El ultimo tambaleo de Alfredo el Muñecón
4 Abril, 2017 9:54 pm por Jorge Prieto Varona
El Cerro, La Habana, Jorge Prieto, (PD) Alfredo el Muñecón fue una
figura legendaria de mi barrio. Era un personaje en el futbol, un
portero que además de atajar goles, también aglutinaba y convocaba a los
excesos.
En las ya desaparecidas fiestas del Casino Deportivo merodeaba Alfredo
alrededor de la banda musical del barrio, Los Antúnez, en la que, por
cierto, cantó el mismísimo Pancho Céspedes, en tiempos en que escuchar a
los Beatles y su procesión era casi hacer un hallazgo de sábado en la
noche. Pero aquellas fiestas no terminaban bien por causa del propio
Alfredo.
Su novia, Caridad, lo recogía siempre después del futbol, las canchas o
de las juergas improvisadas de los fines de semana.
Alfredo fue arrastrado pendiente abajo por el peso de sus propios dones.
Ya en la universidad, de portero en el primer equipo, sus fans lo
vitoreaban, pero ya no como alguien que se respetara del todo. El
graderío ovacionaba: "Medicina campeón con Alfredo el Muñecón".
El sobrenombre de "Muñecón" lo obtuvo en aquella gloriosa caída en el
podio de premiaciones, frente a todos, en el campeonato del primer año,
cuando se inclinó medio ebrio de la celebración, para que le colocaran
la medalla y terminó enredado en el suelo con el ilustre dirigente del
Partido Comunista que lo intentaba premiar.
Luego, risueño, nos cuchicheaba: "¿No dicen que el Partido debe
vincularse con las masas? Pues yo me restriego con ellos".
Todos reíamos con él y nos enorgullecía ser su compañero de facultad y
su amigo, pero también comprendimos ese día que "Alfredo el Muñecón"
había cruzado una línea que lo separaba definitivamente del grupo.
Dejó el deporte primero, luego la universidad. La novia la pudo retener
porque estaban captados por esa extraña fraternidad que es ser
alcohólicos sin tino.
Se volvió un solitario irremediable. Se redujo a nuestro barrio, el
Casino Deportivo. Más bien, se sometió a la peor barra del barrio, El
Mivi. Se le veía a diario contoneándose, y la gente se preguntaba cuánto
ron, o, más bien cuánta bebida de baja ley había podido engullir en toda
su vida.
Caridad, su novia, a la que le decían la Barbie por su porte y figura,
luego se tambaleaba igual que él, El Muñecón, que ya no lo era más, sino
un tente en pie con la voluntad anulada, casi un títere movido por los
férreos tentáculos del vicio.
Ella, después de vagar de clínica en clínica, logró al fin
rehabilitarse. Como en realidad había sido el amor quien la había
perdido, el desamor, ese que todos evaden y de quien tan mal se habla,
fue quien finalmente la rescató.
Él lo vendió todo…Para no hacer la historia larga -es camino trillado y
de escape por otros tantos en cualquier barriada cubana- se quedó en la
calle, literalmente en la calle. Totalmente degradado, dormía en carros
abiertos por descuido, en portales de vecinos y amigos que habrían
podido ser sus pacientes.
Su historia terminó sin esplendor, como terminan todas las historias de
adicción, sin hijos, y dos hermanas, Amelia y Muma, resecas de tanto
mimo perdido.
Alfredo murió un día previsto, dejando la mayor de las enseñanzas: no te
involucres con la bebida, que de placentera se puede ir de control.
jorgeprieto19@yahoo.es; Jorge Prieto
Source: El ultimo tambaleo de Alfredo el Muñecón | Primavera Digital -
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