Revelan detalles de entrega secreta de armas a Castro
CASTO OCANDO
El Nuevo Herald
Cuando al capitán de navío Carlos Alberto Taylhardat se le encomendó la
misión secreta de coordinar una serie de viajes clandestinos a la Sierra
Maestra desde Caracas, Venezuela, a fines de 1958, asumió el encargo con
el mismo patriotismo con que había luchado contra la dictadura de Marcos
Pérez Jiménez, derrocada en enero de ese año luego de un golpe de Estado
dirigido por una descontenta oficialidad venezolana.
La misión era el punto culminante de una serie de negociaciones
iniciadas una vez que el vicealmirante Wolfgang Larrazábal, entonces
presidente provisional de Venezuela, diera luz verde para que los
dirigentes principales de la lucha política y guerrillera contra el
régimen de Fulgencio Batista, con el liderazgo de Fidel Castro,
discutieran y decidieran el futuro político de Cuba en varios encuentros
en Caracas.
Las reuniones de la oposición antibatistiana en Caracas resultaron en la
elección de Manuel Urrutia como el primer presidente de Cuba una vez que
derrocado el gobierno de Batista.
La capital venezolana era una de las tres ciudades donde el Movimiento
26 de julio obtenía el grueso del dinero y los recursos para financiar a
los alzados de la Sierra Maestra. Las otras urbes eran Ciudad de México
y Miami.
La misión del capitán Taylhardat era muy arriesgada pero de una
importancia capital para el movimiento castrista: coordinar el envío
armas modernas, municiones, medicinas, alimentos e incluso soldados a
través de un puente aéreo desde Caracas para impulsar la última fase de
la ofensiva revolucionaria.
''Te vamos a encomendar una misión secreta. Se ha decidido prestarle
ayuda a Fidel Castro'', le dijo al capitán Taylhardat su superior en el
Comando de la Marina de Guerra venezolana, que había recibido la orden
directamente del presidente Larrazábal.
Por primera vez desde 1958, el ex oficial y ex embajador Taylhardat dio
a conocer los detalles de la operación secreta, revelando documentos
inéditos hasta ahora en un encuentro exclusivo con El Nuevo Herald en
Caracas.
Aunque el suministro de armas a Castro por Larrazábal era conocido, los
detalles de la operación permanecieron ocultos hasta ahora.
''Era una misión que no podía compartir con nadie porque comprometía
gravemente al gobierno venezolano'', dijo Taylhardat a El Nuevo Herald
en su casa de Las Palmas, en el noreste de Caracas.
Entre los detalles no revelados hasta ahora está que en los cinco viajes
aéreos realizados viajaron varios expatriados cubanos para incorporarse
a la lucha guerrillera y el traslado de heridos de los diversos frentes
guerrilleros, que recibían tratamiento médico en clínicas privadas de
Caracas por cuenta del gobierno venezolano.
El más álgido secreto mantenido hasta ahora por el capitán Taylhardat es
el armamento que terminó en manos de Fidel Castro.
En un documento confidencial del Servicio de Armamento del Ejército
venezolano, con fecha 21 de noviembre de 1958, se especifica en una hoja
de ruta que dentro del parque de armas enviado a los luchadores
castristas hay ``11 cajas con 150 fusiles Garand M-1, con portafusiles y
tres cargadores cada uno''.
También se entregaron tres cajas con 20 fusiles de asalto Browning
calibre .30, con tres cargadores llenos; 5 cajas con 10 ametralladoras
con apoyo, 35 cajas con 99,950 proyectiles calibre .30 y una caja con
100 granadas de fragmentación.
La novedad era que el armamento, de fabricación norteamericana, formaba
parte de un envío realizado por Washington al recién inaugurado gobierno
venezolano meses antes mediante un contrato de préstamo y arriendo.
''El gobierno americano nunca supo que las armas que había dado en
préstamo y arriendo a Venezuela iban a parar a manos de Fidel Castro'',
dijo Taylhardat.
Los envíos se realizaron en un bimotor Curtis C-46, comprado por $10,000
a un amigo de Taylhardat, quien a su vez lo había adquirido para
transportar carga.
''Era una misión extremadamente importante'', dijo a El Nuevo Herald el
ex canciller Enrique Tejera París, que en ese momento era asesor en el
Palacio de Miraflores, la casa de gobierno en Caracas, y uno de los
pocos hombres de gobierno que conocía la operación secreta.
''Era de vida o muerte la lucha contra las dictaduras, incluida la de
Batista'', agregó Tejera París, un viejo amigo de Taylhardat.
''Había una amenaza de las dictaduras como la de Trujillo y Batista
contra la recién inaugurada democracia de Venezuela'', acotó el ex
diplomático.
Parte del financiamiento de las operaciones provino de un metódico
trabajo realizado por las agrupaciones opositoras cubanas en Caracas,
con ayuda de sectores universitarios, entre ellas la famosa campaña ''Un
bolívar para la Sierra'', que logró reunir más de $1 millón en fondos
para la guerrilla castrista.
El gobierno de Larrazábal, imbuido del entusiasmo democrático tras la
derrota de la dictadura perezjimenista el 23 de enero de 1958, había
dado un apoyo irrestricto a los insurgentes cubanos.
