¿Error de cálculo?
Adrián Leiva
LA HABANA, Cuba - Noviembre (www.cubanet.org) - La mujer cubana, sobre quien han recaído los rigores de las tareas domésticas y, en especial, la confección de los alimentos, ha tenido que sobrevivir afrontando, no sólo la escasez de alimentos, sino la carencia de combustible doméstico y útiles del hogar.
A lo largo de la isla la utilización de energía para la cocción de los alimentos varía desde la madera hasta la corriente eléctrica. El uso del gas, manufacturado y licuado, sólo beneficia mayoritariamente a la capital cubana y, en menor escala, a una cifra inferior de viviendas ubicadas en otras zonas del país.
En Cuba, el combustible doméstico más generalizado por su uso en los últimos cuarenta años ha sido el kerosén, popularmente conocido como brillantina o luz brillante. Con el corte del subsidio económico soviético, la economía cubana se desplomó; sobre la población recayó el mayor peso de esa nueva realidad, donde la pobreza exhibió su más tétrico rostro, a pesar de que el gobierno denominó esta etapa como "Período Especial".
La carencia de divisas por parte del Estado impidió la adquisición del kerosén en cantidades necesarias, por consiguiente el sector poblacional consumidor de este combustible se encontró ante la necesidad de buscar otras alternativas energéticas para la preparación de sus alimentos.
De la noche a la mañana las cocinas de kerosén fueron transformadas por el ingenio criollo en consumidoras de diesel, generándose así la primera contradicción económica: el Estado dejaba de erogar divisas para adquirir kerosén mientras el pueblo robaba- acuciado por la necesidad- a las entidades estatales el diesel asignado para los vehículos de transporte, dando lugar al mercado negro de este combustible. Lo paradójico de este hecho es que el precio, en el mercado mundial, de la tonelada de diesel era mucho más alto que el del kerosén. Así las cosas, el gobierno ahorraba centavos y botaba pesos.
Por supuesto, otras fuentes de energía, como la leña y el carbón vegetal, fueron y continúan siendo utilizadas, con el consecuente impacto a la ya de por sí deteriorada población forestal en el territorio nacional. La confección artesanal de cocinas eléctricas incrementó el consumo de esta energía. Así, una vivienda, especialmente en zonas urbanas y rurales del interior del país, disponía de tres alternativas energéticas para garantizar la alimentación de la familia.
A raíz de la última crisis energética por la que atraviesa Cuba, debido al envejecimiento de las plantas generadoras y el sistema electro energético nacional, el gobierno, a su más alto nivel, anunció la implementación de un programa nacional consistente en la venta masiva de ollas de presión, arroceras y cocinas eléctricas, a fin de estabilizar el consumo de combustible doméstico y mejorar las condiciones de trabajo de la mujer cubana en sus hogares.
Este programa ha sido objeto de diversas opiniones por parte de la población ya que muchas son las aristas que presenta. ¿Por qué el Estado tiene que desarrollar un programa de distribución masiva de estos electrodomésticos? ¿Por qué son vendidas por medio de la libreta de racionamiento de productos alimenticios?
La respuesta a estas dos interrogantes es bien sencilla: los cubanos no pueden adquirir estos productos en la moneda del país, ya que sólo pueden ser adquiridos en las tiendas recaudadoras de divisas, a precios que no están al alcance de la mayoría.
La pasada semana comenzó la venta de ollas de presión, de procedencia china, a los residentes del municipio Cerro, en la capital cubana, dando cumplimiento al programa nacional que se viene ejecutando en otras áreas del país desde meses anteriores.
El modelo distribuido en este territorio ha generado un lógico malestar en la mayoría de la población y razones no faltan. Si la familia cubana tiene como promedio cuatro individuos, ¿cómo se explica la venta de ollas de presión de únicamente siete litros de capacidad? ¿Por qué no se importaron modelos de capacidades inferiores para lograr una distribución más apropiada?
Si este programa tiene como finalidad el ahorro de energía, el gigantesco tamaño de estas ollas contribuye justamente a su despilfarro, ya que las mismas son adecuadas para núcleos de diez personas. Por otra parte, las críticas giran también en torno a la escasez de alimentos para llenar semejantes recipientes.
Evidentemente, quienes planificaron estas compras cometieron un error de cálculo a fin de cumplir a toda prisa la prioridad de esta tarea gubernamental obviando, al parecer, la debida coordinación con el Ministerio de Comercio Interior que se ha especializado, a lo largo de cuarenta y cinco años, en distribuir balanceadamente la miseria que habitualmente recibe el pueblo como resultado de una economía centralizada.
De errores como éstos lamentablemente ha estado invadido el sistema económico nacional, sólo que la culpa siempre la paga el bloqueo norteamericano. Ahora el dilema lo tiene nuevamente el pueblo. Nada, que se trata de continuar ahorrando centavos y botando pesos.
No comments:
Post a Comment