Cuba, un juguete roto
REINALDO ESCOBAR, 17/04/2016
Entre las múltiples expectativas despertadas por el VII Congreso del
Partido Comunista estaba la posibilidad de que allí se anunciara el
esperado relevo generacional. La perspectiva de que cuadros jóvenes
introduzcan cambios audaces y le den un acelerón a las tímidas reformas
iniciadas con la salida de Fidel Castro del poder, alimentó las
esperanzas entre los cubanólogos de distintas tendencias.
Quizás por eso, cuando el general-presidente propuso que la edad máxima
para ser admitido en el Comité Central del PCC fuera de 60 años y para
ocupar cargos de elevada responsabilidad habría que tener menos de 70,
muchos tuvieron la momentánea impresión de que en esta cita partidista
se empezaría a aplicar la regla. Solo una lectura más sosegada,
despojada de todo optimismo irracional, puede desenredar la ambigüedad
de sus palabras.
El primer secretario del PCC reconoció que "los próximos cinco años, por
razones obvias, serán definitorios". De ahí la necesidad de "introducir
límites adicionales en la composición de los organismos superiores del
Partido". Sin embargo, aclaró que este será un "proceso de tránsito que
se debe ejecutar y concluir con la celebración del próximo Congreso".
Por delante queda "un quinquenio de tránsito para no hacer las cosas
corriendo". Una frase que refuerza la premisa tantas veces repetida por
Castro de actuar "sin prisa pero sin pausa".
Los "límites adicionales" de años cumplidos para pasar a componer "los
organismos superiores" ya habían sido introducidos, aunque no
precisados, en la primera Conferencia del PCC realizada en enero de
2012, cuando se añadía el concepto de la edad para tener en
consideración al momento de ocupar puestos de dirección.
A Raúl Castro le parece que haber demorado menos de cuatro años y cuatro
meses en definir los números que marcarían los límites etarios hubiera
sido "hacer las cosas corriendo". Aunque es probable que su verdadera
preocupación haya sido que el Comité Central que salga electo en este
VII Congreso prescinda con toda naturalidad de la llamada "generación
histórica de la Revolución".
La única razón obvia para no entregar el batón en este Congreso se
reduce a la enfermiza adicción al poder, especialmente a sus obscenos
atributos de privilegios y potestades.
Como el niño consentido que quiere eternizar su turno con un juguete, el
primer secretario pretende permanecer en su cargo hasta el 19 de abril
de 2021, cuando solo le falten apenas 45 días para hacerse oficialmente
nonagenario.
Para ese momento, en caso que sobreviva, lo que quede del instrumento de
su diversión podría ser un cacharro inservible, y no se trata del
Partido, sino del país: un juguete roto sin remedio por los intentos de
hacerlo funcionar de forma caprichosa. La culpa de su destrucción la
cargarán entonces los que lo hereden.
Source: Cuba, un juguete roto -
http://www.14ymedio.com/blogs/desde_aqui/Juguete-roto_7_1982271754.html
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