Yosvani Anzardo Hernández
29 de mayo de 2007
Holguín, Cuba – bitacoracubana – Aquella mujer me estuvo mirando desde
que llegué. Tengo la sensación de que intentó sentarse cerca de mí
después de comprar sus helados. Incluso en la cola llegué a sentirme
desnudo, revisé la portañuela y todo estaba en su lugar.
Me di cuenta momentos después de despedirme de un amigo, que de forma
efusiva me saludó sin dejar de mencionar mi nombre y apellidos como si
se tratara de un aparecido.
Desde ese momento tampoco yo pude apartar mi mirada de su figura, y es
natural que así fuera, no hay forma de prohibirle a los ojos escanear
los contornos de lo bello, y menos si eres sometido a observación
desafiante, con semblante de los que sólo se adquiere en la vida
universitaria, esa libertad repentina que nos permite ser nosotros
mismos y que los mayores llaman locura de estudiantes, pues al graduarte
vuelves a someterte a la disciplina comunitaria, porque ya no tienes
excusas para vivir sin antifaz.
Yo pasé esa etapa hace algunos años, por lo que me es fácil reconocerla
en ella, sin dudas sus ganas reclaman mi cuerpo, sus senos juveniles me
ofenden con la libertad con la que desafían la gravedad; su piel es el
bálsamo que exige la mía para recobrar la sensibilidad que se pierde en
el contacto diario con las asperezas de la vida.
Su forma de tomar el helado expresa que lo disfruta más, porque piensa
en mí, por lo que invitarla ahora a cualquier cuchitril no estaría
errado. Tal vez nunca más tenga la oportunidad y como buena cubana sus
experiencias la habrán convertido en un sexo complaciente y poco exigente.
La casa de un amigo será perfecta, al menos tendrá la privacidad a la
que no está acostumbrada. En los albergues se hace el amor ante muchos
espectadores, y en los parques es molesto, aunque igual resuelve. No,
ella espera de mi algo más maduro aunque no menos loco e intenso.
La tomaré de la mano y le diré que todo está dicho. Me moví un poco para
tenerla de frente y me percato de que en efecto, todo cuanto queda es
actuar, algo se derrite dentro y no es precisamente el helado, se le ve
en los ojos distraídos que exigen algo más que miradas reciprocas, le
haré el amor con la pasión que despierta la novedad, recorreré su cuerpo
con todos mis deseos contenidos y a punto de explotar.
Puedo casi sentir su olor y el calor sublime que exhala su interior.
De pronto se pone de pie, evidentemente está más desesperada que yo, el
corazón lo tengo en la garganta, sus ojos bailan al compás de sus pasos,
ya casi al alcance de mi mano pasa a mi lado y es cuando por fin entiendo.
La escultura andante es bizca y todo el tiempo estuvo mirando al tipo
detrás de mí, cuyo principal atractivo es un sellito en el cuello de la
camisa con un 75 encima de la bandera cubana. Me queda como consuelo que
por lo menos está con un hermano.
http://www.bitacoracubana.com/desdecuba/portada2.php?id=4841
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