Cubanos aún sufren apartheid turístico en sus playas
Redacción de The Miami Herald
VARADERO, Cuba
Edis está acostumbrada a que la expulsen de las playas para turistas.
Para poder ganarse la vida trenzándole el cabello a las turistas en la
popular playa de Varadero, se coloca en una franja de arena entre los
hoteles para no entrar a los terrenos de las instalaciones.
Entonces le hace un gesto con la cabeza a los guardias de seguridad, que
sella el acuerdo ilegal: de cada $30 que gane por su trabajo, el guardia
recibe $6.
"A ellos les gusta mantener a los cubanos y a los turistas separados'',
explica. "Me han detenido cuatro veces. No me considero una delincuente.
Yo estoy luchando para poder vivir''.
Una de las primeras decisiones tomadas por Raúl Castro tras asumir el
poder hace tres meses fue permitir a los cubanos alojarse en los hoteles
turísticos y visitar las playas exclusivas. La medida acabó con una
política de muchos años que los cubanos consideraban injusta, además de
inconstitucional. La decisión fue proclamada como el final del llamado
apartheid turístico y la primera de varias tomadas por Raúl para
eliminar los agravios que más molestaban a los cubanos.
Aunque los 11.2 millones de habitantes de la isla tienen ahora la
libertad de gastar sus ahorros en Varadero --una meca turística 132
kilómetros al este de La Habana--, la realidad es algo más complicada.
Pocos cubanos pueden aprovechar la oportunidad que les brinda el
gobierno debido a los precios altos y los bajos salarios. El precio de
la estadía en un hotel varía entre $30 y $200 la noche, mientras que el
sueldo promedio es de $17 al mes.
Incluso ahora, cuando técnicamente los cubanos pueden frecuentar los
lugares de veraneo, la arena de las playas sigue llena de europeos y
canadienses, mientras que mujeres como Edis caminan de un lado a otro
por la orilla del mar en busca de trabajo, propinas y sobras.
El resultado es un inmenso abismo racial que se extiende a lo largo de
las costas cubanas. Los extranjeros, en su mayoría blancos, reposan en
sillas de extensión de los hoteles y las mujeres cubanas, en su mayoría
negras, caminan por la playa burlando a los guardias de seguridad. Son
mendigas profesionales precariamente disfrazadas de peluqueras. Llegan
todos los fines de semana con las manos vacías y se van con bolsas de
champú del hotel, ropas donadas por los turistas y, si tienen suerte, al
menos $24 por trenzarle el cabello a alguna turista.
"Ese guardia de seguridad allí sabe que yo estoy acá, y si no me ha
dicho nada es porque está esperando los $6 que le voy a dar cuando me
deja arreglarle el pelo a alguien'', dijo Edis, que se levanta a las
5:30 a.m. para hacer el viaje de tres horas desde su casa en la zona
central de Matanzas. "Lo que hago en la playa es lucharla. La gente de
clase baja viene aquí a hablar con los turistas, a pedir cosas, porque
tenemos muchas necesidades''.
Edis, Silvia, Acarena, María, Beatriz y Elisa tenían la esperanza de que
las nuevas reglas significaran que los guardias de seguridad las dejaran
trabajar, aunque todavía está prohibido ganarse la vida en dólares,
excepto algunos empleados del gobierno.
Para estas mujeres, la nueva medida que permite a los cubanos cruzar la
barrera invisible que ha separado por muchos años el extremo oeste de
Varadero donde se congregan los cubanos de los centros reservados para
turistas es poco más que un chiste.
"Supuestamente ahora tenemos derecho a usar la plaza'', afirmó Elisa,
que andaba con sus hijas en busca de clientes dispuestas a hacerse
trenzas. "Mientras yo me mantenga en el agua, eso es verdad, nadie me
molesta. Pero en el momento en que pongo un pie en la arena y me acerco
al hotel, los guardias de seguridad vienen corriendo y me botan.
"Así era el año pasado, y así es ahora'', agregó.
