Thursday, February 23, 2017

Las sutiles disidencias de los “revolucionarios”

Las sutiles disidencias de los "revolucionarios"
¿Se puede disentir de los males que afectan a Cuba y a la vez mantenerse
fiel al gobierno que los generó?
Jueves, febrero 23, 2017 | Miriam Celaya

LA HABANA, Cuba.- Una columna de opinión publicada con fecha 14 de
febrero en la web de Havana Times bajo el título Periodismo oficialista:
el ruido de las nueces, vuelve sobre un tema que desde semanas atrás se
ha estado tornando recurrente en los medios de prensa castristas y
amenaza convertirse en moda: ser o no ser disidente.

De hecho, varios jóvenes periodistas de dichos medios se han revelado
discretamente críticos, no solo de la realidad cubana actual, sino
también de la grisura de la prensa, de la censura que muchas veces se
ejerce sobre los textos que ellos escriben, de la inaccesibilidad a
ciertas esferas de la administración pública que deberían
responsabilizarse por malos manejos de la economía y los servicios, y
sobre las sanciones que se imponen a los colegas que se cuestionan
públicamente las políticas editoriales de los medios u otras cuestiones
que los funcionarios del ramo consideran "sensibles" para la seguridad
del sistema sociopolítico.

Es decir, que en tiempos recientes se ha estado produciendo una especie
de reacción juvenil anti-mordaza por parte de las nuevas generaciones de
profesionales de la prensa, a quienes los encorsetados límites de "lo
permitido" les resultan demasiado estrechos. Quizás porque chocan con el
reto de narrar en los medios una realidad triunfalista e intangible que
en nada se parece a las duras condiciones de la vida cotidiana que les
toca a ellos mismos; por el contraste entre sus magros ingresos como
periodistas de la prensa oficial y los que algunos de ellos obtienen
colaborando con medios digitales alternativos, mucho más ventajosos; por
pertenecer a una generación que ha tomado distancia de la vieja épica
revolucionaria de "los históricos" cuyo proyecto original fracasó, o por
la suma de estos y otros factores, lo cierto es que los jóvenes
graduados de periodismo que se insertan en los medios oficiales están
mostrando su inconformidad con la forma de (no) hacer y (no) decir del
anticuado periodismo a lo Castro.

La respuesta de los cancerberos de la pureza ideológica del periodismo
insular no se ha hecho esperar, de ahí que los más rabiosos han optado
por acusar de "disidentes" a los atrevidos jóvenes. Y es sabido lo que
esa demonizada palabra significa la peor de las ofensas a un
revolucionario cubano, además de una condena segura a la marginación y
al ostracismo.

Por su parte, la contra respuesta de los sectores reformistas –llamemos
así a los que defienden un nuevo tipo de prensa oficial, digamos
amablemente, más veraz y transparente– es la defensa de su derecho a
"disentir"… O, mejor dicho, a disidir, que en eso de los nominalismos
ellos prefieren alejarse de las definiciones peligrosas que se han
aplicado a "otros".

Y es que no hay que pecar por exceso de expectativas. Ellos son apenas
disidentes sutiles. Porque si bien resulta positiva cualquier iniciativa
que tienda a refrescar el árido mundo informativo de los medios
oficiales cubanos o a empujar los límites de lo permitido por la férrea
censura –entendiendo que, dado el longevo monopolio de prensa
gubernamental, cualquier ruptura del inmovilismo podría resultar
eventualmente favorable a un proceso de aperturas, hoy impensadas– ello
no significa que los periodistas oficialistas que están reclamando más
libertades para expresarse estén defendiendo el verdadero derecho a la
libertad de expresión refrendado en la Declaración Universal de Derechos
Humanos, no solo porque conciben el ejercicio a la libre expresión solo
desde posiciones "socialistas" o "revolucionarias de izquierda", sino
porque –como remedo del propio monopolio de prensa que los silencia a
ellos– insisten en descalificar (por "apátrida, mercenaria y
anticubana") toda propuesta u opinión que difiera del sistema
sociopolítico por el que supuestamente se deberán regir ad infinitum
once millones de almas, y que fue elegido inconsultamente por una casta
privilegiada casi seis décadas atrás.

