella hora me lo impuso como un deber
para el bien de la Patria. La gravedad de esta hora me impone escribirle
a Ud. para hacerle partícipe de mis preocupaciones actuales. ¿Debo acaso
describirle la situación de nuestro país? La crisis económica afecta a
todos los hogares y hace que las personas vivan angustiosamente
preguntándose: ¿qué voy a comer o con qué me voy a vestir? ¿Cómo
conseguiré lo más elemental para los míos? Las dificultades de cada día
se tornan tan aplastantes que nos mantienen sumidos en la tristeza y la
desesperanza. La inseguridad y el sentimiento generalizado de
indefensión provocan la amoralidad, la hipocresía y la doble cara. Vale
todo porque nada vale, más que la sobrevivencia a todo precio, que luego
descubrimos que es "a cualquier precio". De ahí que el sueño de los
cubanos, en especial de los más jóvenes, sea abandonar el país.

Parecería que nuestra patria está ante un callejón sin salida. Como
hombre de fe, sin embargo, yo creo que Dios jamás nos pone ante
situaciones absolutamente desesperadas. Creo firmemente que nuestro
camino como nación y como pueblo, no acaba en un precipicio ineluctable,
en una realidad de desgracia irreversible. Siempre hay una solución,
pero se necesita audacia para buscarla y encontrarla. En sus recientes
y urgidos llamamientos a trabajar con tesón incansable creo reconocer
una peculiar y certera percepción de la gravedad del momento, pero
también, que Ud. considera que la solución depende de nosotros. Pero
como decía aquel slogan convertido en chiste… "No basta decir pa'lante,
hay que saber pa' dónde".

Hemos vivido culpando de nuestra realidad al enemigo, o incluso a los
amigos: la caída del bloque de países comunistas en Europa del Este,
junto con el embargo comercial de los Estados Unidos se han convertido
en el totí que carga con todas nuestras culpas. Y esa es una cómoda pero
engañosa salida ante el problema. Como decía Miguel de Unamuno, "solemos
entretenernos en contarle los pelos que la esfinge tiene en su cola,
porque nos da miedo mirarla a los ojos".

No basta, General, con resolver los problemas, ciertamente graves y
urgentes, de la comida, o del techo, que en los recientes huracanes,
tantos compatriotas acaban de perder "con sus pobres enseres: miedos,
penas". Estamos en un momento tan crítico que debemos plantearnos una
profunda revisión de nuestros criterios y de nuestras prácticas, de
nuestras aspiraciones y de nuestros objetivos. Y aquí cabría, con todo
respeto, recordar aquellas palabras que nuestro Apóstol nacional José
Martí le escribió al Generalísimo Gómez en una situación en cierto modo
semejante: "No se funda un pueblo, general, como se manda un
campamento".

El mundo está cambiando. La reciente elección de un ciudadano negro para
ocupar la primera magistratura de un país antiguamente reconocido como
racista y violador de los derechos civiles de los negros, nos dice que
algo está cambiando en este mundo. La encomiable y fraternal
preocupación de nuestros hermanos del exilio ante los fenómenos
meteorológicos que recientemente han golpeado a nuestro pueblo, y su
ayuda generosa, desinteresada e inmediata, son el signo de que algo está
cambiando entre nosotros. El gobierno cubano que Ud. hoy encabeza, debe
tener la audacia de encarar esos cambios con nuevos criterios y nuevas
actitudes.

Nuestro país ha reaccionado con valor cuando un gobierno foráneo ha
querido inmiscuirse en nuestros problemas nacionales. Sin embargo,
cuando se trata de la violación de los Derechos Humanos, no solo los
gobiernos, sino hasta las personas individuales, los simples ciudadanos,
de dentro o fuera del país, tienen algo que decir. En su Carta desde la
Cárcel de Birminghan, Martin Luther King dijo: "La injusticia particular
es una amenaza a la justicia universal. Estamos atrapados en una red
ineludible de reciprocidad, unidos en un único tejido del destino. Lo
que afecta a uno directamente, afecta a todos indirectamente". Tenemos
que tener la enorme valentía de reconocer que en nuestra patria hay una
violación constante y no justificable de los Derechos Humanos, que se
expresa en la existencia de decenas de presos de conciencia y en el
maltrecho ejercicio de las más elementales libertades: de expresión,
información, prensa y opinión, y serias limitaciones a la libertad
religiosa y política. El no reconocer estas realidades, para nada
favorece nuestra vida nacional, y nos hace perder el respeto por
nosotros mismos, a nuestros ojos y a los ojos de los demás, amigos o
enemigos.

