Wednesday, May 31, 2006

Coctel habanero el guaguero

SOCIEDAD
Cóctel habanero: el guagüero
Raúl Soroa

LA HABANA, Cuba - Mayo (www.cubanet.org) - Es domingo en la tarde, son
las seis y los excursionistas se apresuran en regresar a la ciudad.
Marcamos al final de una larga cola, despreocupados, felices después de
pasar un domingo de excursión en el Parque Lenin, de bañarnos en la
piscina, de respirar aire fresco. No nos apresuramos, se cansaron de
repetir por la televisión que el transporte está asegurado, y
efectivamente varias guaguas esperan frente a la parada.

Nos llama la atención el grupo de choferes, conductores e inspectores
sentados sobre unas piedras a un costado de donde se encuentran
estacionadas las guaguas. Fuman, conversan, jaranean. Al fin un hombre
con cara de gente responsable exige una explicación. Los choferes lo
ignoran, ni siquiera le miran.

El hombre se molesta, pide una aclaración por la demora. Uno de los
inspectores se acerca al hombre, y sonriente le dice que el problema es
que la persona que tiene que autorizar la salida de las guaguas no ha
llegado. El hombre se indigna, dice ser militante del Partido, retirado
de las FAR. "Ustedes no saben quién soy yo", amenaza. Los choferes no le
prestan la menor atención. "Ustedes son un atajo de irresponsables.
Miren a toda esta gente que espera para regresar a sus casas. ¿Dónde
está el responsable?"

Es ahora el inspector quien se molesta, y echa mano a la acostumbrada
frase: "Mire a ver lo que usted dice, compañero, no fomente el caos, no
cree problemas". Esta frase, dicha de cierta forma, encierra una velada
amenaza. El tipo se rinde y regresa hosco a la cola.

El tiempo pasa. Uno de los choferes, no sé por qué, repara en mí y se
acerca. Es un trigueño bajito, joven, de unos 25 a 30 años de edad.
Lleva la camisa blanca del uniforme por fuera, el cuello parado sujeto
con unas presillas y reforzado con una tela azul. "No hay por qué coger
lucha", dice. "Berreándose no se resuelven las cosas. El jefe debe de
haberse empatado con alguna jevita y a esta hora debe de estar durmiendo
la mona muy bien acompañado. Y nosotros aquí, de bestias, locos por ir
para la casa".

"Pero eso es absurdo, compadre. Ese tipo los tiene a ustedes embarcados.
¿Y si no aparece?" Alza los hombros.

"¿Por qué no lo plantean en el paradero?"

Me mira con asombro. "Yo soy un hombre, asere. Hoy nos tocó perder a
nosotros, a lo mejor mañana necesito perderme unas horas o faltar, y le
toca corresponder a él".

"Pero, ¿qué dinero te puedes buscar tú con una guagua de Ómnibus
Metropolitanos?" Sonríe: "¿Para dónde quieres que te lleve? Te pongo la
guagua para ti solito. Dime, ¿para dónde?"

"Yo voy lejos", le digo.

"Si me enseñas el melón (dinero) te dejo en la puerta de tu casa. Dame
una cifra, dime cuánto me ofreces, y la guagua es toda tuya".

"Pero ¿tú no dices que hay control, que si te cogen la chapa, que si el
número".

Me mira como a un extraterrestre acabado de llegar. "Aquí todos estamos
en la lucha, hermano, eso todos lo entienden. Si es para buscarme el
melón, todos son ciegos".

Le digo que no tengo dinero para eso, y termino escuchando sus avatares
y aventuras de chofer de la ruta 298, sus inventos para buscarse unos
pesos. Me da su teléfono. "Si necesitas una guagua un día me llamas. Si
te hace falta petróleo a ti o a algún socio de confianza, igual".

Anochece. Al fin, aparece el famoso jefe, fresco como una lechuga,
perfumado. La gente aplaude. El tipo saluda como un presidente. Sale la
primera guagua.

Asombra la pasividad de la gente. ¿En qué animales mansos nos hemos
convertido? Se me hace difícil creerle al hombre lo de la guagua. ¿Cómo
va a alquilar un ómnibus así como así? Pero en esta isla de paradojas,
todo es posible.

http://www.cubanet.org/CNews/y06/may06/31a9.htm

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