Sin derecho a hospedaje
Aimée Cabrera
LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - Con el triunfo de la revolución y
la puesta en vigor de la Ley de Reforma Urbana, los cubanos perdieron el
derecho de alquilar viviendas de acuerdo con sus gustos y posibilidades.
Sin embargo, a pesar de la drástica ley que ha condenado a generaciones
de una misma familia a vivir hacinadas en espacios que parecen cada vez
más pequeños a medida que aumenta el número de moradores, a los cubanos
les quedaba la posibilidad de alquilar una habitación en un hotel o
centro turístico. Siempre hubo personas de pocos recursos monetarios
para quienes era muy difícil alquilar una habitación en un buen hotel y
para ellos existían los llamados albergues o posadas.
Así se denominaban estos sitios donde las parejas alquilaban
habitaciones con baño durante varias horas. El gobierno, luego de
intervenirlos, abandonó estas instalaciones, no invirtió un centavo en
ellos, y con el tiempo, se deterioraron hasta la absoluta suciedad.
Las parejas que no tenían privacidad en sus casas, utilizaban estos
moteles de precio relativamente módico y escogían el horario de la noche
para dormir allí. Estos lugares fueron el refugio de las parejas jóvenes
y de quienes necesitaban desahogar pasiones, motivo por el cual era
usual que se escondieran o se cubrieran el rostro cuando hacían colas
esperando su turno.
Estos moteles dejaron de prestar servicio. Despintados y cayéndose a
pedazos, son en la actualidad usados como albergues para damnificados, y
en cada uno de sus diminutos cuartos puede vivir una familia de varios
miembros con todas sus pertenencias.
Como dice el refrán: "El cubano, si no inventó la ley, se dio gusto en
inventar la trampa". Algunas personas alquilan a los necesitados una
habitación en sus casas, sin el requerido permiso y sin pagar el
impuesto que el estado impone, arriesgándose así a que, de ser
descubiertos, el gobierno les decomise la vivienda.
El arriendo de estas habitaciones fluctúa entre 25 y 40 la hora, según
las condiciones del inmueble. Un capitalino que usa regularmente esos
servicios asegura: "Esos cuartos salen más caros que un pollo, entre lo
que cuestan un par de horas de placer, las cervezas y unos bocaditos, se
sube mucho la parada, pero no es fácil conseguir donde matar la jugada,
vaya, estar con quien uno quiere, horizontales los dos".
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