Un café y unas copas con Piglia
RAÚL RIVERO | Miami | 4 de Abril de 2017 - 07:18 CEST.
El poeta cubano Eliseo Diego (1920-1994), una de las figuras principales
del grupo Orígenes, tenía la ambición secreta y casi pecaminosa porque
era católico de que un bar de La Habana llevara su nombre. Soñaba que la
cantina, con una gran barra de madera fina y unas diez mesas, estuviera
cerca del puerto, junto al mar, y que en la puerta del establecimiento
se pusiera este letrero para distraer a los parroquianos de eventuales
peligros del ron: "Buen café: todo sea suave y paladeable como la dulce
noche".
El autor de Por los extraños pueblos, El oscuro esplendor y el Libro de
las maravillas de Boloña, no pudo ver nunca su bar, pero lo soñó tantas
veces y con tal persistencia que estoy seguro de que los últimos tragos
que bebió en Cuba antes de irse a morir a México los pidió en aquella
barra enorme y pulida del bar Eliseo Diego, al lado de la bahía y
rodeado de amigos.
Conocí a otro poeta de aquellas tierras que no aspiraba a ponerle su
nombre sonoro a un bar. Quería, sin embargo, retirarse de todo el asunto
literario y del periodismo y pasar los últimos años de su vida como
pianista en un prostíbulo de Panamá. Tampoco cumplió su sueño y tuvo que
esperar la muerte como un gran escritor de un país socialista lleno de
medallas y condecoraciones. Y después de olvido.
En Cuba, al único escritor que no han podido sacar de su bar favorito es
a Ernest Hemingway. Ahí está hoy mismo en su escultura de bronce
recostado a la barra de El Floridita con la ilusión de que Constante, el
barman, le sirva un daiquirí salvaje, es decir, sin azúcar y con un
doble de ron.
Donde sí le han puesto a un escritor el nombre de un bar es en Buenos
Aires. El sitio se llama Ricardo Piglia y fue inaugurado hace unos días
en la Biblioteca del Congreso, cerca del Parlamento argentino. El
escritor falleció en enero pasado a los 78 años.
El bar que lleva el nombre del hombre que escribió Plata quemada tiene
un piano, una barra, varias mesas y una zona al aire libre. Hay también
un mural en el que han puesto la figura de Piglia y varios fragmentos de
sus obras. Durante la ceremonia de la apertura del bar, la escritora
María Moreno recordó que para el hombre de Respiración artificial los
bares fueron "escritorios abiertos" pero en ellos escribió los
borradores de su novelas, tomó apuntes y realizó los bosquejos de muchos
ensayos.
Según dijo la señora Moreno la obra de Piglia puede ser el "fruto de su
deambular" por bares que le acogían en sus andanzas por las ciudades de
La Plata y Buenos Aires. Agregó que el escritor envió un entrañable
homenaje a la Biblioteca del Congreso como espacio de investigación y
lectura y, además, como "guarida nocturna para disidentes políticos
autodidactas apasionados pero sin tiempo".
María Moreno prometió que los habituales visitantes del bar Ricardo
Piglia podrán "conversar de mesa en mesa con autores de diversas
generaciones y el rumor de fondo de la máquina de café que tanto amaba
el escritor que le prestó su nombre".
Source: Un café y unas copas con Piglia | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cultura/1491283117_30135.html
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