El artículo al que se hace referencia al inicio de este texto –que es de
la autoría de Vicente Morín Aguado– cita dos frases harto elocuentes de
una joven periodista del diario Juventud Rebelde. Según ella "la
cuestión no está en ser disidente, sino en de qué se es disidente". Y
más adelante: "Nos hemos dejado arrebatar la palabra por quienes
entienden muy poco de principios y de patriotismo".

De esta manera, ella yerra dos veces. Se es disidente o no, más allá del
programa, propuesta o creencia de la que disentimos. Ser disidente es
una actitud ante la vida, es cuestionarlo todo, incluso aquello en lo
que alguna vez hemos creído, lo que presupone la más revolucionaria de
todas las condiciones humanas. Por tanto, no se puede disentir "del
inmovilismo, de la demagogia, de los complacientes y de los
hipercríticos, de la inercia, del escaso compromiso, de los discursos
huecos" y de todo el largo etcétera que cita la joven de marras, y a la
vez mantenerse fiel al sistema y al gobierno que generó esos males. No
se puede ser disidente a medias.

Por otra parte, no se dice explícitamente quiénes son los que "entienden
muy poco de principios y de patriotismo", pero sabemos que tal es el
sambenito que suele colocarse sobre la cabeza de todos los disidentes
que forman la sociedad civil independiente cubana, incluyendo
periodistas independientes como esta escribidora. No puedo compartir,
por principios, un concepto tan estrecho de Patria concebida como el
feudo particular de una ideología. Es un concepto sectario, excluyente,
falso y maniqueo.

Lamentablemente, el colega Morín Aguado cae en similar tentación cuando
expresa que "cada día aumentan los auténticos disidentes dentro del
universo de la información cubana". No solo sugiere la existencia de una
disidencia "no auténtica", que nunca llega a sustantivar –quizás por
razones de espacio, o por mera falta de información– sino que además nos
deja con el regusto amargo de sentir que de lo que se trata en toda esta
saga libertaria juvenil es de sustituir una verdad absoluta por otra…
Tan absoluta como aquella.

La disidencia periodística oficial, pues, es químicamente pura. No se
mezcla con ninguna otra. Es sutilmente disidente, y eso determina que
resulte hasta ahora solo un amago de lucha por una libertad de expresión
parcial. Ellos buscan sustituir la "libertad de expresión" del monopolio
de prensa oficial por la libertad de ellos para mejorar el llamado
socialismo cubano "dentro de la revolución". O sea, se mantiene la
sujeción de toda la prensa a una ideología como única fuente de
legitimación de "la verdad", lo cual –hay que decir– limita todo el
asunto a una simple guerrita generacional.

No obstante, son buenas noticias. De lobo un pelo, decía mi abuelita
cuando las cosas aportaban al menos una mínima ganancia. Nunca se sabe
lo que puede generar cualquier leve movimiento en un mecanismo tan
largamente inmóvil.

En lo personal, seguiré disidentemente ejerciendo mi más irreverente
derecho a expresar lo que pienso, sin obedecer a ideología ni moda
política alguna. Mi patria es mucho más que 110 mil kilómetros cuadrados
de tierra, más que una bandera, un himno y un escudo, y muchísimo más
que la defensa de los intereses de una cohorte de ancianos autoritarios
que no solo secuestraron la nación, sino también –dolorosamente– la
voluntad de varias generaciones de cubanos. Conste que también defenderé
en cualquier circunstancia el derecho a expresarse de quienes opinan muy
diferente de mí, comunistas y socialistas incluidos.

Source: Las sutiles disidencias de los "revolucionarios" CubanetCubanet
-
https://www.cubanet.org/destacados/las-sutiles-disidencias-de-los-revolucionarios/

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