''La orden de Larrazábal era que había que buscar todo lo que podía ser
de utilidad para Fidel Castro'', dijo Taylhardat.
Gracias a este respaldo los cubanos sellaron el famoso Pacto de Caracas,
donde se decidió el apoyo de todas las organizaciones que luchaban
contra la dictadura batistiana y se consolidó el liderazgo supremo de
Fidel Castro y se decidió que Manuel Urrutia ocupara la presidencia una
vez tomado el poder.
El envío de armamento del presidente Larrazábal a Castro fue
''fundamental y de gran ayuda'' para la consolidación del triunfo de la
guerrilla castrista, aseguró Américo Martín, ex guerrillero que se
entrenó en Cuba y que en 1958 era dirigente de la izquierda universitaria.
'Eso fue tan invalorable que Fidel Castro me dijo en una ocasión en un
polígono de tiro en La Habana: `Vamos a disparar con estos fusiles, que
fue la ayuda invalorable que nos dio Wolfgang Larrazábal en la etapa
final de la lucha armada contra Batista' ''.
Martín dijo que Castro usó parte de este armamento después para la
invasión que organizó contra el régimen de Rafael Leonidas Trujillo, en
República Dominicana, donde participaron varios expedicionarios venezolanos.
Según el capitán de navío Taylhardat, los vuelos demoraban tres horas
hasta la Sierra Maestra y se hacían después de la medianoche y en
silencio radial para evitar que la aviación de Batista los detectara.
Taylhardat dirigió personalmente el primer vuelo, que llevaba armamento,
medicinas y alimentos.
Las armas se trasladaron desde los depósitos del Ejército en Caracas en
cuatro camiones militares cubiertos por una lona gruesa ``para ocultar
lo que había adentro''.
Las operaciones se hicieron en el mayor secreto y los pilotos, entre
ellos varios cubanos antibatistianos, sólo se enteraban del verdadero
objetivo de la misión en pleno vuelo.
Las comunicaciones de la operación se hacían a través de una red de
radioaficionados voluntarios entre Venezuela y Cuba.
''Sobrevolamos la zona donde debíamos aterrizar, en medio de la noche
oscura, y de repente vimos un rectángulo iluminado con fogatas hechas
con bidones de aceite llenos de keroseno, para iluminar el área de
aterrizaje'', relató el oficial retirado.
Antes que el avión, llamado El Libertador, se detuviera en la
improvisada pista, se lanzaba una rampa por donde comenzaron a bajarse a
toda velocidad las provisiones y municiones. Luego subieron un grupo de
heridos y en pocos minutos el avión estaba otra vez en el aire, recordó.
``Descargamos el avión en 20 minutos, que era el tiempo que calculábamos
que demoraría la aviación de Batista en reaccionar''.
La experiencia de Taylhardat en operaciones secretas no era
despreciable. Este marino formado en la Italia de Mussolini y en
Quantico, Virginia, donde se hizo experto en guerra anfibia, participó
en 1952 en un complot de la Armada venezolana para derrocar a la junta
de gobierno presidida por el entonces mayor Marcos Pérez Jiménez.
La conspiración fracasó y terminó dos años y medio preso en una cárcel
militar. Pero cuando el régimen que intentó derrocar cayó
definitivamente en enero de 1958, Taylhardat fue compensado y participó
en importantes misiones encomendadas por el presidente Wolfgang
Larrazábal, que había sido su profesor en la Escuela de la Armada
venezolana y avezado marino como él.
Una de estas misiones fue ser oficial ayudante de Fidel Castro cuando
visitó Caracas dos meses después de haber tomado el poder en Cuba.
Durante una reunión de alto nivel que Castro sostuvo con el recién
electo presidente Rómulo Betancourt, que sucedió a Larrazábal,
Taylhardat fue testigo de una insólita petición del comandante cubano.
'Primero le pidió a Betancourt un préstamo de $300 millones para
reconstruir Cuba, y como Betancourt le expresó que no contaba con tal
cantidad, entonces Castro le sugirió que se lo pidiera a los
norteamericanos, porque `lo que no queremos es arrodillarnos ante los
americanos' '', contó el ex oficial.
''Quizá la historia hubiese sido diferente si se le hubiese dado ese
préstamo. A lo mejor no le hubiese pedido ayuda a los rusos'', reflexionó.
El entusiasmo inicial por la lucha castrista, compartida por los
venezolanos y por el gobierno del presidente Larrazábal, y que
posibilitó la entrega de armas a Castro, ''se vino abajo luego de los
fusilamientos'', dijo Taylhardat.
''Toda esa imagen mítica de Castro se vino abajo cuando comenzaron a
matar a miles de personas en los tribunales populares'', dijo
Taylhardat. ``No podíamos aceptar los fusilamientos. Fue una reacción de
repulsión generalizada y de decepción después de haberlo ayudado''.
Por otro lado, dijo Taylhardat, después de tomar el poder, Castro trató
de invadir a Venezuela. ``Sin quererlo, ayudamos a crear un monstruo''.
``Cuando se hizo la operación, me sentí honrado de participar porque
creíamos que íbamos a ayudar a llevar la libertad y la democracia a
nuestros hermanos cubanos. Lamentablemente las cosas no fueron así''.
ocasto@herald.com
http://www.elnuevoherald.com/noticias/america_latina/cuba/story/137650.html
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