La vida sigue igual en Cuba
No parece que estos pequeños parches vayan a aliviar la opresión que
sienten los cubanos que aspiran a ser libres, ni van a suponer gran
diferencia en el desarrollo económico de la isla. Todo sigue igual en
Cuba tras heredar Raúl el trono de su hermano.
EDITORIAL
Son bienvenidas todas las reformas encaminadas a dar más libertad a los
cubanos. Sin embargo, no conviene llamarse a engaño. Raúl Castro ha
estado especialmente sincero cuando ha reconocido que las medidas eran
las "más sencillas" de adoptar. Permitir a los cubanos comprar aquello
que no tienen dinero para comprar no parece, así a simple vista, un gran
avance, aunque permite el acceso legal a ciertos bienes que sólo podían
poseer hasta ahora con permisos especiales o perteneciendo a la
nomenklatura.
Por otra parte, la decisión de eliminar la cláusula que impedía a los
cubanos alojarse en hoteles no ha aumentado sus salarios. Sin embargo,
será muy bien recibida, porque elimina un apartheid tan evidente y
sangrante que hacía hervir la sangre al más apacible. Desgraciadamente,
la principal consecuencia práctica que tendrá será el fomento de una de
las principales industrias de la isla: la prostitución. Ya no será
necesario disimular ni sobornar a nadie para que una jinetara pueda
subir a la habitación de su cliente. Y es que si antaño se decía que
antes de Castro Cuba era el prostíbulo de Estados Unidos, ahora lo es
del mundo.
En cualquier caso, no parece que estos pequeños parches vayan a aliviar
la opresión que sienten los cubanos que aspiran a ser libres, ni van a
suponer gran diferencia en el desarrollo económico de la isla. Todo
sigue básicamente igual en Cuba tras heredar Raúl el trono de su hermano.
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