Monday, August 21, 2006

Anexionismo en Miami

Posted on Mon, Aug. 21, 2006

Anexionismo en Miami
ALEJANDRO ARMENGOL

La anexión de Cuba a Estados Unidos volvió a surgir como anécdota
durante los días siguientes a la noticia de que el gobernante cubano
había cedido temporalmente el poder debido a una cirugía intestinal. En
realidad no fue una propuesta formulada en cualquiera de las tantas
reuniones y comunicados surgidos al calor de la información, sino una
simple foto en que un residente de esta ciudad sostiene un cartel con el
mapa de la isla, la Florida y el nombre de ''Havami'' para el futuro e
ilusorio nuevo estado norteamericano.

El autor de la idea es Máximo Sarracino y en un mensaje me dijo que su
propuesta ha sido enviada al Congreso. Quien le interese conocer los
detalles de sus planteamientos puede encontrarlos en Cuaderno de Cuba,
el blog que tengo en la edición digital de este periódico.

No me interesa aquí entrar a discutir la propuesta en sí, sino el
ambiente en que surge. Pienso que el tema de la anexión de la isla
caducó en la segunda mitad del siglo XIX. Carece de sentido en estos
momentos plantearse la idea. La situación mundial puede definirse más
bien en términos de una mayor integración económica por una parte y del
resurgimiento del nacionalismo por la otra. Entre ambos polos, queda
poco margen para cualquier tipo de anexionismo político, que puede
considerarse más bien como un criterio pasado de moda.

En el caso cubano específicamente, la corriente anexionista tiene en su
contra un historial negro, en el sentido literal y figurado del término.
Está asociada con el objetivo --por parte de los hacendados y
empresarios de la isla-- de mantener la esclavitud a toda costa y en
esta nación fue apoyada por los estados sureños que compartían un
interés similar. La victoria del Norte en la guerra civil o de secesión
norteamericana puso término a un plan perseguido por varios gobiernos
--siempre del Partido Demócrata-- que intentaron comprar Cuba a España o
amenazaron con una guerra para adquirirla. Cuando Washington se lanza a
la guerra hispanoamericana, la meta no es adquirir el territorio cubano
aunque la historiografía castrista en muchas ocasiones afirme lo
contrario. Pero el anexionismo es una parte de nuestra historia que no
podemos ignorar: la bandera de ''la estrella solitaria'' buscaba que
ésta no estuviera tan sola.

No hay tampoco una corriente anexionista dentro del exilio, con una
fuerza notable como para considerar que la propuesta tiene posibilidades
de avanzar. La idea de Sarracino responde más bien a un planteamiento
aislado.

Hay sin embargo una forma de anexionismo más personal, que en el exilio
por lo general se pasa por alto: la decisión de no regresar a la isla
aunque se restablezca un gobierno democrático. Muchos exiliados hemos
hecho de Miami no una patria pero sí un hogar.

Si nos preguntan si queremos ver a Cuba disuelta dentro de Estados
Unidos respondemos rápidamente que no. Si nos presentan la opción del
regreso definitivo lo pensamos dos veces y posiblemente al final pese
más el país de adopción que el de origen. Creo que muchos cubanos hemos
entrado en una etapa posnacionalista, sin que esto implique una renuncia
a las raíces: el patriotismo transformado en un concepto cultural, una
serie de recuerdos o la nostalgia ocasional.

Pienso también que muchos cubanos que viven en la isla y nunca la han
abandonado comparten esta idea, producto de la frustración y la espera,
pero también de una madurez que permite superar el nacionalismo
vocinglero y la idealización de un país que en muchas ocasiones a lo
largo de su historia, y no sólo después del primero de enero de 1959, ha
demostrado ser poco envidiable.

Considero que la idea de una hipotética anexión --que no comparto, pero
tampoco me asusta-- es una decisión que corresponde sólo a los cubanos
que viven en la isla. Quizá éstos nunca lleguen a planteársela de nuevo.

No será fácil en un país donde por muchos años se ha explotado el
concepto de soberanía para tratar de justificar la falta de democracia.

Nada mejor que mantener viva la esperanza en el futuro, sin tener que
recurrir a esa forma de renuncia, que algunos llaman exilio y otros
simplemente desarraigo.

aarmengol@herald.com

http://www.miami.com/mld/elnuevo/news/opinion/15321383.htm

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