2008-08-23.
Hugo J. Byrne
(www.miscelaneasdecuba.net).- Hace unos días leí en la Red un artículo
de Humberto Fontova, incisivo como todo cuanto escribe, comentando la
publicación de dos "nuevos" libros laudatorios del régimen castrista, en
los que se intenta una vez más retorcer la evidencia histórica cubana de
los últimos tres cuartos de siglo.
Escribo la palabra nuevos entre comillas, porque de acuerdo a lo
informado por Fontova (no tengo tiempo ni estómago para leer abortos
literarios), ambos machacan la versión antillana de la exhausta cartilla
marxista.
No recuerdo si ambos libros fueran escritos por miembros de la comunidad
académica "liberal" norteamericana, pero al menos sí uno de ellos.
También recuerdo leer en los comentarios de Fontova que ambos libros
estaban destinados a convertirse en "best sellers", en función de la
positiva crítica de la prensa "liberal". ¿Debemos sorprendernos?
A finales de la sexta década del pasado siglo leí un librito sobre
filosofía política contemporánea de la escritora libertaria
ruso-americana Ayn Rand. Se trataba de una compilación más o menos
antológica de artículos contemporáneos de Rand. Lo que más me impresionó
de esa producción de la escritora de novelas clásicas como The
Fountainhead o Atlas Shrugged, no fue tanto su contenido como su título.
Se llamaba The Anti-Industrial Revolution (La Revolución
Anti-Industrial). Sólo que en mi modesta opinión más propiamente se
debía haber llamado La Revolución Anti-Intelectual.
Existen básicamento sólo dos escuelas didácticas y ambas contienen
elementos básicos a la educación fundamental del individuo. La primera
es la que enfatiza la disciplina. La segunda es la que inspira los
mecanismos del razonamiento. Suprimir una de ellas en cualquier fase del
aprendizaje humano es fatídico. En esto reside el fanatismo
anti-intelectual de los académicos "liberales" de Norteamérica.
Acepto que sin disciplina no hay aprendizaje posible. Un sargento mayor
que conocí brevemente durante mi servicio militar en Ft. Jackson, me
afirmaba que en su opinión el mejor soldado era el esclavo. "Deme usted
un individuo capaz de obedecer una orden mía sin mover una pestaña. No
me importa cuán bueno ha sido su entrenamiento. Un soldado así puede ser
entrenado incluso durante el mismo combate. Pero un hombre sin
disciplina no es un soldado y no me serviría para nada, no importa lo
bien entrenado que esté".
Quien así hablaba vestía en su uniforme una franja verde en la hombrera,
símbolo de honorable servicio militar tanto en La Segunda Guerra Mundial
como en el conflicto de Corea. Cuando durante los desfiles de graduación
del entrenamiento vestía su uniforme de gala, lucía muchas cintas en su
guerrera, representando medallas y citaciones en combate.
No pongo en duda que sabía de lo que hablaba. Pero también lo sabía
Martí cuando le afirmara al General Máximo Gómez (quizás un tanto
injustamente), que una república no se gobernaba igual que un cuartel.
La disciplina sin intelecto y creatividad es virtud sólo en un animal
doméstico o en un robot. El hombre es algo más que una máquina de
producción y de consumo y tiene necesidades que varían con cada individuo.
No me gusta generalizar, sin embargo, el denominador común de esa buena
parte de los académicos altruístas-socialistas que plagan hoy los
claustros de humanidades en Norteamérica y que definimos como
"liberales", son individuos que en mayor o en menor grado,
conscientemente o nó, creen en una sociedad regimentada por una cúpula
infalible como remedio adecuado a las dificultades y desigualdades
materiales inherentes a una sociedad con libertad económica y política.
En consecuencia, comparten una ideología (un credo) más o menos
marxista, en la que la ganancia comercial es una lacra inhumana que debe
ser controlada y eventualmente erradicarse y, por contraste, el estado
es un organismo directivo genial, destinado a crecer eternamente.
Como los místicos alquimistas del Medioevo, estos académicos sueñan que
ya encontraron su "Piedra Filosofal" en el colectivismo (la "Piedra
Filosofal" es una quimérica substancia que podría convertir toda materia
en oro). El estado castrista (tal como lo fue el de Stalin en el pasado)
no es para ellos un despotismo totalitario, ruinoso y genocida que
surgió y se mantiene por la violencia para disfrute de una ínfima
minoría gobernante y a despecho de la opresión y de la miseria
colectiva. Su objetivo inalcanzable es universalizar la miseria material
de Cuba por medios pacíficos. No deduzca el amable lector que asevero
que no puedan alcanzarla. Desgraciadamente es muy posible. Pero no
incruentamente.
Por el contrario, consideran la llamada "revolución de Castro" una
legítima explosión social surgida para resolver endémicos problemas
económicos y sociales, intratables dentro de un estado de derecho que
usa los límites de un sistema constitucional, multipartidista y
republicano. Confrontados con la evidencia de lo contrario, simplemente
la ignoran. Se trata de un acto de fe. Ya no quieren ni pueden aprender
nada y muy especialmente de la realidad que los circunda. Confieso que
antes me molestaban. Hoy no.
Para poder creer a pies juntillas en una utopía social a la larga
inpracticable, encuentran necesario apartarse de la realidad. El
análisis por decisión propia y necesidad de su credo social ha sido
totalmente eliminado.
Ettore Muti, guarda espaldas de Mussolini, piloto en la Guerra Civil de
España y en Etiopía, espía durante la Segunda Guerra Mundial y fanático
fascista, manifestaba abiertamente su desprecio al intelecto, haciendo
alarde de haber dejado de leer periódicos a los quince años. Estos
colectivistas norteamericanos son mucho más discretos, pero cuando como
en el caso de Cuba las evidencias históricas apuntan en una dirección
diferente a su fe, también cierran los ojos y los remanentes razonables
en su proceso mental.
Por eso nunca debemos llamar intelectuales a quienes rehusen aceptar la
realidad, no importa cuantos logros académicos se les atribuya.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=16723
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