El futuro del socialismo cubano
Luis Ugalde
Jueves, 17 de agosto de 2006
Para Marx el socialismo es de abundancia y prosperidad y se construye
sobre el capitalismo más desarrollado. Lenín, por el contrario, lo
implantó en uno de los países más atrasados de Europa. Al comienzo de
los años treinta las cifras de desarrollo de la Unión Soviética, frente
a la Gran Depresión capitalista de 1929, parecían darle la razón y que
el socialismo servía para salir de la pobreza y el subdesarrollo. Lo
mismo pensaron Mao y su partido y muchos partidos comunistas en África,
Asia y América Latina. Todo esto ya es pasado, pues ni Rusia y sus
satélites, ni China son economías socialistas, ni las añoran.
En Cuba medio siglo de poder absoluto de Castro y su partido no han
producido un aceptable desarrollo y bienestar económico; incluso hay
graves retrocesos en los últimos quince años. Sin estímulos a la
productividad y a la iniciativa empresarial, sin libertades básicas, la
economía cubana es un fracaso estrepitoso que sobrevivió por el subsidio
soviético y ahora por la generosa ayuda de petrodólares venezolanos.
Pero de modelo económico para salir de la pobreza, nada. Hace unos
veinticinco años un funcionario cubano me dijo en La Habana, con
confiada sinceridad, algo que no he olvidado: "Nosotros supimos poner el
primer piso de la Revolución, pero no sabemos cómo construir el
segundo". Luego de un cuarto de siglo en el poder no lograban dejar
atrás los espartanos racionamientos de comida, ni la penuria y la
pobreza. El primer piso se refería a la fuerza moral y a los logros de
la Revolución en el reparto de la riqueza que ya existía en Cuba y a la
construcción de sistemas de educación y de salud para todos. A pesar de
todas las contrariedades y bloqueos, los sistemas de educación, salud,
deporte, seguridad, eran mejores que en la mayoría de los países
latinoamericanos. Si en una segunda etapa una pujante economía hubiera
respaldado esos logros, acompañado de las libertades de salida y
entrada, de pensamiento, de inversión y tecnología con iniciativa
privada para elevar la productividad y medirse con los mejores como lo
hacen en deporte…se podría hablar de éxito socialista como futuro humano
de justicia y de libertad. Antes fracasó la economía colectivista
estatal en el Bloque Soviético y China. Aquellos se convirtieron en
capitalistas y el partido único comunista chino se convenció de que la
productividad se eleva con estímulos a la iniciativa privada, inversión,
nacional e internacional, y tecnología y competitividad que disputa los
primeros puestos y se abrió económicamente al capitalismo de punta. Pero
mantiene el control político y el poder. Por ahí van también los
vietnamitas. Ni en Rusia, ni en China, luego de medio siglo de
indoctrinación exclusiva, apareció el "hombre nuevo" libre de egoísmo,
que sólo existe en los mitos comunistas.
Cuba está en una encrucijada. Hoy la miseria y las penurias son grandes
y los controles absolutos, pues el Partido-Estado es el único empleador,
educador, pensador, empresario, comunicador… La gente está vigilada y
secuestrada por el partido único y el gobierno pretende que sólo
conozcan del mundo lo que la censura del régimen considera aceptable. No
es el horizonte de esperanza social y libertaria, ni para Cuba, ni para
ningún otro país. Hay que reconocer que, más allá de las buenas
intenciones, el régimen no logra producir una sociedad más atractiva,
pues su intento va "contra natura". Ni lo ha logrado, ni lo logrará nunca.
La economía tiene un motor que (a pesar de las objeciones moralistas) se
mueve por el instinto humano de la búsqueda del interés propio,
combinado con la libre creatividad humana. El peligro capitalista (muy
grave por cierto) está en convertir a los seres humanos en simples
factores económicos y el interés de los más fuertes en suprema ley. Por
eso la democracia social desarrolla la autoridad pública con moral, con
instituciones, que, con sabiduría y solidaridad, encaucen la creatividad
económica, combinando el logro personal con el interés y el bienestar común.
Hoy la alternativa para el pueblo cubano es la dialogada apertura
económica y política, conservando los mejores logros, al tiempo que se
oxigena el ambiente con las libertades básicas y la creatividad plural.
Las revoluciones (la Francesa, la Rusa, la China…) tienen su etapa de
grandes utopías, de movilización y de heroísmos, luego descubren sus
límites y sus miserias y finalmente terminan devorándose a sí mismas.
Toda revolución tiene sus glorias y sus crímenes, sus genialidades y sus
locuras. De la Revolución Francesa se apoderó un Emperador que agotó a
su país llevando la guerra a los confines de Europa hasta lograr la
propia derrota; luego vino la restauración de la desprestigiada
monarquía tradicional. Así pasó con el paraíso comunista en Rusia y
China y ocurrirá en Cuba.
El empeño del gobierno venezolano en meterse en esa trampa mortal es
simplemente un capricho reaccionario, y no querer aprender de la
historia del socialismo–comunista es una locura. El país necesita un
cambio profundo e inclusivo, no hacia el pasado, sino hacia el futuro.
Con democracia social pluralista, concentrada en la transformación del
ingreso petrolero en preparación humana, oportunidades y empleo
productivo para toda la población, con instituciones públicas serias y
solidarias que combinan el interés propio con la creación del bienestar
colectivo de un desarrollo humano superior.
lugalde@ucab.edu.ve
http://www.analitica.com/va/internacionales/opinion/9010511.asp
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