Raúl Castro, que asumió la presidencia el 24 de febrero, dedicó los
primeros meses de su mandato a tomar medidas relacionadas con el
consumo, que permitieron a los cubanos de a pie no s alojarse en hoteles
para turistas, sino también comprar teléfonos móviles, reproductores de
DVD, hornos de microonda y computadoras. Un grupo selecto de cubanos que
trabaja en la industria del turismo, administran negocios ilegales o
tienen familiares en Estados Unidos que les envían dinero han corrido en
masa a las tiendas para aprovechar las nuevas facilidades de compra.
Aunque los bienes de consumo vuelan de los estantes, la mayoría de los
cubanos entrevistados por The Miami Herald dijeron que una habitación de
hotel a $150 es un lujo difícil de justificar.
No obstante, aunque la mayoría de la gente no pueden pagar un hotel,
Raúl ganó puntos políticos al revertir la prohibición de los años 90 que
prohibía el uso de los hoteles turísticos a los cubanos.
"La gente consideró ofensiva esa prohibición', opinó Philip Brenner,
experto en temas cubanos de la Universidad Americana. "Eliminar esa
prohibición no cambia mucho las cosas, pero elimina la sensación de
estar en una prisión. Cuando uno no vive bajo esas circunstancias es
difícil imaginarse lo importante que es eso''.
Otros especialistas en temas cubanos concuerdan en que aunque la mayoría
de los cubanos no se beneficia de las reformas al consumo de Raúl, ha
logrado acumular capital político, aunque corre el riesgo de crear más
adelante una división de razas y clases.
"Poder quedarse en hoteles es importante simbólica y sicológicamente'',
dijo Katrin Hansing, vicedirectora interina del Instituto de
Investigaciones Cubanas de FIU. "Eso le ha dado a los cubanos la
sensación de que ahora sí pueden. La gente se siente libre, es muy
extraño. Esto es algo que quisieron hacer desde siempre, y ahora pueden''.
Hansing, que regresó recientemente después de haber vivido cerca de 10
años en Cuba, advirtió que Raúl corre ciertos riesgos.
"Los precios son altísimos, de modo que será una euforia a corto
plazo'', dijo Hansing. ''Ahora se hará más visible quién tiene dinero y
quién no. La gente que no tiene muchas veces son los negros. Esto se
puede volver problemático''.
La decisión de permitir a los cubanos quedarse en hoteles también
plantea la interrogante de cómo el gobierno podrá controlar la
prostitución. Las llamadas jineteras se ganan la vida buscando
extranjeros, que les compran regalos. Hasta ahora esas relaciones se
limitaban por lo general al vestíbulo del hotel.
Anteriormente no se permitía que los cubanos subieran a las habitaciones
de los extranjeros. Ahora pueden, pero tienen que inscribirse en la
recepción.
"Ahora las muchachas entran con los extranjeros, y eso no es problema
mío'', declaró un portero de hotel quien dijo que no estaba autorizado a
dar su nombre. "¿Sabe usted sabe qué les digo?: 'Que tengan muy buenas
noches'. Estoy seguro que más adelante, cuando la muchacha se inscriba
en el hotel dos o tres veces, será un problema. Pero no conmigo''.
Yadeli, guardia de seguridad en un hotel de Varadero, dijo que ha visto
quedarse a tres cubanos en su centro turístico de lujo en los tres meses
transcurridos desde que Raúl Castro levantó la prohibición.
De modo que se pasa el día en la playa de cuello y corbata impidiendo el
paso a los cubanos que tratan de entrar en su hotel.
"No es que por ser cubano no puedan caminar por la playa. Yo sólo quiero
sabe qué están haciendo y les voy a impedir la entrada si no son
huéspedes''.
Beatriz, de 30 años, sabe exactamente qué quiere decir Yadeli con eso.
"Ahora están dejando estar a más cubanos en la playa. Mira a tu
alrededor y verás a algunos'', explicó, pocos minutos después de ser
interrogada por un guardia. "Pero si los de seguridad te ven hablando
con alguien, olvídate de eso. De modo que sí podemos estar en la playa,
lo que tenemos que seguir caminando''.
The Miami Herald no revela el nombre del corresponsal que escribió este
reportaje ni el apellido de algunos de los entrevistados porque el
reportero no tiene la visa de periodista que el gobierno cubano exige
para reportar desde la isla.
Cuba@MiamiHerald.com
http://www.elnuevoherald.com/noticias/america_latina/cuba/story/216413.html
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