RAUL RIVERO
Me gustaría compartir la alegría de saber que cualquiera de mis
compatriotas se ha hospedado en un hotel de 100 euros la noche, se ha
puesto a ver un partido de fútbol o de béisbol por un canal de cables y
que, al final, llamará a unos amigos con su teléfono móvil para comentar
las incidencias del juego.
Me entusiasma la idea de que ese cubano le haga la mañana siguiente otra
llamada (siempre con el móvil) a su madre para comunicarle su decisión
de hacer un viaje a México de tres días y que, por lo tanto, se irá
directo para el aeropuerto internacional.
Quisiera también que los niños y niñas en edad escolar pudieran
aprovechar bien sus jornadas de clases. Que los maestros sean personas
capaces y educadas sin interés en adoctrinarlos. Así no los obligarían a
opinar sobre las noticias que dio ayer la televisión oficial acerca de
la vidita de Hugo Chávez. Ni le exigirían comenzar la jornada con el
brazo alto y este grito de guerra: Seremos como el Ché.
Muchos amigos míos y yo quisiéramos saber si José Ramón Fernández, un ex
militar de 85 años, será el experto pedagogo que va a arreglar los
problemas de educación. Queremos saber si será él quien encauce a las
jóvenes generaciones en el proceso de cambios anunciado y loado por
observadores y optimistas con lentes de miope.
Por el momento, la realidad paraliza el deseo. Las noticias de los
grupos de derechos humanos y del periodismo independiente no acompañan
la buena voluntad.
Lo que pasa allá adentro, en esas cunetas de la sociedad donde viven
quienes no aplauden y los que llevan años en el trabajo pacífico y
paciente por espacios de libertad, es algo muy diferente. Son noticias
para las que no alcanza la tinta y los directores de radio y televisión
no hallan nunca un minuto.
En estos últimos dos meses no se han eliminado, no han disminuido los
gestos represivos de la policía contra los líderes opositores, los
presos políticos (más de 200 y 24 periodistas, entre ellos), sus
familiares y los activistas de base. Una labor intensa con presencia en
las ciudades importantes y en los bateyes anémicos diseminados en el
campo cubano.
Detrás de los relumbrones hay otra punta de esas zanjas marginadas de la
que nadie quiere saber. Son los presos comunes.
El Centro de Información del Consejo de Relatores de Derechos Humanos
informó esta semana que han muerto 20 reclusos en el primer trimestre de
2008.
La nota, publicada por la revista Amanecer editada dentro de la isla,
dice que las causas principales de esas muertes son: enfermedades,
inadecuada asistencia médica, reyertas, suicidios y autoagresiones
provocadas por las infrahumanas condiciones de vida y malos tratos.
Hay que mirar para todo el país y preguntar por todos.
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