La causa de la paz, interna y externa, y la prosperidad misma de la
nación, se enraízan en el respeto incondicional a esos derechos que
expresan la suprema dignidad del ser humano como hijo de Dios. Y guardar
silencio sobre esta realidad, pone sobre mi conciencia un peso tal, que
no me siento capaz de soportar. Y ésta es para mí, mi manera de servir a
la verdad y de ser consecuente con el amor que siento por mi pueblo.

Le confieso, general, el disgusto y la tristeza que me ha causado saber
que nuestro gobierno ha rechazado, al parecer por razones ideológicas o
de diferencias políticas, la ayuda que querían enviar EEUU y varias
naciones europeas, para los damnificados por los ciclones que azotaron
nuestra tierra. Cuando uno cae en desgracia, (y eso le puede suceder a
cualquiera, también a los poderosos), es la hora de aceptar la ayuda que
se brinda, porque esa ayuda revela un fondo de buena voluntad ante el
dolor, de solidaridad humana, incluso en aquellos que considerábamos
nuestros enemigos. Darle la oportunidad al oponente de ser bueno y de
hacer lo justo, puede sacar a flote lo mejor de nosotros mismos, y del
otro, haciéndonos cambiar viejas actitudes y curar resentimientos
dañinos. Nada contribuye más a la paz y la reconciliación entre los
pueblos que este saber dar y recibir. La frase de San Francisco de
Sales, válida en las relaciones interpersonales, también lo es entre
países: "más moscas se cazan con una gota de miel, que con un barril de
vinagre". Como dijo su Santidad Juan Pablo II en su visita a nuestro
país: "que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba". Pero si
seguimos con las puertas cerradas nadie podrá entrar, por más que lo
desee. Un signo de esperanza para mí es la participación y mayor espacio
que se le ha dado a CARITAS para ayudar a nuestro pueblo. Eso merece un
especial reconocimiento y es un cambio positivo y esperanzador.

Créame, Señor Presidente, no le escribo para presentarle una lista de
quejas y agravios sobre nuestra realidad nacional, aunque si así lo
hiciera esa lista podría ser muy, muy larga. La verdad, he querido
hablarle de cubano a cubano, de corazón a corazón. Un gran amigo mío
sacerdote, ya fallecido, solía decirme: "un hombre vale lo que vale su
corazón". En el entierro de su esposa, al verlo a Ud. rodeado de sus
hijos y nietos, conmovido hasta las lágrimas, yo percibí que es Ud., un
hombre sensible. Y yo pienso que mayor sabiduría hay en el corazón de un
hombre bueno que en todos los libros y bibliotecas de este mundo, pues
como dice la canción: "lo que puede el sentimiento no lo ha podido el
saber, ni el más alto proceder, ni el más ancho pensamiento…". Por eso
apelo a su sentido de responsabilidad, a su bondad, para decirle que no
tenga miedo, que sea audaz en emprender un nuevo camino diferente en un
mundo que está dando tantas señales de cambiar a mejor. Como le dije a
su hermano hace 15 años, todos los cubanos somos responsables del futuro
de la patria, pero por el cargo que Ud. ocupa, por el poder que ahora
tiene, esa responsabilidad recae de manera especial en Ud.

Si Ud. decide emprender ese camino de esperanza, cuente conmigo,
general. Me tendrá en primera fila, para ofrecerle a Cuba, una vez más,
lo único que tengo: mi corazón; y a Ud. mi mano franca y mi colaboración
desinteresada. Así haremos realidad el sueño martiano de hacer una
patria "con todos y para el bien de todos".

Quiero terminar con unas palabras que dijo nuestro actual Papa,
Benedicto XVI en 1968: "Aún por encima del Papa como expresión de lo
vinculante de la autoridad eclesiástica, se haya la propia conciencia, a
la que hay que obedecer la primera, si fuera necesario incluso en contra
de lo que diga la autoridad eclesiástica". Si eso vale para la autoridad
eclesiástica cuyo origen considero divino, vale para toda otra autoridad
humana, por poderosa que ésta pueda ser. Con mis mejores votos,

José Conrado Rodríguez Alegre, Pbro.
Párroco de Santa Teresita del Niño Jesús.

(Si desea puede ver texto completo en
http://www.aplopress.com/JoseConrado.htm)

http://www.aplopress.com/

http://www.cubanet.org/CNews/y09/febrero09/09_N_1.html

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