En cinco años, este estudiante cubano de Informática ha pasado de
ciberpolicía a activista clandestino
Yoani Sánchez 7 DIC 2011 - 21:06 CET
Durante un par de años, agosto dejó de ser el mes más difícil para el
Gobierno cubano, con su canícula extrema y el malestar que provoca en la
gente. Enero, el frío enero, traía acontecimientos que por su
temperatura parecían propios del verano, de la comezón que ocasionan los
más de 30 grados sobre cero. Al comienzo de 2007 un furibundo tráfico de
correos electrónicos entre escritores y artistas fue bautizado como "la
guerrita de los e-mails" y puso en entredicho la política cultural de la
Revolución. Quienes habían sido víctimas de la censura y del
hostigamiento en el sector artístico comenzaron a expresarse a través de
una osada cadena de mensajes. Un par de semanas después de comenzado el
intercambio, el ministro de Cultura trató de ponerle punto final en un
encuentro personal con los implicados, a sala llena y puertas cerradas.
Al transcurrir justo 12 meses de aquel suceso, en otro enero inusual, un
joven le dirigía incómodas preguntas a Ricardo Alarcón, presidente de la
Asamblea Nacional del Poder Popular. Mientras los intelectuales habían
canalizado sus críticas a través del teclado, Eliécer Ávila —que así se
llama el estudiante— lo hacía ante un nutrido auditorio, micrófono en
mano y grabado desde una cámara que después filtraría el vídeo a miles
de ávidos ojos. El soporte tecnológico ayudaba en ambos casos a difundir
una inconformidad que no encontraba espacio por los estrechos caminos
oficiales.
"Con una oratoria que mezclaba la sabiduría popular y la habilidad
tribúnica, aquel estudiante acorraló con sus observaciones al presidente
de la Asamblea Nacional"
Hasta el día en que abrió la boca frente a aquel alto funcionario,
Eliécer Ávila era tomado como un verdadero "hombre nuevo". Veinteañero,
mestizo, militante de la Unión de Jóvenes Comunistas, proveniente de una
familia humilde y sin embargo matriculado en la Universidad de Ciencias
Informáticas (UCI). Activista de la Federación de Estudiantes
Universitarios, dirigía además la llamada Operación Verdad, dedicada a
contrarrestar en la web las opiniones negativas sobre el Gobierno de la
Isla. Un ciberpolicía convertido por obra y gracia de la inconformidad
en estandarte de todos aquellos que querían cambios pero no se atrevían
a reclamarlos. De censor, a canal de expresión; de mordaza, a altavoz.
Con una oratoria que mezclaba la sabiduría popular y la habilidad
tribúnica, aquel estudiante acorraló con sus observaciones a quien una
vez también fuera embajador de Cuba en Naciones Unidas. Daba pena la
ausencia de argumentos de este último; provocaba deseos de poner en
pausa el vídeo y soplarle a Alarcón un par de respuestas al oído. En el
clímax del desacierto y ante la pregunta de ¿por qué los cubanos no
pueden viajar libremente?, el curtido político solo atinó a decir que
"si los 6.000 millones de habitantes pudieran viajar adonde quisieran,
la trabazón que habría en los aires sería enorme". La pelea verbal la
ganó Eliécer por knock-out, pero el desagravio institucional no tardaría
en llegar. Lo relegaron, lo marcaron como "no confiable", le permitieron
graduarse, pero después lo lanzaron a un insignificante puesto laboral
en su natal Las Tunas. Tuvo incluso que vender helados en la vía
pública, ofertar fresa y chocolate para sobrevivir. Ahora se encuentra
desempleado, en el paro, pero sin formar parte de ninguna estadística,
indignado sin plaza, despedido sin seguro que lo cubra. Las esgrimas
verbales con el poder se pagan caro.
Casi cuatro años después de aquel intercambio de palabras con Ricardo
Alarcón, el joven Eliécer Ávila ha regresado a la escena pública
nacional. Ya no estudia en la selectiva escuela de informática
inaugurada por el propio Fidel Castro, ni monitorea la red de redes a la
caza de opiniones "desafectas". Dista mucho de comportarse como aquel
policía de los kilobytes que un día fue.
"A Eliécer lo relegaron, lo marcaron como "no confiable". Ahora está en
el paro, indignado sin plaza. Las esgrimas verbales con el poder se
pagan caro."
Por dos horas ha hablado ahora frente a los micrófonos de un espacio
alternativo y cuasi clandestino, no ha interpelado esta vez al
presidente del Parlamento sino a nosotros mismos. La grabación —al igual
que en aquellos primeros días de 2008— ha corrido como pólvora por las
redes ilegales de información. En esta se le ve más maduro, sin las
obligadas reverencias verbales que su anterior condición le obligaba a
hacer. Habla exento de tapujos y tanta franqueza hace que muchos se
pregunten si Eliécer ha retornado a la palestra por espontaneidad o por
orientación. No faltan quienes opinan que está tratando de purgar la
culpa anterior, infiltrándose en las filas de los políticamente
incorrectos. Pero es poco probable. Hay una franqueza campechana en sus
palabras, algo que tiene el hombre rural y que el cinismo urbano nos ha
eliminado, esa manera llana e inequívoca de llamar al pan pan y a la
dictadura… dictadura. Es alguien que ha aprendido una lección de vida y
que parece muy consciente de la fuerza de su nueva voz.
Eliécer Ávila tiene solo 26 años, habitará una Cuba donde cualquier
ciudadano podrá interpelar a un miembro del Parlamento, criticarlo,
desmentirlo sin ser castigado por ello. Un país donde todos los eneros
serán difíciles de gobernar y los agostos también y los diciembres ni se
diga.
Yoani Sánchez es periodista cubana y autora del blog Generación Y.
http://internacional.elpais.com/internacional/2011/12/07/actualidad/1323288391_771808.html
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