Wednesday, August 3, 2011 | Por José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org -La vía pública habanera se
está convirtiendo en un cerco contra los cuentapropistas. Inspectores de
los más diversos organismos y especialidades les acechan de un modo
vergonzante, a cada paso y en cada minuto, sin dejar resquicios no
digamos ya para los preceptos de justicia, ni aun para el sentido común.
Es como si el régimen hubiese resuelto alinear a una buena parte de sus
miles de nuevos desempleados –y, entre ellos, muy especialmente a los
militantes comunistas- en un batallón de retranqueros de la iniciativa y
del esfuerzo individual.
La tarea se las trae. Contraproducente donde las haya, además de
aberrantemente dañina, vendría a representar entre nosotros a la clásica
serpiente que se muerde la cola: Te desplazo de un puesto de trabajo
donde no eres productivo y te sitúo en otro en que tampoco lo eres pero
además estorbas.
No hay que repetir que ese acecho de los inspectores persigue en gran
medida extorsionar a los cuentapropistas. Después de todo, se trata de
una ilicitud harto comentada a nivel popular pero generalmente
indemostrable en la práctica. Que sea o no tal como se cuenta no suma
gravedad a otra ilicitud mayor, que es la que comete el propio Estado al
inflar sus plantillas con un contingente de parásitos cuyo único fin
parece ser la desmotivación de quienes trabajan.
Parte el alma verlos queriendo multar a un vendedor de flores porque en
vez de pregonar su mercancía en constante movimiento por las calles, el
pobre hombre decidió pararse media hora a tomar un respiro en una
esquina; o queriendo multar a otro vendedor que trajo a su sobrino
consigo para que le ayude, pero –alega el inspector- está violando la
ley, pues el sobrino debe pagar una licencia sólo para ayudar a su tío;
o queriendo, en fin, exprimirle el bolsillo a una anciana por anunciar
aguacates y, además de aguacates, vender habichuelas.
Ya que los trabajadores por cuenta propia son los hijos no deseados del
régimen, a los inspectores tal vez les dio por creerse que son las
comadronas abortivas.
Es casi seguro que jamás podrán ser consultadas estadísticas confiables
que revelen la cifra de miembros en activo del ministerio del interior
cubano, más sus informantes y colaboradores de plantilla. En todo caso
el porcentaje por cada habitante del país debe ser absolutamente
desmedido. Configura una carga agónica, que están obligados a llevar
sobre sus hombros los pocos que aquí trabajan. Y es, además, un gravamen
para la crisis económica, aunque ni en sueños sería tema de análisis por
parte de nuestros perfeccionadores del socialismo.
Y ahora, para colmo, el batallón de parásitos que están arreando hacia
las calles de La Habana, dicen que para imponer orden y respeto a la
institucionalidad entre los cuentapropistas. Pero al verlos actuar,
cualquiera piensa lo contrario.
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