Sucesión
Gobernando por teléfono
En medio de una epidemia de dengue y de la Cumbre de los No Alineados,
Fidel Castro vigila el país desde un sillón de hospital.
Federico Fornés, Ciudad de La Habana
miércoles 13 de septiembre de 2006 6:00:00
Para Fidel Castro, gobernar es vivir. Y si no hace lo primero, lo
segundo tiene poco de interesante. "Los revolucionarios no se jubilan",
ha dicho más de una vez, confirmando que sólo la muerte lo apartará del
poder.
Ahora no está muerto y sí parcialmente apartado. ¿Qué sucede entonces?
Dadas las circunstancias, Castro ha inaugurado una nueva era. Su
quebranto de salud lo mantiene con un teléfono en la mano, escribiendo
notas y dejándose filmar o retratar para una actualización pública de su
estado por entrega. Ese es un patético remedo de su estilo de gobierno.
Hasta hace muy poco, y por cerca de cincuenta años, el don de la
ubicuidad y él guardaban cierta competencia. Muy a pesar del líder
cubano, eso es ya historia antigua. El hombre que capeaba las crisis de
todo tipo —desde un potencial exterminio nuclear hasta el éxodo de
miles— con su palabra, fascinación y paternidad histórica está ahora
sentado en un sillón, empijamado y en pantuflas, flaco y frágil, algo
que sus enemigos ven como una metáfora de su poder declinante.
A la sombra
Tal vez ha llegado el momento de pensar en Deng Xiaoping, quien gobernó
a la sombra de todos los poderes hasta su muerte en 1997. Quiérase o no,
ambos alinean ciertas similitudes. La vida crepuscular, la concentración
de las decisiones estratégicas, el tutelaje de las funciones del Estado,
el ejército, el partido y el parkinson, un dato que la CIA
estadounidense destapó en noviembre de 2005.
Se alejan entre sí cuando se repara en las reformas estimuladas y
protegidas por el líder asiático y rechazadas o menguadas por el
dirigente caribeño. O también cuando se trata del estilo. El primero
favorecía la discreción mediática, el segundo siempre eligió las
tribunas y las muchedumbres. Pero la diferencia crítica entre ambos está
dictada por la percepción de cómo el socialismo puede modernizarse sin
ser roída su estructura de poder.
"Para Fidel, cualquier reforma en la Isla pasa por las intenciones
estadounidenses de descarrilarlas. Ese es el mejor argumento para no
hacerlas y la prueba de la vulnerabilidad del sistema cubano", estima un
economista jubilado que hace las veces de parqueador de autos en La Habana.
La prueba del grado de restablecimiento del presidente cubano podría
hallarse en el nivel de protagonismo con que encare, de ahora en lo
adelante, las crisis o eventos políticos a los que su peso histórico
prohíbe o aconseja no eludir.
El dengue y la Cumbre
La primera crisis está en curso sin Castro al frente: una epidemia de
dengue que no remite y a la que las autoridades enfrentan como un
problema de seguridad nacional. Doce de las catorce provincias padecen
diversos grados de infestación, siendo las más afectadas las dos
ciudades más importantes del país: La Habana y Santiago de Cuba, esta
última virtualmente en cuarentena.
Los ómnibus que entran y salen son fumigados. Por miles se cuentan los
ingresados en hospitales o en sus casas y hasta los universitarios
habaneros husmean las oquedades del arte funerario del cementerio Colón
en busca de larvas de mosquitos. Una y otra vez, los medios propalan
mensajes de profilaxis. Dos provincias del oriente, Camagüey y Ciego de
Ávila, paralizaron sus producciones y servicios. Enviaron a todos a un
saneamiento masivo. En el mundo oficial, sin embargo, la palabra dengue
parece maldita e impronunciable.
La segunda ocasión de protagonismo no es una crisis, es una cumbre, la
primera de todas las trece restantes en las que el jefe de Estado del
país anfitrión podría sobresalir por su ausencia y no al revés.
En su última misiva al pueblo cubano, publicada el pasado 5 de
septiembre, el mandatario se describió como "paciente disciplinado" y
adelantó que estará recibiendo a "visitantes distinguidos", aunque
aclaró que la cobertura será escueta.
"Quizás no pueda recibir a todos los dignatarios, pero aspiramos a que
esté", dijo un funcionario que participa en los preparativos del foro,
que este lunes comenzó en La Habana su fase de expertos. Para fines de
semana se espera que unos sesenta gobernantes asistan a la decimocuarta
cita de países no alineados.
Fidel Castro mantiene una mesura extraña a su temperamento: trata de
establecer un equilibrio entre su verdadera salud y las expectativas de
la nación. Aunque aseguró que el momento crítico había sido superado,
advirtió que "el tiempo de una completa recuperación, quiérase o no,
será prolongado", apostillando: "en este momento no tengo apuro alguno,
y nadie debe apurarse".
Por tanto, la Cumbre, a juzgar por sus advertencias, discurrirá sin su
protagonismo escénico. Sus discursos, desmesurados y contundentes, ya no
serán escuchados en el plenario y remarcarán su ausencia.
Las preguntas saltan en aluvión. ¿Será una cumbre a cuatro manos entre
él y su hermano Raúl? ¿Podrá a su vez este último asumir como estadista
la conducción del Movimiento de Países No Alineados, con su madeja de
problemáticas e intereses contrastantes? ¿Cómo será presentado el
ministro de Defensa, como el actual presidente en funciones de la nación
o como primer vicepresidente? ¿Soportará el peso de tantas
responsabilidades, internas y externas?
Eterno 'número dos'
La prensa oficial se anda con remilgos a la hora de presentar a Raúl
Castro al frente del país. Pese a que existe un traspaso temporal
firmado por Fidel el 31 de julio, el ministro de Defensa es sólo el
compañero Raúl o el general de Ejército. El resto de sus
responsabilidades traspasadas caen en una obviedad tácitamente consentida.
Justo mes y medio antes de que su hermano cayera en un quirófano, Raúl
Castro advirtió en una reunión de altos oficiales que "solamente el
Partido Comunista puede ser el digno heredero de la confianza que los
cubanos han depositado en su líder". El segundo hombre de Cuba sabe que
ni él ni nadie será capaz de llenar un presumible y temible vacío y, de
paso, deja entrever aversión a un liderazgo unipersonal asumido por él o
por otros que estuviesen tentados.
Para Washington, está en marcha una sucesión en cámara lenta. Para los
cubanos, las cosas no están claras. Hasta el momento la única medida
digna de considerarse es la vuelta al gabinete del comandante
guerrillero y ministro del Interior en los duros años sesenta Ramiro
Valdés, ahora como titular de Informática y Comunicaciones.
"Te necesitamos para seguir empujando el sol", tituló el diario Granma
en su portada citando al presidente Chávez, al brindar cobertura sobre
la última visita del líder venezolano a su amigo convaleciente. Las
imágenes mostraron a un Fidel reclinado y sentado en la cama, de buen
humor y gestos mesurados.
El pijama era rojo, como el porvenir que ambos quieren para el mundo.
URL:
http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro-en-la-red/cuba/articulos/gobernando-por-telefono/(gnews)/1158120000
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