Monday, May 28, 2007

EL TREN DE JUAN PABLO

EL TREN DE JUAN PABLO
2007-05-28.
Shelyn Rojas, Periodista Independiente

28 de mayo de 2007. La Habana.– El dueño de las líneas de trenes en la
religión Yoruba es el guerrero Oggún. Allí los creyentes de esta
religión dejan sacos con animales muertos, frutas o yerbas como ofrendas
o limpiezas para su bienestar.

Roberto era ferroviario en el año 1998. Acostumbrado a ver, desde su
garita, personas cubrirse con la noche para depositar los bultos en la
línea, ni atención prestaba.

Pero una noche, escuchó un sonido que parecía el llanto de gatos recién
nacidos. Faltaban pocos minutos para que el tren pasara. Observó que no
muy lejos de la garita había un saco que se movía.

Para salvar a los "gatitos", se dirigió de prisa hacia el costal. A
medida que se acercaba, el plañido era más definido. Al abrir el saco,
encontró un niño con piel de ángel y cabellos negros, envuelto aún entre
la placenta de su nacimiento.

El niño fue trasladado de inmediato para el pediátrico William Soler. A
los cuarenta y cinco días fue ubicado en el jardín Chiquitines, en la
calle San Mariano, en el reparto capitalino de La Víbora.

Este jardín se encarga de recoger a los niños abandonados por sus padres
para entregarlos a otros en adopción.

Fue bautizado Juan Pablo en honor al papa católico que había visitado
Cuba ese año.

Juan Pablo mostraba en sus pequeños ojitos color miel su dulzor y
agradecimiento. Se ganó el amor de Alejandra, la encargada de sus
cuidados especiales.

Aprendió en el jardín a dar sus primeros pasitos, a no orinarse en la
cuna y a tomar leche en una jarra.

Su primer año lo celebró junto a otros niños como él, en espera de tener
la suerte de ser adoptados.

Pocos meses después, un matrimonio extranjero se interesó por Juan Pablo.
Luego que el centro comprobó que la pareja reunía condiciones y que Juan
Pablo sería amado, protegido y bien cuidado, lo entregaron en adopción.

Juan Pablo sonrió y se abrazó fuerte al cuello de quien a partir de ese
día llamaría por mamá. Recibió el primer beso en la cabecita del que
sería su padre.

Alejandra lloró cuando se llevaron a Juan Pablo. Corrió hacia él para
darle un último beso y desearle toda la felicidad del mundo.

Alejandra confiesa que lo miró con tristeza. Sabía que Juan Pablo no
sería feliz del todo. Aunque nunca sepa el por qué, aunque tenga todo el
cuidado y amor del mundo, siempre le faltará algo en su corazón.

Llamarse Juan Pablo, como un Papa muy especial, y ser adoptado por
extranjeros, pueden ser bendiciones. Sólo que no lo suficientemente
fuertes para salvarlo del desarraigo. Quizás algo en su interior le
avise un día que esos no son sus verdaderos padres. Que no vive en su
patria. Que su paisaje y su idioma son otros.

Tal vez Oggún sepa los motivos que tuvieron sus padres para abandonarlo
en una solitaria línea de tren. Puede que les alcance para perdonarlos.

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=10281

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