CASTRO Y DICTADURA
por DIEGO MEDINA
LAS dictaduras, sean como fueren, son solamente eso, dictaduras. Y
Castro, por simpático que a algunos les pueda parecer que un viejo
hombre se sostenga en el poder por encima de cualquier inclemencia, no
merece otro nombre que el de dictador.
Cuando Fidel Castro, corriendo el año 59, ayudado, entre otros, por el
«Che», logró enfrentarse al poder de Batista, pareció asumir el papel de
un libertador que, en virtud de un poder carismático otorgado por el
pueblo, tuvo en sus manos la posibilidad de conducir a su pueblo hacia
la democracia. Sin embargo, 47 años después no sólo no existe democracia
en Cuba, sino que lo que existe es un régimen de explotación; el pueblo
explotado por la clase dirigente. Una clase dirigente que vive como
encopetados señores y que ha conducido al pueblo a una situación de
extrema pobreza y necesidad.
Yo no puedo acordarme de aquella revolución, pues apenas había nacido;
pero si que he crecido con el tópico del Castro libertador. Yo mismo fui
un admirador, como cientos de jóvenes de mi generación, del «Che»,
símbolo para muchos de la generosidad y del sentido solidario de la
vida. Ahora, no puedo sino confesar que Castro me parece un repugnante
político que al morir -y ya le queda poco- sentirá la sensación de dejar
un patrimonio (suyo) a la humanidad.
Sin duda, Castro deseará que exista el más allá, pero sólo movido por el
ansia de seguir viendo como su hermano culmina y eterniza la obra de
opresión y explotación en que ha consistido su vida.
Ahora, cuando parece que doblan campanas de muerte, cuando la tijera de
la Parca está presta a cumplir su destino, muchos se alegran -extraña
paradoja-, y ven en esos sones, tonos de libertad. Otros, por el
contrario, siguen apoyando al dictador, algunos incluso con el cinismo
de sentirse legitimados por haber participado de la lucha contra el
franquismo. Zapatero y muchos otros «Zapateros» que habitan España
-tanto la que duerme como la que bosteza-, esos mismos que cuando Franco
murió no habían salido aún de la adolescencia, esos que jamás lucharon
contra el franquismo porque, entre otras cosas, no tenían edad para ello.
Esos ridículos personajes que quieren vender lo que no fueron, esos
«Zapateros» hipócritas y burgueses, aprovechan cualquier ocasión para
justificarse de izquierda y como no encuentran otra justificación para
serlo, se ven obligados -dramática paradoja- a defender la dictadura de
un déspota como Castro, dictador que ejercerá su papel hasta la muerte.
¡Peor para ellos!.
http://www.abc.es/20060807/cordoba-cordoba/castro-dictadura-diego-medina_200608070312.html
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