Desde hace más de diez años, salvo un breve período de represión,
"turoperadores" privados vienen ofertando unas asequibles aunque un
tanto irregulares excursiones.
Rolando Cartaya/ Especial para martinoticias 12 de julio de 2011
En un reportaje fechado en La Habana, la agencia DPA señala que desde
que en 2008 Raúl Castro abrió las puertas de los polos turísticos a los
cubanos el turismo interno ha ido creciendo de manera exponencial, al
punto de que el economista oficialista Ariel Terrero afirmó
recientemente en la televisión que emigrantes y residentes cubanos
constituyen el segundo grupo emisor de turistas detrás de Canadá.
La misma agencia alemana reconoce que los la mayor parte de los
residentes van "convoyados" con sus parientes emigrados, porque "los
paquetes más económicos de fin de semana cuestan el doble de un salario
mensual promedio". Son minoría los residentes en la isla que, sin tener
FE (familiares en el extranjero), pueden pasar--como le anunció a DPA un
profesional que trabaja para una empresa extranjera-- "el fin de semana
con mi esposa en un hotel de Miramar y tres o cuatro días de la próxima
semana en Varadero".
¿Se resignará entonces el cubano a la alternativa del llamado "campismo
popular" que oferta el gobierno? La agencia Inter Press Service
informaba a principios de mes que en 2010 recurrieron a ella 730 mil
cubanos, ya que, según el reportaje, ésta es la opción más asequible y
confortable para el cubano medio. Gladys Linares narró en mayo en
Cubanet la experiencia con esta variante de Tomás, un arquitecto, y su
esposa. El título, La cochambre popular, es elocuente: no había luz ni
agua; en la cabaña no había bombillos; la piscina estaba seca y rota;
las habitaciones no tenían ventiladores; y los mosquitos no los dejaban
vivir.
Acerca del precio del campismo, Luis Alberto Valdés, un biólogo de 32
años, dijo a la reportera Patricia Grogg de IPS que "llega a ser
rentable, pero no económico. No se puede acudir a esta opción con lo que
queda del salario de un mes", Y por supuesto, estas bases de campismo
no están en las mejores playas del país, donde los precios son altos y
el pasaporte es la moneda dura.
¿Cómo disfrutar entonces con poco dinero de esos paraísos nacionales
despolitizados y donde "se tiene la sensación de estar en un país
capitalista y desarrollado", como dice en Primavera Digital Odalys
Alvarez Valerino, después de una providencial excursión a Varadero?
Desde hace más de diez años, salvo un breve período de represión,
"turoperadores" privados vienen ofertando unas asequibles aunque un
tanto irregulares excursiones, que según refiere en Cubanet Augusto
César San Martín, se han convertido este verano en la oferta preferida
por los cubanos.
Funciona así: el guía de turismo --presumiblemente ilegal, puesto que no
se han expedido licencias para turoperadores privados-- le propone el
negocio al chofer de un ómnibus de transporte de trabajadores. El chofer
se encarga de ajustar su jornada laboral en la empresa y del desvío
temporal del vehículo. Paga la correspondiente comisión al jefe de
transporte, que controla el uso de la guagua, y así se cierra el negocio.
Coordinado el "préstamo", el guía corre la voz sobre la excursión en
el barrio y, en un par de días, hay pasajeros suficientes para llenar
los 45 asientos. Los interesados abonan el pasaje, se hacen los
preparativos y arranca la excursión. Por el camino ofertan meriendas o
desayuno barato: 20 pesos cubanos un bocadito de jamón y queso, 10 por
una lata de refresco.
En conversación telefónica San Martín me dijo que el destino puede ser,
desde las playas del Este de La Habana o Varadero, hasta el Santuario de
El Cobre, en Oriente.
El precio de las excursiones depende del destino y la distancia. Un
dólar por una excursión a las playas del Este de La Habana; 4 dólares a
Varadero, Soroa o Viñales. 40 por viajar a El Cobre. El colega
independiente me explicó que la agencia estatal Havanatur tiene viajes a
Varadero en un ómnibus con aire acondicionado y almuerzo incluido, pero
la tarifa mínima es de 15 dólares por persona, mientras que los privados
son más flexibles: llevan a una familia de cuatro por un precio
razonable de unos 10 dólares.
Para lidiar con los inspectores estatales en las carreteras, algunos
choferes llevan una carta de la empresa que supuestamente autoriza el
viaje para "trabajadores vanguardias". Si el truco no funciona, un
billete de 20 pesos convertibles convence inmediatamente al inspector de
que hasta los niños a bordo son trabajadores vanguardias en camino a un
merecidísimo descanso.
Si la excursión es cerca, algunos conductores regresan a sus centros
laborales y trabajan durante el día, para regresar después a recoger a
los excursionistas. El autor me dijo que algunos apenas duermen, pero
"tiran" un viaje diario durante la temporada de vacaciones, porque la
ganancia es tentadora. Los guías aplican un gravamen de entre 50
centavos de dólar y un dólar por pasajero.
Le pregunté a San Martín si él creía que éste era un negocio
paraestatal, por cuenta propia, o una operación del mercado negro. Se
inclinó por la última respuesta, pero me dijo que lo raro es que
transcurre sin novedad, como la corrupción en la Aduana, donde todo el
mundo sabe que los aduaneros les "tumban" dinero a los viajeros, y no
pasa nada. Aquí tampoco.
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