Desaparición de 40 cubanos abruma a sus familias
ALFONSO CHARDY
The Miami Herald
Todavía estaba oscuro aquella madrugada a fines de noviembre cuando 40
personas, entre ellas 12 niños, abordaron una embarcación de pesca
deportiva que había salido de la Florida para recogerlos en la costa
norte de Cuba.
El cielo estaba claro pero el mar un poco picado.
Los cubanos, todos de distintos lugares de la provincia de Matanzas,
esperaban un viaje sin contratiempos, el mismo viaje que sus familiares,
cónyuges, hermanos, hermanas y otros habían hecho para llegar al sur de
la Florida, algunos tan recientemente como el año anterior.
Mientras se dirigían hacia mar abierto después de las 3 a.m., algunos
usaron un teléfono que su capitán --conocido sólo como El Grifo-- les
había dado para llamar a sus familiares en Miami y Hialeah. Esperaban
reunirse en cuestión de horas.
Pero nunca llegaron.
Lo que les sucedió a los pasajeros del yate Wellcraft de 32 pies de
eslora, con capacidad para nueve pasajeros --no cuarenta-- sigue siendo
un misterio. Si se confirma que el barco naufragó y que sus ocupantes se
ahogaron, la tragedia podría ser una de las peores desde que
embarcaciones del gobierno cubano se lanzaron contra el remolcador 13 de
Marzo en 1994, hundiéndolo con un saldo de 41 muertos.
El Servicio Guardacostas considera desaparecidos a los 40 náufragos y
sospecha que el caso es otra operación de contrabando humano, una de un
número cada vez mayor desde que Fidel Castro cedió el poder a su hermano
Raúl en julio del 2006.
Grupos de exiliados cubanos calculan que miles han muerto en el mar
desde que Castro tomó el poder en 1959. Se cree que más de 220
inmigrantes cubanos --entre ellos los 40 de marras-- han muerto en el
mar desde enero del 2001.
Oficiales del Guardacostas, frustrados por el aumento de las operaciones
de contrabando y las tragedias en el mar, han pedido a la comunidad de
exiliados que se pronuncien contra estos peligrosos viajes. Los barcos
abarrotados de inmigrantes son un negocio lucrativo para los
contrabandistas, que cobran hasta $10,000 por persona.
Si El Grifo era un contrabandista, se preparaba a ganar $400,000 en ese
viaje.
La noticia de la desaparición del barco fue mucho para Regla Jiménez, de
55 años, que murió en Matanzas el Día de Navidad. Jiménez, cuyos dos
hijos ya estaban en el sur de la Florida, sufrió un infarto al enterarse
que sus nietos --una niña y un niño, ambos de un año-- y dos nueras
habían desaparecido.
Aunque los familiares contactados por The Miami Herald en Cuba y el sur
de la Florida insisten en que se enteraron del viaje a última hora y no
sabían nada de una operación de contrabando, los Guardacostas dice que
los familiares esperaron mucho --casi dos semanas-- en reportar la
desaparición, un error potencialmente fatal.
''Después de 12 días el área de búsqueda habría sido demasiado grande,
cualquier punto entre Cuba y Carolina del Norte'', dijo el portavoz del
Servicio Guardacostas, teniente de navío Chris O'Neal.
The Miami Herald encontró a 11 familiares --uno en Houston-- de ocho de
las familias de los desaparecidos para tener idea de qué pudo haber
sucedido. Identificaron a 22 de los 40 en el peligroso viaje. Esto es lo
que recuerdan:
Luis Bazán, de 40 años, estaba preparando la carga de un avión en el
Aeropuerto Internacional de Miami el 23 de noviembre cuando su móvil
sonó a las 11 a.m. Era su esposa, Yusmari Rosales, de 27 años, que lo
llamaba desde la embarcación, que estaba al sur de Cay Sal, en la parte
más al sur de las Bahamas.
Rosales, que hablaba emocionada, le dijo a Bazán que sus hijos, Yalon,
de 2 años, y Yaseel, de 8, estaban con ella. Muchos de los otros
pasajeros estaban mareados, le dijo, pero por lo demás todo estaba bien.
''Estaba muy nerviosa, loca de emoción porque dentro de poco llegaría y
disfrutaría de la libertad en este gran país'', dijo Bazán la semana pasada.
El Grifo estaba esperando que cayera la noche para tomar rumbo norte en
la oscuridad y tratar de evitar al Servicio Guardacostas.
El pronóstico del tiempo era de cielos despejados con posibilidad de
algunos chubascos. Un frente frío se aproximaba desde el norte. El mar
tenía olas de uno a dos pies 60 millas al sur de los Cayos.
Rosales le prometió a Bazán que lo llamaría de nuevo a las 4 p.m.
La llamada nunca llegó.
Ariel Cabrera, un camionero que tenía en la embarcación a su hermano,
Reniel, y a su cuñada, Idania, dijo que en Matanzas se supo que El
Grifo, un pescador, iba a recoger a su familia y podría tener espacio
para otras personas.
