Thursday, July 05, 2007

Las desventuras de Finita

SALUD PUBLICA
Las desventuras de Finita

Juan Carlos Linares Balmaseda

LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - A Petra Serafina Díaz Castillo se
le conoce por Finita. Tiene 85 años y hasta hace poco poseía una salud
física y mental envidiable. Conoció en carne propia el presidio político
cubano. Pasó casi diez años presa porque colaboró con grupos de alzados
que a principio de los años sesenta enfrentaban en Las Villas, a punta
de armas, al gobierno. Siempre fue una opositora comedida y declarada.
Últimamente apoyaba cualquier actividad pacífica antigubernamental.

Hace unos días se sintió mal. Amigos cercanos fueron en busca del médico
de familia, pero este no se encontraba en el consultorio. Pasó ese día.
Al siguiente la llevaron a la policlínica Julián Grimau, ubicada cerca
de su casa, en el municipio Arroyo Naranjo. No había agua, y por tanto,
tampoco análisis.

A media mañana del tercer día, un sábado, Finita seguía con fiebre alta
y la llevaron al cuerpo de guardia del hospital Julio Trigo, donde se le
tomó una placa de pulmones y análisis de sangre.

Según el médico de guardia, la placa reveló una neumonía y había que
ingresar a Finita. Eran las 4 de la tarde y los trámites reglamentarios
para el ingreso se eternizaban. La anciana soportó más de cuatro horas
acostada en una camilla sin orinar, pues las cuñas desaparecieron del
cuerpo de guardia. Una enfermera facilitó, a falta de cuña, la tapa de
un termo de comida. Sin embargo, los bordes eran tan cortantes que
impidieron orinar a Finita. Tampoco pudo tomar agua, pues los vasos para
los pacientes también brillaban por su ausencia. Ni siquiera había una
hoja de papel para confeccionar un vaso.

Ya en el cubículo 5 C, pasaría otra hora en cama esperando el enfermero
que instaló el suero indicado. Al tercer día de su ingreso, el médico de
sala, de apellido Roig, dijo haber notado una mancha en uno de los
pulmones de Finita, y que una broncoscopía confirmaría el diagnóstico de
cáncer. En la historia clínica de ella se señalaba hipertensión arterial
y diabetes.

Pasaron cuatro días. En ayunas la llevaron al laboratorio antes de las
ocho de la mañana. A las once no se le había efectuado la prueba, que
consistía en introducirle una manguera por la nariz para extraerle
líquidos del supuesto pulmón enfermo. Sentada en una silla de ruedas
Finita comenzó a hablar incoherencias, perdida la mirada. A las doce el
técnico anunció que el equipo estaba roto. La devolvieron a la sala. A
la siguiente mañana, una tomografía axial computarizada, confirmó un
infarto cerebral.

Un domingo, justo al octavo día de su ingreso, sus amigos acordaron
sacarla del hospital y traerla de vueltas a su casa, aunque todavía
enferma, viva. También ella lo pedía con apremio:

-¡Sáqueme de aquí antes de que me maten!

http://www.cubanet.org/CNews/y07/jul07/05a6.htm

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