Lamento por el barrio que ya no es
Marcelo Jiménez Jiménez, Agencia Jóvenes sin Censura
Bitácora Cubana, 25 de agosto de 2006 - La Habana
- En estos días, cuando La Habana aprieta las tuercas de su maquinaria,
la nostalgia empieza a comerse a algunos de los barrios de provincia. La
novedad la causa una circular del Ministerio del Trabajo, la Oficina de
Asientos Tributarios y la asistencia de la Policía Nacional Revolucionaria.
En esta semana cientos de vendedores ambulantes tendrán que hacer sus
ventas en el sitio en que viven; ya no podrán salir a las calles a
pregonar sus productos.
Luis, como el caramelero de una estampa solariega de Nicolás Guillén, se
quedará otra vez en el solar – "a vender la vida si es preciso", me
dice, y según cuenta más adelante, "la medida es un desastre, pues cada
vendedor va copando la zona y reconociendo en qué partes del pueblo hay
mayor venta, qué días y a qué horas y además continúa lo mismo: Si se
vende, se fía, por lo que las ganancias nunca son netas. Pero ganancias
al fin, y no importa el día que recojas el pago de las deudas, tomando a
esto vas creando la clientela fija". Para Carlos y su hijo, dos
fabricantes de escobas muy conocidos, la nueva ley se convierte en una
Espada de Damocles. Un puesto fijo de escobas en la barriada es una
bagatela y una pérdida de tiempo, aclaran. "A las mujeres hay que
llevarles las escobas a la casa para que las toquen y las sacudan a su
antojo, para que puedan escoger" Este gardeo a presión es un suplicio,
termina.
Los poemas y estampas del oficialmente llamado "poeta nacional" Nicolás
Guillén están llenos de pasajes donde vendedores y compradores hacen del
regateo un arte popular, una manera expresiva de la cubanidad más
acendrada. El último caso más sonado de obligatoriedad al estatismo y a
la falta de iniciativa individual fue el traslado de la Feria de Arte
que se encontraba en Malecón y D en el Vedado habanero para el
Superalmacén de la calle Galiano en pleno corazón de Centro Habana, un
modo más de arrinconar el emprendimiento y la independencia económica.
El caso de la suspensión de los miles de vendedores que llenan con sus
cantos los oídos y las abultadas necesidades de los cubanos más
humildes, puede constituir una prueba de fuerza y no una medida
definitiva. Hace más de un año, cuando al pretender eliminar a los
intermediarios y engrosar con ellos el ejército de los vendedores
ambulantes, buscaban una respuesta, sólo hallaron la inconformidad de
muchos y el silencio de la mayoría. Con todo esto, pretendían controlar
la creciente ebullición del mercado negro.
En Cuba el comino, la pimienta y otras especies ubicadas en las tiendas
que venden en dinero fuerte es decir, pesos convertibles, no están al
alcance ni siquiera de la mitad de la clientela activa y su
regularización sólo traería dos posibles consecuencias: uno, el malestar
de cada día y las más desprotegidas canastas familiares y dos, el
refinamiento de los "modus operandis" de los vendedores ambulantes.
El juego del gato y el ratón al que ha apostado el Estado en
coordinación con los encargados siempre de propinar otra vuelta de la
tuerca, es el sello de presentación de los que eliminan la economía
marginal o marginada; Esa pequeña chispa de toda economía de marco legal
y establecido. Como en las quincallas de Guillén, en el carnaval de los
vendedores ambulantes arrinconados en sus casas queda una parte del país.
Sin mujeres, sin azúcar, sin caña no hay país.
Ya he repetido hasta el cansancio algo que nunca me cansaré de decir,
"sin ambulantes se afloja el engranaje, la sopa sabe rayos, las damas y
dueña de la casa son más tristes, el agua es más salobre y la canasta
familiar de alimentos se pudre, corroída por los insectos"
Sin ambulantes no hay país y sin país, ya no hay país
http://www.bitacoracubana.com/desdecuba/portada2.php?id=2786
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