El pecado de conciencia
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - Hilda Molina es pequeña de
estatura. Parece una mujer frágil, y tuvo un pecado natural del cual
(tal vez) no es responsable. Alguna vez le resultó simpática al máximo
líder, y éste decidió que la joven podía formar parte del grupo social
que representara a la mujer nueva.
Hilda Molina es neurocirujana y dirigió un importante centro científico
de esa especialidad en La Habana. Fue miembro de la Asamblea Nacional
del Poder Popular. Un día de 1994, Hilda propuso que el centro médico
que dirigía debía abrirse a todos los cubanos, y no sólo a pacientes
extranjeros. La propuesta fue rechazada y la doctora Molina renunció a
su cargo. Ahí radica (para las autoridades) el gran pecado de Hilda, que
desató la ira del comandante. La doctora fue condenada a quedarse en la
Isla para siempre.
Los intentos de Hilda para salir de Cuba a visitar a su hijo y nietos,
residentes en Argentina, han sido infructuosos. En esa dirección hasta
las gestiones del presidente Kirchner han fracasado.
El ensañamiento, interpretándolo políticamente, responde a la necesidad
del escarmiento para ahogar el ejemplo. ¿Qué sería del publicitado
"benévolo" régimen cubano si hasta sus hijos pródigos se salen del redil
y deciden abandonar el país?
Para que el castigo sea ejemplar debe llegar hasta los más allegados del
condenado, porque ese delito, el de conciencia, es muy peligroso. La
doctora Hilda Molina hizo público un documento, donde afirma:
"La última voluntad de mi madre, humilde anciana que ha vivido
prodigando el bien, es ver reunida a su familia antes de morir. Sin
embargo, ante la realidad de que los que aquí gobiernan me prohíben
arbitrariamente viajar al exterior desde el momento de mi ruptura con el
comunismo en 1994, y aunque consciente de lo que nuestra separación
implica para ella, decidimos que al menos mi madre se trasladara de
inmediato a Argentina para reunirse con mi hijo y su familia, a los que
adora, y recibir la atención médica que requiere y merece, a la que no
tiene acceso en su patria. En el mes de mayo iniciamos los trámites al
efecto, hemos realizado múltiples gestiones, pero inexplicablemente
retienen su pasaporte, lo que me permite afirmar que el gobierno cubano
también prohíbe a mi madre viajar al exterior".
Después de doce años de ruptura con el orden imperante, esta mujer
continúa empeñada en una cruzada que puede ser sinónimo de subversión en
Cuba. "Mi familia y yo -expresa la doctora Molina- no estamos
solicitando algo que pertenezca al estado cubano. Sólo pedimos lo que en
silencio han demandado miles de familias de esta sufrida Isla en las
últimas décadas: el respeto a los legítimos, irrenunciables y pisoteados
derechos familiares".
"Mi madre -agrega Hilda- jamás se vinculó con el régimen comunista, pues
ella misma reiteraba una y otra vez que no podía aceptar a un gobierno
que negaba a Dios".
Dios es amor y deja siempre una puerta abierta para nuestros errores. Me
uno a Hilda Molina en su llamado: "Estimados amigos, en nombre de mi
madre moribunda les ruego que, por favor, difundan ampliamente lo que
aquí se informa, ejemplo irrefutable del devastador accionar del
gobierno comunista cubano contra la familia, universalmente reconocida
como la más venerable y sagrada de las instituciones".
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