HISTORIA
Los dioses vencidos: Causa I
Juan González Febles
LA HABANA, Cuba - Junio (www.cubanet.org) - Han transcurrido 17 años
desde el 13 de junio de 1989. Este día comenzó la purga más espectacular
de cuantas habían tenido lugar hasta ese momento en 30 años de régimen
comunista en Cuba. Fueron juzgados y condenados un grupo de destacados
oficiales de las Fuerzas Armadas y del Ministerio del Interior. La parte
visible de este iceberg, fue sin dudas, la Causa I.
El Ministerio del Interior quedó descabezado y absorbido por el
Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Los dioses del
silencio y del poder omnímodo cayeron estrepitosamente de su pedestal.
Los playboys de gafas polarizadas y relojes vistosos mordieron el polvo.
Regresaron por sus fueros los peleadores de gallos de valla y guateque
selecto. Comenzó un nuevo ordenamiento en las estructuras de poder
militar en la Isla.
Siguiendo el patrón en estos casos, a los caídos se les vinculó con
sórdidos episodios de corrupción.
Cuatro oficiales fueron supliciados, dos por el Ministerio de las
Fuerzas Armadas y dos por el Ministerio del Interior. Por las Fuerzas
Armadas fueron ejecutados el general y Héroe de la República de Cuba
Arnaldo Ochoa Sánchez y el capitán Jorge Martínez Valdés. Por el
Ministerio del Interior, el coronel Antonio de La Guardia Font y el
mayor Amado Padrón.
El resto de los encartados fue condenado a penas diversas de cárcel. La
plantilla del Ministerio del Interior fue renovada. Los jefes fueron
sustituidos por oficiales de las FAR que disfrutaban de la confianza de
Raúl y Fidel Castro.
Aunque la información pública brindada se centró en la participación de
los presuntos implicados en actividades de tráfico de drogas, quedaron
algunos cabos sueltos que minaron la credibilidad de esta posición oficial.
Se proclamó poco antes del proceso que se lavaría con sangre una
supuesta afrenta. El juicio nació viciado y fue denunciado en su momento
por activistas defensores de los derechos humanos. De acuerdo a esas
denuncias, no hubo garantías procesales para los acusados, condenados a
priori.
A fin de cuentas, a algunos de los encartados se les ocupó dinero en
grandes cantidades que no trataron de poner a buen recaudo de las
autoridades. A ninguno de los implicados se le ocurrió siquiera escapar.
Extraña conducta en narcotraficantes. Tanto la Causa I, como la Causa
II, abierta poco después contra el finado ex ministro del Interior, José
Abrantes abrieron grandes interrogantes
Sobre ella han escrito cubanos y extranjeros. Los periodistas
Oppenheimer y Rosenthal, entre otros, dejaron una pintura de tonos
sombríos sobre aquellos sucesos. Ileana de la Guardia, la hija del
fusilado coronel Tony de la Guardia, denunció en su momento interesantes
aristas del caso.
Su esposo, el hijo de Jorge Ricardo Masseti, un icono del
revolucionarismo latinoamericano, destapó el verdadero carácter de sus
actividades, como miembro de la Inteligencia castrista. Quedó clara la
índole terrorista en la actividad internacional del gobierno cubano.
Pero sin embargo, la nomenklatura de poder obtuvo lo que quería.
La clase militar es poco probable que se pronuncie por cambios o se
aparte un milímetro de la ortodoxia oficial. Al menos en vida de Fidel
Castro. Un discurso pronunciado por el hombre # 2 en aquellos días e
increíblemente televisado, mostró al mundo los rostros aterrorizados de
una clase militar que optó por vivir, hacerlo con prebendas y pagar el
costo que se les exigió.
El saldo más importante de la Causa I, es que marca el punto de no
retorno entre el final del sueño y el despertar a la realidad. Desde una
supuesta revolución a la realidad de una dictadura militar personal. Del
servicio desinteresado a Cuba, al servicio de utopías ajenas al interés
nacional de los cubanos.
Queda aún en la memoria colectiva, una efímera racha, de bienestar
material, allá por los 80. No pocos se la achacan a las actividades del
binomio Ochoa-La Guardia. Cierto o no, el imaginario colectivo así lo
asegura. Aquél fue el momento en que el cubano de a pie pudo comprar un
reloj de pulsera sin pulsearlo en una asamblea. O que pudo adquirir en
moneda nacional un blue jean, llamado pitusa a nivel local.
Cada día resultan menos creíbles las versiones oficiales en Cuba. Pocos
creen que los fusilamientos y la crisis de 1989 estuvieron dados por la
supuesta participación no autorizada en narcotráfico de aquellos oficiales.
Se impone la convicción de que hubo algo más. En algún recodo del futuro
cercano, abriremos archivos y se despegarán labios hoy sellados, que
revelarán la verdad sobre uno de los episodios más sórdidos de la
historia cubana más reciente. Historia que debemos conocer, para que no
se repita.
http://www.cubanet.org/CNews/y06/jun06/16a8.htm
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