VI Cumbre de las Américas
El arte de perder la oportunidad de quedarse callado
El presidente Rafael Correa, Cuba y la Cumbre de Las Américas
Eugenio Yáñez, Miami | 06/04/2012 10:24 am
El presidente ecuatoriano Rafael Correa ha logrado lo que parecía
imposible entre los integrantes del ALBA: resultar simultáneamente más
prepotente que el venezolano Hugo Chávez, más torpe que el boliviano Evo
Morales y más cínico que el nicaragüense Daniel Ortega.
En su desespero por apropiarse de un liderazgo que presupone Hugo Chávez
deja por su mala salud, él mismo se creó una situación de perder-perder,
al llamar a una cruzada para boicotear la Cumbre de Las Américas en caso
de que no se invitara al Gobierno cubano. Y al no recibir apoyo de sus
compinches ha quedado en una situación que, de no participar ningún
representante de Ecuador, como ha anunciado, aísla a su país y a él
mismo, pero si participara, para decirlo en cubano, "se chotea".
Por eso tuvo que declarar, pretendiendo escamotear el bulto: "Por
definición, no puede denominarse Cumbre de las Américas a una reunión de
la cual un país americano es intencional e injustificadamente relegado.
Se ha hablado de 'falta de consenso', pero todos sabemos que se trata
del veto de países hegemónicos, situación intolerable en nuestra América
del Siglo XXI". Solo le faltó gritar: ¡Viva Fidel Castro!
Correa no quiso darse cuenta de que no es asunto de definiciones
gramaticales, trabas burocráticas o confusiones y papeleo de última
hora, sino una situación evidentemente "contra natura": en una reunión
concebida por los gobiernos democráticamente electos del continente,
para intercambiar criterios periódicamente entre esos gobiernos, no
tiene el más mínimo sentido la participación del Gobierno cubano, que se
define a sí mismo como "revolucionario" y reniega de principios básicos
de la democracia como se concibe en el continente americano, tales como
elecciones multipartidistas, libertad de prensa, de asociación y de
expresión, y que proclama al Partido Comunista como "la fuerza dirigente
superior de la sociedad y del Estado", ignorando así la soberanía del
pueblo cubano para colocarla en manos de una agrupación elitista
cerrada, secretista y discriminatoria.
Alegar que Cuba es "un país hermano", como evidentemente lo es, para
pretender justificar su participación en esa Cumbre, vale tanto como
alegar que en un triángulo rectángulo el cuadrado de la hipotenusa es
igual a la suma de los cuadrados de los catetos. Es decir, que eso sea
cierto no es razón suficiente para pretender imponer la presencia del
régimen cubano en una reunión de gobernantes democráticamente electos.
El criterio de participación en la Cumbre de Las Américas no es
geográfico, sino político. Incluso, si fueran a verse criterios
geográficos solamente, la recientemente creada Comunidad de Estados
Latinoamericanos (CELAC) admitió al Gobierno de Cuba con todos los
honores, a la vez que excluyó a Estados Unidos y Canadá por criterios
políticos, no geográficos. Lo que valió y se admitió para CELAC
—criterios políticos y no geográficos— se pretende ahora que no valga
para esta Cumbre de Cartagena.
El presidente Correa pretendió manejar la Cumbre de Las Américas como
maneja el Poder Judicial de su país. Pensó que la moral que propugnan
los alabarderos del populismo y la demagogia, lamentablemente tan
expandidos en América Latina y el Caribe, y que puede funcionar con
mucha facilidad en barricadas "antiimperialistas", podría imponerse con
la misma facilidad en cualquier institución.
Si hubiera tenido un comportamiento menos temperamental y más
inteligente, como se esperaría de los grados universitarios y los cargos
electivos que ha logrado, en vez de pretender imponer su criterio
hubiera argumentado que en una Cumbre de Las Américas, para que
realmente lo sea, deberían participar todos los países que forman parte
del continente, con independencia de sus regímenes sociales.
Pero para ello, siendo serio y responsable, también debería proponer
entonces que se modificaran los criterios de participación establecidos
en la Cumbre de Miami (EEUU, 1994) y reiterados en las siguientes de
Santiago (Chile, 1998), Québec (Canadá, 2001), Mar del Plata (Argentina,
2005) y Puerto España (Trinidad y Tobago, 2009).
Si esa era su intención, tendría más posibilidades de lograr algún
resultado concreto participando en la Cumbre de Cartagena y fomentando
sus criterios entre sus colegas latinoamericanos y caribeños, en vez de
formando un escándalo mediático desde lejos, a un nivel tan patético que
ni Hugo Chávez, Evo Morales o Daniel Ortega lo han seguido, mucho menos
los gobiernos caribeños menos "bolivarianos" del ALBA.
La verdadera decisión del bloque "antiimperialista" latinoamericano no
es lograr la participación de Cuba en esta Cumbre de Cartagena —misión
imposible— sino eliminar las Cumbres de Las Américas donde participan
Estados Unidos y Canadá. Si el objetivo fundamental del ALBA de Fidel
Castro y Hugo Chávez fue acabar con el ALCA (Asociación de Libre
Comercio de Las Américas) que propugnaba Estados Unidos, es lógico que
los "duros" del eje "bolivariano" pretendan eliminar las Cumbres de Las
Américas y sustituirlas por Cumbres de la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que con esa intención fue creada a
finales del 2011.
Es cuestión de tiempo. El eje radical de populistas y demagogos tratará
de deslucir la Cumbre de Cartagena en cuanto a logros y acuerdos, aunque
no pueda sabotearla completamente. La siguiente Cumbre de Las Américas
será acordada con reservas, y en ese intervalo los hermanos Castro,
Chávez, Correa, Morales y Ortega dirán, cada uno a su manera y dónde
considere conveniente, que si se realizan las Cumbres de CELAC cada año,
como ha sido planeado, las Cumbres de Las Américas son innecesarias.
Naturalmente, los pueblos latinoamericanos y caribeños serán los grandes
perdedores de esta maniobra "antiimperialista". Pero, en realidad, ¿a
que demagogo o populista le importa eso?
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/el-arte-de-perder-la-oportunidad-de-quedarse-callado-275617
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