Por los caminos del totalitarismo (IV)
Raúl Soroa
LA HABANA, Cuba - Noviembre (www.cubanet.org) - A finales de 1989 masas de jóvenes -estudiantes, intelectuales, obreros- se levantaron contra el dominio burocrático y derribaron a los regímenes totalitarios del estalinismo en Europa del Este. De octubre a diciembre, en sólo tres meses, los dirigentes estalinistas más odiados son obligados a dimitir o incluso son ajusticiados, como el caso de Ceaucescu en Rumanía. El movimiento de masas no retrocedió ante la represión policial. La conquista de las libertades democráticas en las naciones vecinas animaba más y más a los ciudadanos de esos países a seguir en la lucha. La velocidad de los acontecimientos y la irrupción de las masas en la escena política son dos características de la situación revolucionaria creada.
En agosto, Solidaridad llega al gobierno polaco y obtiene la presidencia. Hungría, al igual que Polonia, autoriza el pluripartidismo en enero. En septiembre, 57 mil alemanes de la RDA pasan a la RFA a través de Hungría. Durante la primera quincena de octubre se producen numerosos choques armados entre manifestantes y policías en Berlín, Leipzig y Dresde. El 18, Eric Honecker es desplazado. El PC húngaro se autodeclara obsoleto, y se convocan elecciones para marzo. El 9 de noviembre, Egon Krenz, sucesor de Honecker, decide la apertura del Muro y anuncia elecciones libres para mayo. El día siguiente el presidente búlgaro es depuesto y expulsado del partido. En Checoslovaquia dimite el presidente Milos Jakes. El 10 de diciembre la oposición entra en el gobierno en Checoslovaquia. El 11 se anuncian elecciones libres en Bulgaria. El 22 comienza la revolución en Rumania. Tres días después Ceaucescu es fusilado. El 1 de enero se legaliza el pluripartidismo.
En la Europa Oriental se desarrolló a una velocidad increíble una revolución contra el estalinismo. De pronto se derrumbaron muchos mitos, entre ellos uno de los más importantes, el del carácter irreversible del socialismo. Lenin solía citar la célebre frase de Goethe "Gris es la teoría, amigo mío, y verde el árbol de la vida". La realidad siempre va a resultar más rica y variada que cualquier presupuesto teórico.
En 1956, los obreros revolucionarios húngaros habían experimentado en sus carnes lo que significa el estalinismo. En este sentido tenían una idea más clara de la revolución política. La generación que protagonizó en 1989 el levantamiento revolucionario partía de una vasta experiencia.
La utilización de las tropas rusas, en esta ocasión, sólo hubiera añadido más pólvora al estallido revolucionario, extendiendo la crisis a la propia URSS. Gorbachov, hábilmente, renunció públicamente a crear en Hungría otro 1956 y en Checoslovaquia una nueva Primavera de Praga.
En conclusión, podemos decir que la restauración del capitalismo en el Este europeo y en Rusia constituye una derrota histórica para el totalitarismo estalinista.
La revolución política que estalló en Europa Oriental a fines de los años 80, los movimientos de masas que derrocaron las dictaduras en Alemania del Este, Checoslovaquia, Rumania y el movimiento de las diferentes nacionalidades en la URSS demostraron el enorme poder de los movimientos democráticos una vez que entran en acción. Los corruptos regímenes estalinistas quedaron suspendidos en el aire, incapaces de usar sus formidables arsenales. Nunca en la historia un movimiento revolucionario se ha extendido de un país a otro con tanta rapidez. En esta propagación de la revolución de una ciudad a otra a través de la Europa del Este vemos un anticipo de la futura revolución democrática en Cuba.
Ya por los años 80 décadas de dictadura estalinista habían tenido un efecto corrosivo en la conciencia de las masas. El retroceso económico en la URSS y Europa Oriental también tuvo un efecto decisivo en la conciencia del pueblo. En condiciones de dictadura estos procesos se fueron desarrollando de forma subterránea. Dado el impasse del estalinismo, todos los estamentos de la sociedad fueron afectados, sobre todo la vieja burocracia estalinista, dado que estos regímenes este-europeos sólo podían legitimarse con la bonanza económica. La socorrida muleta nacionalista no les funcionaba, y les era adversa. Dada la injerencia y dominio soviéticos sobre estos países, el nacionalismo funcionaba como resistencia al dominio soviético.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el triunfo de la URSS fortaleció a la burocracia estalinista durante los años 50 y 60. Durante este período el apoyo a una vuelta al capitalismo era mínimo. Pero, debido a un débil crecimiento económico desde los 70 en adelante y, especialmente, cuando en los años 80 esto se transformó en estancamiento y retroceso, comenzaron a surgir tendencias pro-capitalistas al interior de las burocracias estalinianas, principalmente en China y Hungría, y después en la URSS.