La hermana de Cabrera, Aranelis, que vive en el poblado de Perico, dijo
que la víspera del viaje Reniel mencionó que iba a visitar a unos amigos
en Cárdenas, cerca de donde 40 cubanos habían sido recogidos y un lugar
común de salida de balseros y contrabandistas.
Cuando Jorge Pino, de 42 años, se despidió con un beso de su esposa
Dania González, ella no pensó en nada de eso. Pino le dijo que iba a
Camagüey, a unas 260 millas de Matanzas, para visitar a unos familiares
y que regresaría pronto. Sin embargo, en realidad lo que tenía pensado
era reunirse con su hermano Raidel Pino en Hialeah.
Los hermanos Lázaro y Osmany Martínez dijeron que no sabían que sus
esposas e hijos pequeños se dirigían a Matanzas hasta que familiares
llamaron de Cuba para preguntar por ellas.
Osmany, de 31 años y barbero en el sur de Miami-Dade, llegó a Estados
Unidos en diciembre del 2006 y desde entonces ha estado tratando de
conseguir visas para su esposa Miretsy Gómez, de 27 años, y para su hija
de 1 año, Diosanay Martínez.
''Deben haberse organizado allá'', dijo Lázaro, de 33 años, jardinero de
una comunidad exclusiva del sur del condado. Su esposa Yamiris Zúñiga,
de 26 años, trabajaba en empleos irregulares en Cuba y cuidaba al hijo
de ambos, Marlon Challaane, de 1 año.
Ambos hermanos han perdido a sus esposas, sus hijos y su madre, que
murió el Día de Navidad.
La mayoría de los familiares de las 40 personas en La Florida dijeron
que los miembros de la familia salieron de la isla porque las
condiciones no han cambiado bajo Raúl Castro.
''Nunca habrá cambio'', dijo Danny Daniel, de 27 años, cuya esposa,
Mayelín Mendoza, de 33 años, y el hijo de 4 años, Danny, están también
desaparecidos.
El 6 de diciembre el Servicio Guardacostas empezó a recibir llamadas de
Bazán y de otros.
Al principio las llamadas eran de más resignación que ansiedad:
esperaban que les dijeran que sus familiares habían sido interceptados y
devueltos a la isla, como es habitual cuando los interceptan en el mar.
Si los cubanos hubieran tocado territorio estadounidense, es muy
probable que se hubiesen podido quedar, a diferencia de otros los que
vienen del Caribe y otros países.
El Servicio Guardacostas siguió el procedimiento habitual y dio a los
familiares un teléfono para que llamaran a un enlace en Congreso
designado para ayudar a los exiliados a localizar a sus familiares
perdidos en el mar.
Esa misma tarde, cuando los nombres de las familias no se mencionaron en
las listas de desaparecidos, el Servicio Guardacostas ordenó la búsqueda
de una embarcación, o sus restos, y despachó a un avión para sobrevolar
la zona. Esto fue 12 días después que El Grifo salió de Cuba.
Bazán estaba tan ''preocupado'' por lo sucedido que oficiales del
Servicio Guardacostas que hablaron con él en diciembre pensaron que
tenía ''ideas suicidas''. Después estuvo tres días ingresado en una sala
siquiátrica.
Desesperado, alquiló un avión para buscar el área de Cayo Sal el 12 de
diciembre, con la esperanza de hallar a su familia en algún lugar del
Estrecho de la Florida.
El viernes pasado Bazán estalló en llanto cuando puso un video de su
hijo y la búsqueda del avión sobre Cayo Sal.
''Mi vida sin mis hijos se acabó'', repitió Bazán una y otra vez.
Los familiares de los 40 se aferran a la esperanza de que sus seres
queridos tal vez estén detenidos en Cuba, o quizás llegaron a México o a
las Bahamas y terminaron encarcelados. Sin embargo, las autoridades
estadounidenses han saben nada de su destino.
''Hemos investigado tanto en México como en las Bahamas y no hemos
detectado nada'', dijo Ana Carbonell, jefa de despacho del representante
Lincoln Díaz-Balart, republicano por Miami.
Por su parte, funcionarios cubanos han insistido al Servicio
Guardacostas que tampoco tienen información sobre los 40 desaparecidos.
Mario Galbán, maquinista de Miami-Dade cuyo hermano Jorge, de 44 años,
estaba en el yate con su esposa Yusimi Carvajal, de 37 años, y dos
hijos, Jorge, de 19, y Julia, de 10, dijo que sospecha en la salida
participaron contrabandistas.
''No tengo detalles, pero creo que el dinero pasó de una mano a otra, o
se prometió y nunca se entregó'', dijo Galbán.
achardy@MiamiHerald.com
http://www.elnuevoherald.com/noticias/america_latina/cuba/story/142996.html
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