Tuesday, January 08, 2008

El último viaje del submarino amarillo

8 de enero de 2008

El último viaje del submarino amarillo

Rafael Ferro Salas

PINAR DEL RÍO, enero (www.cubanet.org) - La década de los años sesenta
en Cuba vive en la memoria de una generación que creció con lo
prohibido. Cuatro jóvenes de la ciudad de Liverpool (Inglaterra),
estremecían al mundo con una música de vanguardia nunca escuchada: los
Beatles.

Todo tipo de música extranjera, sobre todo de habla inglesa, era tabú en
la isla. De mano en mano pasaban de manera clandestina los discos,
revistas y casetes de los artistas extranjero de moda. Los involucrados
en aquella generación asumíamos el riesgo de ser sorprendidos oyendo una
canción de los Beatles, y el precio era ser expulsado de una escuela o
un centro de trabajo, cargando por aquellos tiempos el pecado de ser
"desviados ideológicos"; los marginados no confiables ante los ojos del
régimen y sus seguidores.

Nuestros padres no tenían a mano otra alternativa que la de compartir
junto a nosotros los peligros y los miedos. Éramos jóvenes y nos estaban
cortando las ganas de tocar el cielo, se nos prohibía volar con melodías
y letras que empezaban a cambiar el modo de mirar la vida, las cosas y
las gentes.

Una noche fui junto a tres amigos míos a un aula de la escuela en la que
estudiaba para escuchar un casete con canciones de los Beatles. Por
primera vez oíamos la letra de Yellow Submarine. A partir de esa noche
nos juramos vivir en él, prendidos a la inocente ilusión de navegarlo
hacia aguas mejores, mansas, cargados en la espuma de las aspiraciones
futuras. Estábamos convencidos de que nadie podría arrebatarnos aquello.

Más tarde supimos que la envidia aguardaba agazapada, y mis compañeros y
yo, delatados por alguien de cuyo nombre no vale la pena acordarse,
fuimos expulsados de aquella escuela.

Mi madre no se cansaba de preguntarme el por qué mi fanatismo por
aquellos jóvenes melenudos y de lengua ajena. Al cabo del tiempo yo
mismo tuve la respuesta: lo prohibido es tentador y uno siempre va a
estar dispuesto a jugárselo todo por conocerlo.

Nos hicimos viejos sin la oportunidad de tararear aquellas canciones con
la libertad que merecíamos; a fin de cuentas (como todos) estábamos a
merced del tiempo y sabíamos de sobra que los años no iban a
perdonarnos, mucho menos darnos la ocasión de un segundo chance.

Hasta el día de hoy no me abandona el escalofrío inevitable de la
nostalgia cuando escucho una canción de aquellos cuatro locos
maravillosos que me enseñaron la magia de enfrentar lo absurdo. Me queda
la satisfacción de saber que Lennon está sentado en un parque de La
Habana, mirándonos con unos espejuelos ambicionados por todos y cuidados
por alguien que no sabe verdaderamente lo que está cuidando.

Varado en los rincones de mi memoria, a la otra orilla de mi infancia,
está el submarino amarillo, invitando a los de mi generación y a los de
otras, al viaje más largo de nuestras vidas.

http://www.cubanet.org/CNews/y08/en08/08a5.htm

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