La llegada al poder de Gorbachov en 1985 fue un punto crítico en la historia del estalinismo. A pesar de que el mismo Gorbachov posteriormente adoptó la idea de la restauración capitalista, ésta no era su intención original. Empulado por el temor de que el estancamiento económico estaba preparando el camino para un levantamiento revolucionario que barriera con el sistema, Gorbachov intentó rescatar el sistema burocrático del precipicio. Su régimen comenzó a llevar a cabo las reformas más profundas en la historia del régimen soviético para evitar una explosión revolucionaria. No obstante, como ha ocurrido más de una vez en la historia, esta liberalización parcial desde arriba abrió las compuertas de una revuelta popular.
En los últimos años de la década de los 80 vimos, por primera vez desde el comienzo de los años 30, una escisión abierta y una pugna pública entre diferentes capas de la burocracia. Gorbachov buscó el apoyo de las masas e intentó contraponer los intereses de los diferentes estamentos burocráticos. Mientras que en ciertos períodos se apoyó en el nuevo sector pro-capitalista para contrapesar la influencia de las capas más conservadoras de la burocracia, más adelante se apoyó en la vieja guardia estalinista contra el sector pro-capitalista. Pero los intentos de Gorbachov de estimular la economía ofreciendo mayores incentivos a los administradores y mayor descentralización, lejos de mejorar la situación aceleró la desintegración de la economía planificada. El fracaso de las reformas y el descenso hacia el caos económico reformó la idea de que no había salida bajo el viejo sistema. Sin la inmediata amenaza de represión, las masas comenzaron a presionar a favor de sus demandas, aumentando la alarma en las filas de la burocracia. Las tendencias pro-capitalistas ganaron terreno, hasta el punto que incluso antes de la caída de Gorbachov ya tenían el apoyo de una clara mayoría.
El rol de la burocracia soviética bajo Gorbachov fue otro elemento decisivo en este proceso internacional. El anuncio, por parte de los soviéticos, de que no intervendrían en Europa del Este para salvar a los viejos regímenes envalentonó tanto a las masas como al ala pro-capitalista de la burocracia. Para el sector estalinista de las diferentes burocracias este fue otro golpe que apresuró su desmoralización.
Cuando Trotsky planteó la perspectiva de una revolución burguesa en la Unión Soviética, argumentó que ésta sólo podría triunfar aplastando la resistencia de la clase obrera. Hoy, no obstante, tras décadas de dominación la clase obrera no quiere escuchar palabras nacidas de la obsoleta y engañosa utopía comunista.
Los arcángeles del comunismo, sus espectros -o mejor esperpentos- esperan que la actual fase "democrática" llegue a su fin, dando paso en el futuro a luchas explosivas en la medida en que las expectativas de la clase obrera no sean satisfechas. Dicen éste será un proceso lento, debido a la desorientación del proletariado, lo que es un legado de los errores del socialismo real, y a la necesidad de una alternativa revolucionaria que sólo el marxismo "genuino" puede proveer. Ya hay quien habla de un nuevo socialismo del siglo XXI y quiere vestir con nuevo ropaje al enemigo número uno de la humanidad.
No nos dejemos engañar. Es la misma añagaza, la vieja treta de los ambiciosos que quieren alzarse de nuevo sobre los hombros de los pobres y en su nombre satisfacer su desmedida y nunca satisfecha hambre de poder.
El gobierno de Chávez en Venezuela puede parecernos un anacronismo, y lo es. Pero debemos estar bien alertas. En 1917, pocas, muy pocas personas en el mundo creían en la posibilidad del triunfo del comunismo en un país como Rusia, y se estableció el más poderoso y temible sistema totalitario que ha conocido la humanidad. Tampoco parecía posible que en Alemania surgiera el tercer Reich. Tampoco en nuestra tierra parecía posible que se estableciera el más largo, despótico y cruel gobierno totalitario, y aquí lo sufrimos durante más de 40 años.
Debemos recordar que el totalitarismo no se asienta en un contenido ideológico, sino en su funcionamiento, aunque apele a la ideología para sustentarse.
Aristóteles (en Política, V) escribió: "En los tiempos antiguos, cuando el demagogo era también general, la democracia se transformaba en tiranía y la mayoría de los antiguos tiranos fueron demagogos ... ahora los que dirigen al pueblo son los que saben hablar". Desgraciadamente, esto no ha cambiado mucho. Hoy Chávez y Fidel llevan hasta el paroxismo la oratoria televisiva.
Y finalicemos con Aristóteles: "Las revoluciones en la democracia son causadas por la intemperancia de los demagogos, el odio a los ricos, unas veces con su política de delaciones y otras atacándolos como clase, los demagogos concitan contra ellos el odio del pueblo".
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